Censura y napoleones americanos
'Granma' noticia la muerte de Oswaldo Payá Sardiñas pero...
Los cubanos, que usan el humor todos los días para criticar el totalitarismo, repiten, demasiado a menudo en sus tertulias protegidas por la intemperie, la broma de que si Napoleón Bonaparte hubiera dispuesto del diario Granma como vocero de su imperio el destello de su gloria póstuma sería diferente. Nadie, dicen por allá, se hubiera enterado del embarazoso asunto aquél de Waterloo y de la soledad en la isla Santa Elena.
Es un chiste surrealista y viejo que los ciudadanos se han trasmitido de una generación a otra desde la década del 60 del siglo pasado. No se reitera para provocar la risa o divertir a los tertulianos. Es parte de un ritual para asumir el sabor amargo de la censura. Los fórceps de la referencia histórica tienen en las puntas más rabia que sutileza.
Esta semana ha vuelto a la actualidad de la Isla, con su carga de frustración, la supuesta aspiración napoleónica. Regresó cuando Granma, órgano del Partido Comunista de Cuba, anunció en una nota de página interior que en un "lamentable accidente de tránsito" había falleció "el ciudadano Osvaldo Payá Sardiñas, residente en La Habana".
Ni unas líneas para que se reconociera en el hombre muerto a un líder político de 60 años que dedicó más de la mitad de su vida a trabajar pacíficamente por la libertad y los derechos humanos en su país. Ni un párrafo para el único habitante de la Isla que fue propuesto cinco veces para el Premio Nobel de la Paz.
No hubo espacio para la despedida multitudinaria que le dieron a Payá durante su velorio y en la ceremonia del entierro. Como no hallaron sitio tampoco en su panfleto para los episodios de violencia policial en la entrada del cementerio de Colón.
El menosprecio por la figura del dirigente democristiano es solo parejo al que se le dispensa a los lectores y al periodismo.
Quizás utilizar para la broma las improbables pretensiones del francés fue un alarde barato de imaginación. Pero el Granma sigue ahí. Y en América Latina viven hoy varios pequeños napoleones que sueñan con ese diario único. Y trabajan para tenerlo.
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