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Marti por siempre!!

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sábado, 16 de octubre de 2010

CUBA: Con Patria, Pero Sin Amo

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO


Con Patria, Pero Sin Amo




En la mañana del miércoles 7 de julio de este año 2010, recibí en mi casa a un peculiar visitante. Más bien: lo recibí en el portal. Lo invité a sentarse, a mi lado, en el pequeño muro que delimita el jardín de mi hogar. La sala de la casa, el interior de mi cuartel general, está destinado sólo para amigos o  desconocidos cuya presencia yo haya solicitado.

Como este visitante no cumplía con ninguna de las dos, era amablemente recibido en el portal.

Su nombre no es importante ahora mismo. Sólo, que era el oficial de la Seguridad del Estado que por “méritos propios” me gané desde que aparecieron mis primeros textos en la red (aún este blog no pensaba nacer). Ningún rebelde, ningún enfrentado, ningún honesto o cuestionador se queda en mi Cuba de hoy sin su respectivo oficial. Es un derecho que todos tenemos.

Pues bien, la visita de mi oficial de la Seguridad tenía aquella mañana una razón concreta:

- Vengo a negociar contigo – me dijo, con sorna.

Quiero hacer patente algo: a diferencia de los mentecatos que han destinado a contrarrestar este blog, pobres diablos sin cerebro ni argumentos atendibles, el oficial que me “atendía” fue lo más decoroso que pudieron asignarme. Alguien con buenas maneras, sabedor de su oficio, cordial cuando el momento lo exigía y enérgico cuando mis palabras ofendían a su institución. Nada estúpido, buen polemista. Alguien que, si le quitáramos el oficio de perseguidor de discrepantes políticos, y superara esa arrogancia innata de quienes se saben con la impunidad que les otorga el poder, sería de las personas a las cuales yo recibo en la sala de mi casa. Podría haber sido mi amigo.

Bueno, estábamos en que venía a negociar.

-  ¿Cuál ventaja saco yo de tu propuesta de negocio? – pregunté, divertido.
-  Una Visa para los Estados Unidos – confirmó, satisfecho de su sapiencia.

Yo sonreí, nuevamente. Eran las diez de la mañana, y mis ojeras certificaban el viaje de 800 kilómetros, desde La Habana hasta Bayamo, que había realizado yo durante toda la noche anterior.

Venía de mi entrevista en la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba. Acababan de otorgarme, hasta el venidero diciembre de este año, una Visa para reunirme con mis familiares en Miami. Una Visa que, por cierto, absolutamente nada tenía que ver con mis posturas políticas, cosa que mi oficial admitió como algo por todos sabido: yo saldría de Cuba como otro miembro de una familia por reunificar. Apenas eso.
El jugoso “business” que este me proponía era elemental:

- Pórtate bien – dijo con fluidez – y nosotros no pondremos obstáculo alguno en tu salida del país.
Entiéndase: pórtate bien significaba, en lenguaje directo: deja de escribir.

No puedo ocultar lo disfrutable, por grotesco, que me resultó la proposición. Una benevolencia a cambio de mi silencio. El visto bueno de los dueños de esta hermosa Isla, a cambio de mi “buen comportamiento”.
No recuerdo mi respuesta con exactitud. Creo haber simulado que valoraría su propuesta, muy interesante y beneficiosa en verdad.

Y la valoré, de hecho. Dos días después, el 9 de Julio, colgaba el “Prólogo al Pequeño Hermano”. Acababa de fundar este espacio que contabiliza hoy, luego de tres meses y medio, 31 artículos publicados.

Mirando qué ha sido mi vida en esos últimos meses, debo admitir que ha tenido más encanto y desvelo, más stress y deleite, que nunca antes a mis 26 años de edad. Y sobre todo, la verdad sea dicha: más peligro del que jamás pensé correr, como un hombre enteramente libre, en este país al que amo por sus cuatro costados.

He experimentado el placer rutilante de sentarme a escribir, cada día, con la envidiable sensación de que todo cuanto diga es mi más profunda verdad. Una verdad atestada de subjetividades, de puntos por analizar, de polémicas y criterios personales. Pero en fin, una verdad que como dije en aquel Prólogo, no admite vendajes ni tolera desventajas.

He conocido, gracias a mi decisión de ser un periodista tan independiente de la prensa oficial como de los sensacionalismos opositores, el verdadero significado de la libertad de expresión. Lo que he publicado en este blog sólo ha sido aprobado por mi conciencia, mi rasero estético y mis preceptos éticos. A nadie he rendido cuentas por ello, a nadie he solicitado aceptación.

He aprendido a valorar, y a respetar, el temor de quienes callan por necesidad, por sentirse superados ante la inmensidad de las represalias: “Tengo familia, Ernesto, tengo un hijo al que mantener. Siento una envidia inmensa por lo que estás haciendo, me encantaría poderlo hacer yo también, pero si me echan del trabajo igual que te hicieron a ti, ¿cómo voy a alimentar a los míos?”

Yo asiento, y les doy mi abrazo, aunque luego no venza en todo el día la depresión, la tristeza infinita que me infligen esos testimonios. Agradezco su honestidad, y agradezco que a hurtadillas, en el refugio de sus hogares, en una memoria flash que pasará de mano en mano, copien y reproduzcan los textos que aquí publico cada tres días.

Y he aprendido también, cómo si no, el tamaño del odio y de la represión en casi todas sus formas. Y subrayo el “casi”, porque excepto la violencia física y los grises barrotes de una prisión, ya he experimentado en la piel, en mi esencia individual, el coste tan grande que implica en mi Cuba totalitaria ser consecuente con el precepto martiano que reza: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía”.

Demasiados amigos han sido advertidos, han sido amedrentados por mi causa: “Si te mezclas con una lacra social como él, serás tomado como tal”. Desde luego: muchos han abdicado a mi amistad. Han pospuesto nuestros vínculos para cuando pasen estos tiempos de pestes y plagas, aunque es muy probable que para entonces, ya su amistad me resulte hueca, prescindible.

Mi teléfono, intervenido con notoriedad aberrante, ha permanecido sólo en la agenda de un escaso número de suicidas. Un pintor virtuoso, un ingeniero budista, un fan del fútbol argentino en su silla de ruedas, y otro puñado de bayameses que, aunque temen quizás por sus propias existencias, temen más a sobrevivir sin la irreductible amistad que hemos sabido alimentar en tantos años.

Demasiadas calumnias han levantado ya en mi contra. Golpes sucios, infames, para los cuales siempre estuve listo, pero que no por ello dejan de sorprenderme, y que me llevan a cuestionarme por los límites de la degradación humana. Y yo sí me pregunto, Silvio querido, cómo un pueblo tan bueno ha podido parir un Gobierno tan malo. Un Gobierno revanchista, que no juega limpio. Un sistema que sólo admite fieles y que demoniza a enemigos.

Demasiadas preguntas deberán responderles a sus hijos, a sus nietos, los causantes de tanta barbarie y tanta exclusión social.

Por eso yo, que mantengo al filo del colapso nervioso a mis amigos, que he debido quitarles el sueño a mis familiares, que me he ganado la desaprobación de muchos por poner en riesgo mi estabilidad, mi seguridad personal, les pido a ellos perdón por mis actos, pero con humildad les confirmo: no cambiaría un solo segundo de estos últimos tres meses de mi vida, por toda la paz y toda la protección del planeta.

Y confirmo, además, para quienes me asumen como el enemigo –ellos no lo son míos: yo no tengo, dentro de mí, espacio para enemigos-, que tampoco con ellos haría tratos, tampoco con ellos cerraría negocios que incluyeran uno solo de mis artículos, una sola de mis palabras. Yo no negocio con mi verdad. Yo no soy un cerebro ni una pluma chantajeable.

El anhelo de reunirme nuevamente con mis familiares, que hoy viven en real libertad, es inmenso, y por él he estado dispuesto a casi todo. Excepto a amordazarme. Si el castigo final por ser consecuente conmigo mismo es la reclusión dentro de esta Isla verde, lo aceptaré con la dignidad de quien tiene aún mucho que hacer, mucho que escribir, mucho que vivir en este país que me hizo llamarme, con orgullo, cubano. Aceptaré quedarme de este lado del mar, con Patria pero sin amo.

A alguien que tiene el resguardo de los libros, de la música, de la escritura y del amor incondicional de su pareja; a alguien que conserva en su cofre de reliquias la amistad de los incorruptibles, de los sinceros; a alguien a quien Dios le regaló una espiritualidad inmensa para alimentarse en los tiempos duros, en el sufrimiento, en la muerte de los seres queridos y en los amigos que traicionan por monedas de plata; en resumen, a alguien que dentro sí mismo tiene el antídoto contra todos los odios, no se le puede reprimir ni se le puede amedrentar.

La libertad es un estado espiritual, dijo un Mahatma Ghandi al que no tendré palabras para agradecer el favor de regalarme esa máxima como premisa de vida. 


A tres meses y tanto de empezar a escribir este blog kamikaze, en el cual pongo cada vez lo mejor y lo peor de mí mismo, no titubeo en agradecerles a todos los que dedican 5 minutos de su tiempo a leerlo, y cuyas buenas energías llegan inevitablemente hacia mí; ni titubeo en agradecerme a mí mismo por tomar esta, la más acertada y comprometida decisión de mis pocos años de existencia.

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