Juegan con fuego en America Latina

Carlos Alberto Montaner
En América Latina el peligrosísimo juego es a tres bandas: Irán,
Venezuela y Brasil.
Irán pretende convertirse en la cabeza del mundo islámico. Para ello,
los persas necesitan armas nucleares y forjar un variado frente
internacional de apoyo que compense la ojeriza que despiertan en el
mundo árabe. Descubrir, por los wikileaks, que Arabia Saudita les
pedía a los norteamericanos que destruyeran las instalaciones
nucleares iraníes antes de que fuera demasiado tarde, seguramente los
preocupa.
Dentro de esos planes hay que situar el violento antiisraelismo y
antisemitismo propiciado por Irán. Es, suponen, una causa que
galvaniza al mundo islámico. Liderarla coloca al régimen de los
ayatolas al frente de ese revuelto amasijo de petróleo y dictaduras
que conforman el universo mahometano. Por eso pagan, adiestran y
alientan sin recato a los terroristas de Hezbolá. Teherán no quiere
ocultar su apoyo a esta organización empeñada en destruir a Israel y
"echar a los judíos" al mar. Ni siquiera desea evitar que se sepa que
sus diplomáticos en Buenos Aires demolieron la AMIA y mataron 85
inocentes. Quiere que se conozca. En el enrarecido mundillo del
radicalismo islámico ese crimen le proporciona un raro prestigio.
Hugo Chávez persigue fines paralelos. Busca para sí mismo y para
Venezuela, con la dirección y la complicidad de La Habana, crear una
opción antioccidental parecida a la presentada por la URSS y sus
satélites hasta 1991, cuando desapareció el mundo comunista europeo.
Este delirante diseño surgió de las múltiples conversaciones
sostenidas entre Chávez y Castro tras el fallido golpe militar
venezolano de abril de 2002 y el verano del 2006, cuando el Comandante
enfermó gravemente.
Fidel, que vivía rumiando su frustración por la caída del Muro y el
fin del proyecto soviético de conquista planetaria, persuadió a Hugo
Chávez de que ese rol abandonado por los moscovitas podían y debían
desempeñarlo La Habana y Caracas porque el dilema era sencillo: "o se
expandía el proyecto revolucionario o el imperialismo norteamericano
lo asfixiaba". Hugo Chávez y no su hermano Raúl, demasiado pragmático
y realista, era el perfecto heredero para llevar adelante los planes.
Fue el cubano el que convenció al venezolano de que debían contar con
Irán y sus posibilidades de desarrollo nuclear. La posesión de armas
nucleares era vital para la supervivencia de esta nueva URSS que
estaban gestando, como demostraba el caso de Corea del Norte. Eran las
armas nucleares y los misiles capaces de lanzarlas lo que hacía
invulnerable al gobierno de Corea del Norte. Ese es el sentido último
de la frase públicamente pronunciada por Fidel en Teherán en el 2002:
Irán y Cuba podían poner de rodillas a Estados Unidos.
¿Cómo le paga su colaboración el eje Caracas-La Habana a Irán? Le paga
fomentando los lazos de la dictadura teocrática de los ayatolas con
países como Brasil, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Le paga con
estridentes muestras antisemitismo y antiisraelismo. Le paga
adquiriendo en el mercado internacional los componentes electrónicos y
equipos militares a los que Teherán no tiene acceso por el embargo de
la ONU. Le paga convenciendo a algunas ingenuas cancillerías
latinoamericanas que pongan presión sobre Israel reconociendo a un
Estado palestino que todavía no existe, y cuyo presunto territorio
está dividido entre dos grupos que se entrematan cada vez que pueden:
Hamas, en Gaza y Fatah en la antigua Cisjordania.
Brasil completa la carambola. Si la actual presidente sigue la senda
diplomática trazada por Lula da Silva, Brasil intentará convertirse en
el gran poder regional latinoamericano y en esa condición ocupar un
espacio permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, tal
vez junto a la India, que posee la misma aspiración de romper el
monopolio establecido tras la Segunda Guerra por las cinco potencias
de entonces.
Para ese fin, Itamaraty, la cancillería brasilera, no quiere ser la
sucursal de Estados Unidos en Sudamérica, sino convertirse en un poder
regional independiente, escorado a la izquierda, incardinado en un
sistema de alianzas con el Tercer Mundo, capaz de mostrarse muy
inquieto por la colaboración militar entre Washington y Colombia, pero
silente y complacido ante la presencia militar iraní en bases de
misiles instaladas en Venezuela.
Esa presencia militar iraní en Sudamérica ya tiene presupuesto y
nombres y apellidos. Lo reveló en Argentina el periodista Pepe
Eliashev tras haber contrastado fuentes de inteligencia usualmente
fiables. Teherán dedicará 4,500 millones de dólares a consolidar su
influencia en América Latina. Las operaciones quedarán a cargo de la
Fuerza Quds de acciones especiales. ¿Qué gana Irán con su presencia en
suelo americano? Muy simple: el propósito es responder desde América
Latina a cualquier ataque que sufra Irán en su territorio. Es el
clásico choque de trenes. Se ve venir. Lo que no se comprende es la
bovina pasividad de los gobiernos democráticos latinoamericanos ante
el conflicto al que están arrastrando al Continente. ¿No hay por ahí
una voz sensata que dé la alarma?
Via Firmas Press
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