The Economist | Las generaciones que han seguido a la de Payá tienen un compromiso con el futuro de Cuba: constituirse como la nueva oposición
El pasado 23 de julio, el diario oficialista Granma —el órgano informativo del gobierno cubano— ofreció a sus lectores una noticia fuera de lo común que reseñaba un “lamentable” accidente de tráfico cerca de la oriental ciudad de Bayamo. Las carreteras cubanas están realmente mal delimitadas, mal iluminadas y llenas de baches peligrosos, razón por la cual los accidentes automovilísticos fatales son muy frecuentes. Sin embargo, no suelen reportarlos en los medios de comunicación.
La importancia de la breve historia —detalló que un carro de alquiler se salió de la carretera y chocó contra un árbol— probablemente habría pasado inadvertida para la mayor parte de los lectores del periódico, de no ser por el nombre de uno de los fallecidos, a quien mencionaron simplemente como “Oswaldo Payá Sardiñas, residente de La Habana“. Payá, quien fuera reconocido como el disidente más prominente y reflexivo de su generación en Cuba y nominado dos veces para el Premio Nobel de la Paz, murió como un desconocido en un país donde todavía la mayoría de la información es controlada por el gobierno de Raúl Castro.
Los disidentes cubanos se han apresurado a sugerir que hay algo turbio en torno al accidente, a pesar de que el conductor del vehículo, Ángel Carromero, dice que fue un accidente. Dos de los hijos de Payá refirieron los testimonios de los pasajeros supervivientes, quienes en un principio dijeron que el accidente se habría producido porque un camión empujó el vehículo y lo sacó de la carretera, tras lo cual se produjo el choque contra el árbol. Payá ya había dicho en varias ocasiones que recibía amenazas de muerte, y una de ellas aseguraba que lo matarían “antes de que el régimen hubiera terminado”.
Sin embargo, habría sido un momento poco propicio para eliminar a un disidente de 60 años de edad, que se había convertido en una figura mucho menos importante en los últimos años. Payá era un devoto católico, cuyas creencias religiosas lo pusieron en conflicto con el gobierno marxista de Fidel Castro en la década de 1960. Pasó tres años en un campo de trabajos forzados por negarse a transportar a los prisioneros durante su servicio militar.
Su estrategia de combate contra el gobierno castrista fue siempre pacífica y meticulosamente planificada. A finales de la década de los 90 impulsó el Proyecto Varela, cuyo objetivo era recolectar firmas para impulsar un proyecto de ley que abogaba por incluir en la constitución cubana de 1976 reformas políticas en favor de mayores libertades individuales, tales como una prensa libre, elecciones libres y la libertad de creación de empresas privadas. El proyecto se basaba en el artículo 88 de la constitución, que permite a los ciudadanos proponer leyes si 10.000 electores registrados presentan sus firmas a favor de la propuesta. Para el año 2002, Payá había recogido más de 11.020 firmas que entregó a la Asamblea.
No obstente, su sugerencia no fue considerada. En claro desafío, Fidel Castro propuso cambiar la constitución para hacer “permanente” su naturaleza socialista. En 2003, el día en que comenzó la guerra de Irak, muchos de los que habían trabajado en el Proyecto Varela fueron detenidos y encarcelados.
Payá no fue a dar a la cárcel debido a que gozaba de una importante reputación internacional. La Unión Europea le otorgó el prestigioso premio Sájarov a la libertad de pensamiento. Además, se convirtió en una figura necesaria para las relaciones diplomáticas de Europa y América en La Habana (siempre se opuso al embargo estadounidense a Cuba). De hecho, algunos diplomáticos se preguntaban abiertamente si algún día Payá podría ser un líder post-Castro.
Pero esto no sería posible: su religiosidad siempre fue mucho más fuerte que su ambición política. En los últimos años, Payá parecía haber perdido la energía para continuar con su lucha contra los hermanos Castro. Por su parte, las autoridades cubanas se encargaron de que su nombre nunca fuera reconocido ampliamente.
A su funeral en La Habana asistieron los principales miembros de la Iglesia Católica en Cuba, y docenas de otros críticos del gobierno de Castro, incluida la bloguera Yoani Sánchez, quien ahora recibe los aplausos internacionales que una vez recibió Payá. Durante el funeral, la policía cubana detuvo a quienes se pronunciaron contra el gobierno.
Con la muerte de esta poderosa voz disidente, las generaciones que han seguido a la de Payá, y las que están por venir, tienen un compromiso con el futuro de Cuba: constituirse como la nueva oposición.
THE ECONOMIST |Traducción: Vanessa Peña |@ElPoliticoWeb