EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
Intercambio de Moral, sin consultar al pueblo de Cuba
21 Oct
La desigualdad de condiciones en el eufemístico “intercambio cultural” que acontece hoy entre los Estados Unidos y Cuba, pareciera no alarmar a nadie.
Semana tras semana siguen arribando a suelo americano los artistas de este lado del mar, cargados de un talento notable, una comprensible excitación, y una voluntad de regresar a la Isla que, hasta el último segundo, es motivo de apuestas.
Semana tras semana aparecen en los medios estadounidenses nuevas caras de músicos, humoristas, gente pública y televisiva de la Isla, sin que a mi juicio esto haya generado un análisis serio y trascendente sobre la política entre ambas naciones.
¿Cómo yo lo veo?: unos y otros se hacen la vista gorda, y los artistas de acá desfilan por la nación “enemiga” sin que el hecho obtenga repercusión nacional en Cuba, ni planteamientos o condicionantes por parte de Estados Unidos.
La prensa cubana -¿qué otra cosa esperar?- no se ha enterado de este flujo considerable. Con una sola excepción: para ponderar la actitud de un Silvio Rodríguez que, en pleno New York, reclamó libertad inmediata para los Cinco Cubanos elevados por unos a la categoría de héroes, y para otros, cualificados como espías de libro de texto.
Quien no ha pasado hoy por escenarios yankees, es porque sigue en cola, o porque los facultados para otorgar el Permiso de Salida no le consideraron “confiable”.
El número de los privilegiados es cada vez creciente. Desde la Charanga Habanera hasta Los Van Van. Lo mismo el dúo Buena Fe que el trovador Carlos Varela y el multifacético Edesio Alejandro, han salido en shows televisivos, o han encontrado espacios para promocionar sus productos audiovisuales.
Antes, mucho antes había llegado a Miami Paulito FG, con el salvoconducto de su ciudadanía italiana, y había generado una polémica bizantina con su declaración televisiva de fe hacia el Comandante.
Luego supimos, también, de un Amaury Pérez que, no conforme con exhibir el extraño privilegio de una antena satelital en un país donde esto va contra la ley, se tomaba un par de días con familiares y amigos de la Florida. De paso, concedía al periodista Jorge Ramos una entrevista sobre la cual, párrafos más abajo, volveremos con gran interés.
Llegan los humoristas Osvaldo Doimeadiós y Carlos Gonzalvo, y encuentran centros nocturnos, programas de televisión, titulares mediáticos.
Y para que el apelativo de “intercambio cultural” suene a justo y no a farsa, el Gobierno de la Isla permite que el jazzista americano Winston Marsalis se presente en La Habana con notoriedad nacional. Dentro de poco arribará también el American Ballet Theater.
El desbalance del quid pro quo es de matemática primaria. Sin embargo, un primer aspecto llama la atención más aún en esta provechosa circunstancia que, bajo el Gobierno de George W. Bush, fue sacada de agenda de forma permanente: todos se han olvidado de aquellos que más anhelan formar parte del “intercambio”. Todos se han olvidado de los artistas residentes en Miami.
A pesar de las constantes solicitudes de cantar en su Patria, no han sido “intercambiados” ni el talentoso Amaury Gutiérrez ni el salsero que, sin discusión, ha sido emblema de los bailadores cubanos: Willy Chirino. Tampoco han figurado en el arreglo Bebo Valdés ni Arturo Sandoval.
No han sido intercambiados ni Pancho Céspedes, ni Alexis Valdés, Daisy Ballmajó, y ni siquiera celebridades cinematográficas como Reynaldo Miravalles y Carlos Cruz.
El listado sería interminable. Todos podrían aportar un nuevo nombre, una nueva figura que se estremecería de emoción ante la posibilidad de volver no sólo a cantar o actuar en su tierra natal, sino a sencillamente reencontrarse con sus orígenes.
Y esto implica una irresponsabilidad e insensibilidad que involucra a los gobiernos de ambas naciones, por primera vez de acuerdo en un punto agridulce: negarles a los artistas cubanos que residen en Miami el reencuentro con su público original.
Cada gobierno ha tomado su cuota en la confabulación:
El establishment de la Isla alaba y magnifica al Silvio que cantó en el Carneige Hall, por denunciar la “injusta prisión de los Cinco”, y por confirmar su apego inalterable a la Revolución Cubana. Sin embargo, en una de esas contradicciones inherentes al mismo sistema, los portavoces oficiales afirman que no podrían admitir a Willy o la Estefan en los escenarios de Cuba, porque estos personajes vendrían a hacer política y a provocar. Pasmosa y sobrecogedora manera de morderse la cola.
Por su parte, el Gobierno de Obama ha posibilitado un intercambio fantasma sin poner condiciones ni exigir igualdad de oportunidades. Y esto, en política, es un descalabro imperdonable.
¿Cómo entender que el autor de “Unicornio”, paradigma del proceso revolucionario cubano y el brillante músico de todos los actos oficiales, consiga –aplaudiblemente- su necesaria Visa, pero que ello ni implique un viaje de, por ejemplo, Pancho Céspedes a su país? ¿Por qué en lugar de negociar las características de este intercambio, lo que ha sucedido hasta ahora es una admisión casi incondicional de los “envíos” de La Habana?
Gris, demasiado gris matizando la realidad.
Por otra parte, el elemento más execrable de la “invasión cultural” cubana hacia los Estados Unidos, es la adaptación de discursos y la suplantación de la moral que muchos han efectuado una vez aterrizados a suelo miamense.
Resulta que, si atendíamos a las declaraciones que el trovador (devenido presentador televisivo) Amaury Pérez ofrecía a Jorge Ramos en aquella controversial entrevista, el hijo de Consuelito Vidal era un intelectual que, a pesar de su compromiso revolucionario, destacaba por sus críticas y sus discrepancias con el modelo oficial de este país.
En ese programa, los cubanos nos enteramos de que Amaury desaprobaba la Carta Blanca, firmaba por teléfono la Carta Negra apoyando el fusilamiento de algunos de sus conciudadanos, y apostaba por cambios serios en la manera de dirigir este país.
A su regreso a Cuba, el Amaury en quien admiro un carisma desmedido y una voluntad de siempre diálogo, regresaría también a su silencio político, su docilidad intelectual.
Otro caso de espanto fue el de David Calzado, director de la Charanga Habanera, cuando excediéndose en oportunismo y cambiando de piel con camaleónica facilidad, “varió ligeramente” la letra de una de sus populares canciones durante su gira norteamericana.
En lugar de satirizar el sufrimiento de la nostalgia, la añoranza de quienes hoy no viven con los suyos, mediante aquel estribillo que rezaba “Tú llorando en Miami, yo gozando en La Habana”, el comerciante Calzado decidió conquistar a tirios y troyanos con un “Tú gozando en Miami, yo gozando en La Habana”.
De vuelta al hogar, en su cómoda capital, la canción no volvería a ser cantada de aquella manera, so pena de censura oficial.
Entonces, ¿en qué medida ha constituido un verdadero intercambio, y hasta dónde una flexibilización americana que ha discriminado a unos, los llenos de amores y nostalgias, y ha permitido que otros, arribistas e inescrupulosos donde los haya, se incluyeran en un mercado al que hipócritamente desprecian desde la otra orilla?
Sin una política atinada y sobria en este sentido, no podrá hacerse justicia a tanta cultura segregada y limitada por parte de dos gobiernos antagonistas.
Yo celebro la visita de mis hermanos a la nación que también visitó Martí, y que protegió a Varela. Yo abogo porque todos, honestos y oportunistas, talentosos y mediocres, Los Aldeanos y Sara González, Isaac Delgado, Manolín y Paulito FG, puedan expresar su arte en cualquier país del orbe sin que unas limitantes ideológicas pongan freno a sus expansiones.
Pero abogo, como premisa fundamental, porque la oportunidad de presentarse en escenarios allende a los mares les toque la puerta a todos, no sólo a los virtuosos de este lado del agua, y mucho menos que sea un privilegio destinado a los que intercambian la moral cuando también el suelo les cambia bajo los pies.
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