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martes, 22 de febrero de 2011

Bello Homenaje. Los gansos del castrismo

De cómo Orlando Zapata Tamayo venció a los gansos de La Habana

Jorge Ferrer - 23/02/11


Categoría: Oposición, e-cuba | Etiquetas: Memoria
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En el campo de exterminio de Sobibor los alemanes implementaron un peculiar sistema para esconder sus crímenes. Los campesinos de las aldeas vecinas solían trabajar muy cerca de las alambradas y había que silenciar a los condenados que eran conducidos a las cámaras de gas cuando lloraban e imploraban clemencia, conscientes de repente de la suerte que les esperaba. Evitar que se supiera lo que ocurría dentro del perímetro cercado.

El método, como es sabido, consistió en la cría de unos trescientos gansos en improvisada granja estratégicamente ubicada junto a la cámara de gas. Cada vez que los condenados avanzaban hacia la muerte, unos chiquillos —también prisioneros— asustaban a los gansos y estos armaban crispado revuelo que silenciaba a golpe de graznidos los lloros de las víctimas. Así, nadie sabía del horror fuera del campo.

Hoy se cumple el primer aniversario de la muerte de Orlando Zapata Tamayo, cuya muerte en prisión quiso ser silenciada mancillando su nombre. A ello se aplicaron con celo los gansos de La Habana. ¡Cómo graznaron, madre mía! Los Manuel Lagarde, los Enrique Ubieta, los Miguel Barnet, los Edmundo García… ¡Cómo se esforzaron en silenciar la muerte de Orlando Zapata todos esos gansos! ¡Cuánto buscaron ensuciar el nombre de quien se dejó la vida en una prisión de los hermanos Castro, indoblegable porque tozudo, tozudo porque indoblegable!

Un año después, Lagarde, Ubieta, Barnet, García continúan graznando para silenciar las voces de las víctimas. Graznidos los de esos gansos que reciben desprecio unánime. Nombres, los suyos, que seguramente —y con la excepción de Barnet— apenas un puñado de los lectores de este blog conocen.

Y mientras, Orlando Zapata Tamayo crece como una de las víctimas de un régimen penitenciario cuyo martirio ayudó a aliviar la suerte de muchos otros. Porque ya no hay graznido de asalariado ganso de una tiranía que consiga acallar el testimonio de quienes la padecen, incluso hasta la muerte.

¡En paz descanse Orlando Zapata Tamayo!


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