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Las fuerzas productivas y sus ataduras
El mismo día que Marino Murillo apareció en la televisión explicando el potencial de prosperidad del modelo económico cubano, la secretaria del Partido Comunista en un municipio de Pinar del Río se reunía de urgencia con varios campesinos. La asamblea ocurrió en el poblado de San Juan y Martínez y se centró en el estado de emergencia agrícola por el que atraviesa el país. Entre otros temas la funcionaria exigió a los cooperativistas de la zona –dedicados especialmente al cultivo del tabaco- que sembraran más viandas y granos. “El país está en una situación de crisis alimentaria” aseguró, sin que eso provocara ningún revuelo entre quienes la escuchaban, pues el cubano común no recuerda ya otro estado que la crisis, la angustia y el colapso crónico. “Vayan sembrando que después irán llegando los recursos…”, se apresuró a decir antes quienes han escuchado más promesas sin cumplir, que cantos de sinsonte.
En un momento la asamblea cambió de rumbo y los convocados comenzaron a marcar la agenda del día. Llovieron entonces las quejas. Un productor de frutas explicó los impedimentos para hacer un contrato directamente con la fábrica La Conchita y comercializar así sus guayabas y mangos. En lugar de eso, debe vender la producción a la entidad estatal Acopio que a su vez se encarga de suminístrasela a la industria de pulpas y mermeladas. El intermediario oficial sigue existiendo y se queda con la mayor tajada económica, aseguró el agricultor. Por su parte, un juego de alambre de 400 metros para cercar terrenos le cuesta a una empresa agrícola estatal unos 80 pesos (3,30 USD); mientras que el campesino afiliado a una cooperativa puede llegar a pagar por igual cantidad del mismo producto 600 pesos (25 USD). Un saco de cemento –indispensable a la hora de ampliar las instalaciones de una finca- tiene un valor máximo de 20 pesos (0,83 USD) para la granja estatal y de 120 pesos (5 USD, precio minorista, para el cooperativista.
Cuando las relaciones de producción se convierten en una camisa de fuerza para el desarrollo de las fuerzas productivas entonces dichas relaciones tienen que cambiar. Así rezaba una de las conclusiones marxistas que más estudiamos en el preuniversitario y en la universidad. De ahí que al cotejar las declaraciones de Marino Murillo con los testimonios de varios campesinos y el desastre agrícola que nos rodea, sólo queda concluir que el actual modelo económico se comporta como un abrazo mortal para el desarrollo y la prosperidad de Cuba. No sirve de mucho que los funcionarios nos digan que ahora sí, que la bonanza y el progreso están a la vuelta de la esquina. Si el hombre en el surco se mantiene atenazado por el absurdo, quienes establecen tantas restricciones deben quitarse del medio y dar paso a otros que lo hagan mejor.
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