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martes, 1 de febrero de 2011

Un Excelente Articulo!: Los Faraones de mi Egipto por Ernesto Morales

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
 Por Ernesto Morales. Bayamo Cuba


Explotan las arenas del mundo, revientan los inconformes. Turbamultas de obreros mal pagados, hartos de mentiras y promesas vacuas, recuerdan que los gobiernos no tienen más poder que el que sus súbditos decidan otorgarle, y dicen: “Basta ya”. Dicen: “Fuera los tiranos”. Fuera los sátrapas perpetuados, que nos han hecho de nuestro país una comarca de malvivir. Una tierra sin felicidad.

Explota Túnez, primero, y un efecto dominó se vuelca sobre países múltiples. Yemen, Argelia, Jordania. Y ahora Egipto, cuna de la humanidad, que amenaza con extirpar el cáncer Mubarak a fuerza de protestantes.

Que Dios no le tenga en la gloria: hombres como el rumano Ceaucescu saben de qué hablo cuando digo fuerza popular. El mundo se mueve, los aplastados se sacan las botas de encima, deciden no ser más piezas. Deciden decidir por sí mismos. Ha pasado muchas veces. Seguirá pasando, por ley terrestre o divina.

Mientras tanto mi Isla, silenciosa como la balsa de piedra de Saramago, flota incólume. No se sacude a nadie de encima. No recuerda que alguna vez, allá por 1930 –cuando éramos tan dignos- extirpó al asno con garras de Machado, y que veintinueve años después, nuevamente ejercería su derecho a la inconformidad, y barrería al tirano Batista, causante de tantos males, a quien Dios, como a Ceaucescu, tampoco le tenga en la gloria.

Me preguntan, unos: ¿por qué no en Cuba? Al igual que yo miran la tele, escuchan las demandas de los egipcios volátiles. Escuchan, por ejemplo: “Nos cansamos de mentiras, de miseria. Llevamos décadas aguantando al dictador Mubarak que ha arruinado este país.” Escuchamos a los académicos egipcios decir: “Yo soy abogado y vivo como un pordiosero. Gano 60 dólares al mes, y solamente la renta me cuesta 75”. Y no podemos evitar que la asociación con nuestra Isla sea inmediata.

Los he escuchado, todos los argumentos de los egipcios. Y no creo que haya uno solo, repito: uno solo, que no se aplique a mi país.  La misma hambre y desesperanza, el mismo hastío por un gobierno inepto; los salarios bajísimos que no alcanzan ni para subsistir, la corrupción subterránea que, para advertirla, basta asomarse el nivel de vida de la clase dirigente; y ahora, colmo de ironías, también Cuba se suma a la lista de países con altos índices de desempleo.

Y entonces surge, inevitable, la pregunta mordaz: ¿Por qué no en Cuba?

Si tuviera que responder, empezaría por apuntar una sutil realidad: el control de la información, en mi país de sosiego, es aberrantemente más fiero que en países como los que hoy se han amotinado. Para quienes no le atribuyen a la información demasiado protagonismo, les sugiero responderse, entonces, por qué el paso inaugural de todas las dictaduras clásicas de la Historia ha sido apoderarse de los medios de comunicación.

Miren los indicios, los pasos en la nieve que dejan rastros de intención y nos permiten comprender la realidad: el diario Granma acaba de publicar el artículo “Cadena de Ilegalidades” de la periodista (sic) Anaysi Fernández. Un triste escrito que les recuerda a los cubanos que pretender la información no clasificada por el Estado, pretender la televisión por cable a través de una antena parabólica clandestina, seguirá siendo un delito sobre el cual caerá todo el peso de la ley.

Claro y sin ambages lo dice la periodista (sic) oficial cubana: “Por las emisiones televisivas ilegalmente distribuidas, llegan a diario mensajes desestabilizadores e injerencistas, ajenos a los valores culturales que dignifican al ser humano”. Pongan una marca sobre el adjetivo “desestabilizadores”, que nos dice mucho.

Como nos dice mucho, también, que la sociedad financiera Rafin regresara la única empresa de telecomunicaciones de Cuba (ETECSA) a manos puramente estatales, luego de comprarle a la italiana Telecom su participación del 27% en el negocio de la telefonía cubana.

Traduzcamos esto a la praxis: por 706 millones de dólares el Gobierno cubano ha adquirido el control absoluto de la telefonía nacional, fija y celular, sin la inofensiva pero siempre preocupante observancia de los socios italianos. Si antes, apenas ocurría un incidente “desestabilizador” en alguna zona del país, los celulares de algunos ciudadanos “inquietos” dejaban de funcionar -el mío entre ellos-, el panorama de hoy pinta más desolador.

Pongamos en el otro plato de la balanza, entonces, el método preparativo de esta revuelta descomunal en Egipto: comunicación vía Twitter, Facebook. Coordinación Made in Internet, donde las voces son más libres y los censores más ineptos.

Por eso en Cuba no hay libre internet. Y por eso el flamante cable de fibra óptica -¡ah, tema jugoso para este blog!- desde la Venezuela bolivariana hasta la santiaguera playa Siboney, antes que para liberar a los cubanos, antes que para conectarlos al mundo, servirá para asfixiarlos de incomunicación. Desde hoy pongo mi apuesta. Y me encantaría perder.

Por eso en Cuba todos los teléfonos preocupantes son intervenidos, las conversaciones son grabadas. Por eso la televisión internacional debe ser bloqueada con efusividad, y sus mensajes libres, mensajes de individualidad donde coexiste lo frívolo con lo profundo, lo banal con lo enriquecedor, debe ser contrarrestada aunque para ello sea preciso eliminar el espacio radioelectrónico. Saben lo que está en juego: la supervivencia del sistema.

Hay otros factores a valorar en este juego de especulaciones. Hay más frutas en la canasta, de más o menos peso, para aquilatar las diferencias entre una Isla angustiada pero dócil, y otras naciones hoy enfurecidas por el hambre de democracia y bienestar.

Desde factores de psicología social (el cubano de hoy persiste en la idea de que nada se puede hacer, nada puede cambiar su realidad) hasta una superioridad indudable del establishment de mi país en el empleo de la represión pre-delictiva: es decir, no esperar a que sucedan las revueltas para sacar los tanques a la calle. En el caso de Cuba, los tanques son invisibles, pero jamás han dejado de estar: “Las calles son de Fidel. Las calles son de los revolucionarios”. Que nadie se atreva, ¿ah?

Pero si con algún argumento básico, medular, definitorio, me tuviera que quedar en el empeño de comprender lo casi incomprensible, la inmutabilidad de algunos oprimidos ante el estallido de muchos otros, diría: los faraones de mi Egipto supieron que aislar a sus esclavos del mundo, incomunicarlos, era vencerlos. Y nos guste o no, sus resultados siguen siendo magistrales.

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