El cubano que protestó durante la visita del Papa vive en EEUU
         Andrés Carrión Alvarez dice que dependía de él romper la imagen de  paz y orden que los agentes de seguridad cubana impusieron sobre la isla  cuando el Papa Benedicto XVI ofició el año pasado una misa en Santiago  de Cuba.
“No podía permitir eso, que la prensa internacional que  estaba ahí pensara que todo estaba bien”, dijo Carrión, el hombre que  fue captado en un memorable video en el que gritaba “Abajo el comunismo”  antes de la misa, y que fue golpeado, arrastrado y sacado del evento  por agentes de seguridad vestidos de civil.
Carrión, de 41 años, y  su esposa, la doctora Ariouska Galán, de 38, recibieron visas  estadounidenses de refugiados y llegaron el 21 de noviembre a  Chattanooga, Tennessee, donde han estado llenando sus papeles para  solicitar permisos de trabajo, números de Seguro Social y chequeos  médicos.     
     Al principio ellos tenían algunas preocupaciones  sobre la sociedad  capitalista “infestada de crimen y racismo”, como tradicionalmente ha  sido descrito Estados Unidos por los medios informativos  oficiales de  Cuba, pero encontraron que la ciudad era segura. 
“Los estadounidenses sonríen mucho”, dijo Carrión. “Incluso dicen ‘discúlpeme’ cuando se dan contra una persona”.
“Y te atienden muy bien en los comercios, no como en Cuba”, agregó.
Su  página de Facebook lo muestra usando guantes y una gorra, abrazando a  un Santa Claus y admirando a un reno en la vidriera de una tienda.
“Pero  más que todo respiro libertad, un aire de libertad increíble”, dijo  Carrión a El Nuevo Herald en su primera entrevista desde que dejó Cuba.
Toma de conciencia
Eso  no era lo que respiraba en Cuba después de su famoso desbordamiento  emocional minutos antes de que Benedicto comenzara su misa el 26 de  marzo del 2012 en Santiago, en la primera escala de una visita de tres  días, la primera gira papal en el país de gobierno comunista desde que  Juan Pablo II estuvo allí en 1998.
Funcionarios del gobierno  amenazaron con matarlo, despidieron a su esposa de una clínica pública y  los expulsaron del apartamento encima de la clínica. Dos infiltrados de  la Seguridad del Estado trataron de acercársele. Y un auto del  Ministerio del Interior pareció tratar de arrollarlo.
Carrión dijo  que no estaba activo en grupos disidentes antes de su explosión  emocional. Un terapeuta físico que vivía tranquilamente con su esposa en  Santiago, la segunda mayor ciudad de Cuba, había sido despedido de su  trabajo como parte de las medidas de austeridad del gobierno y se  encontraba desempleado.
“Era una persona normal, con algunas  inquietudes políticas, pero entonces poco a poco empezó un alza en mi  conciencia política”, dijo en una entrevista telefónica desde  Chattanooga.
Se dio cuenta que tendría la oportunidad perfecta  para criticar públicamente al gobierno cuando se anunció que Benedicto  oficiaría una misa en Santiago - un evento al que seguro asistirían los  medios internacionales de noticias y las élites gobernantes de Cuba,  pero no los disidentes.
Un desconocido
Carrión  estaba en lo correcto. Siguiendo sus usuales procedimientos, la policía  detuvo a cientos de disidentes y bloqueó sus celulares durante la  visita de Benedicto, para asegurar que no pudieran estar cerca de las  actividades del Papa en Santiago y La Habana.
“Yo aprovecho que en  ese momento soy una persona desconocida en el mundo político”, dijo.  “Si no, no hubiera podido llegar a ese punto”.
Carrión dijo que le  entró miedo en la mañana del 26 de marzo y casi abandona su plan. Pero  llegó a las 11 a.m. a la Plaza de la Revolución Antonio Maceo y se  aseguró un lugar lo más cercano a la barandilla de seguridad antes de la  misa esa tarde.
La seguridad era estrecha, pero no abrumadora.  Quizás los guardias “no creían que alguien… tendría la osadía de hacer  algo tan peligroso”, dijo Carrión. En una visita previa a la plaza,  Carrión vio francotiradores apostados en edificios cercanos.
El  Papa todavía no había llegado al altar cuando alguien con el micrófono  pidió un minuto de silencio por algo —Carrión estaba tan nervioso que no  recuerda qué. Pasó la barandilla de seguridad y corrió hacia el altar  gritando con toda la fuerza que le daban sus pulmones.
Carrión  recuerda haber gritado “Abajo el comunismo” y “Abajo la dictadura de  Castro”, así como “los cubanos no son libres. No se dejen engañar. Somos  esclavos”.
Los videos de televisión lo muestran cuando es  golpeado por varios simpatizantes del gobierno, incluyendo un hombre que  usaba un chaleco de la Cruz Roja Cubana y llevaba una camilla plegada,  antes de que agentes vestidos de civil lo sacaran de la vista de las  cámaras.
La detención
Un agente  de seguridad lo esposó entonces apretadamente, lo lanzó en un auto del  Ministerio del Interior y le amenazó que el exabrupto gesto “me iba a  costar la vida”, dijo Carrión. “Me dijo ‘Yo mismo te voy a dar un tiro  en la cabeza’... Yo pienso que yo ya no salgo de esto vivo”.
Pero  el comportamiento de sus captores cambió 180 grados después que lo  llevaron a Versailles, un temido centro de interrogación de la Seguridad  del Estado en Santiago, y llegó un alto oficial al lugar para hacerse  cargo del caso.
Los guardias le ofrecieron comida, le dieron una  silla y le preguntaron si tenía buena salud en general, dijo Carrión. Le  hicieron pruebas de alcohol y drogas, llamaron a un psiquiatra y le  dijeron que “la revolución era benevolente”.
Estaba claro que  ellos no querían darle una razón para que, después de que lo dejaran en  libertad, se quejara por la forma en que lo trataron.
Fue acusado  de desorden público pero nunca lo juzgaron, y fue puesto en libertad  después de pasar 18 días en Versailles y firmar una promesa de no dar  entrevistas a los medios de comunicación y no usar “palabras nocivas”  contra los dirigentes cubanos. Pronto violó todas sus promesas.
Cuando  tomó el taxi que lo llevó a su casa desde Versailles, el chofer le  preguntó por qué había estado en el centro y le dijo que el viaje era  gratis. Sus vecinos estaban claramente aterrorizados de que los vieran  con él, dijo Carrión, pero le ofrecieron apoyo en secreto.
“Me  mandaban papelitos por la noche o me visitaban de noche”, dijo Carrión.  Le pidieron que les avisara sobre cualquier cosa que necesitara, como  dinero o arroz, agregó, “pero siempre a través de otra persona de  confianza, no en persona”.
Comienza el acoso
Mientras tanto, los servicios de seguridad de Cuba continuaban siguiéndolo de cerca.
Carrión  dijo que mientras estuvo en Versailles, el abogado de Santiago y  “disidente” Ernesto Vera urgió a Galán a que lo nombrara como el  representante exclusivo de su esposo y le dejara a él todos los  comentarios públicos. Ella se negó a hacerlo y la organización disidente  Unión Patriótica Cubana (UNPACU) dijo posteriormente que tenía pruebas  de que Vera era un colaborador de la Seguridad del Estado. Vera ha  negado esa acusación.
Al cruzar una calle de Santiago con un  amigo, un auto del Ministerio del Interior, a cargo de la Seguridad del  Estado, pareció salirse de su camino para tratar de atropellarlo, dijo  Carrión. Agentes de la Seguridad le preguntaron a sus vecinos el nombre  de su dentista.
En pocos días, una turba organizada por el  gobierno, de unas 500 personas, se presentó afuera de su apartamento  para un “acto de repudio” contra la pareja. Galán fue despedida al  próximo día y se le ordenó a la pareja que desalojara el apartamento  propiedad del gobierno.
Carrión y Galán, quienes no tienen hijos,  se mudaron con los padres de ella al pueblo de Palma Soriano, 18 millas  al noroeste de Santiago. Y los agentes locales de Seguridad del Estado  también trataron de envenenar el ambiente de ese sector contra ellos.
“El  mismo día en que llegué la Seguridad les dijo (a los residentes de  Palma) que había llegado un terrorista de los más malos”, dijo Carrión.  Al principio los residentes “prácticamente ni me saludaban, pero poco a  poco se dieron cuenta que yo no era ningún monstruo”.
Carrión se  unió a la UNPACU y viajó varias veces a La Habana para contar su  historia en las misiones diplomáticas de Estados Unidos, Canadá y España  en reuniones arregladas por Elizardo Sánchez, jefe de la Comisión  Cubana para los Derechos Humanos y la Reconciliación Nacional.
El exilio
Pero la vida de Carrión se hacía cada vez más difícil.
Un  miembro de UNPACU sospechoso de ser un colaborador de la Seguridad del  Estado se presentó en su casa repetidamente para preguntar sobre  cualquier protesta planeada. Galán sintió que era vigilada en casi todas  los lugares que visitaba.
Ambos estaban desempleados, pero no  querían entrar en las estrategias semilegales que usan la mayoría de los  cubanos para poder llegar a fin de mes, al saber que la Seguridad del  Estado podía encarcelarlos por un “delito común” usando la menor excusa  como pretexto.
“Mi familia estaba pasando hambre”, dijo Carrión.
La pareja decidió solicitar asilo político en Estados Unidos, y lo obtuvo en dos meses.
Vivir  en el exilio es difícil, y también aprender inglés, dijo Carrión. El y  su esposa no han decidido aún qué harán o dónde vivirán eventualmente,  pero él ha estado en contacto con algunos de los grupos anticastristas  en Miami.
“Lo único que sé”, dijo Carrión, “es que no voy a dejar de trabajar por la libertad de mi país”.  
 
 
 
 
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