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viernes, 21 de junio de 2013

Cubanet. Cenicientas en la playa. Doy Fe que es así


EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS
 GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

Cenicientas en la playa

LA HABANA, Cuba, 20 de junio de 2013, Reinaldo Cosano Alén/ www.cubanet.org.- Unas doce bailarinas de Cayo Coco, al norte de la provincia Ciego de Ávila, lo mismo que en otros centros turísticos, sufren sus tragedias personales, semejantes a la de Cenicienta, esperando conquistar al Príncipe casadero  que las libre  de la humillación y opresión de sus malvadas madrastra y hermanastras. Con igual esperanza de matrimonio están las bailarinas cubanas a la espera del turista extranjero .

Edelmis Olano Fernández, de 30 años,  residente en Guanabo, al este de La Habana, estuvo alojado recientemente en el hotel Laguna Azul, en Cayo Coco, y sostuvo esporádicos intercambios de palabras con varias artistas, aunque, aclara, hay también varones, parte del elenco, con iguales intenciones.  Edelmis trasladó parte de estas historias al periodista.

Ivette, [nombre supuesto], de 23 años, es bailarina, madre soltera con un hijo de tres años atendido por la abuela y unas tías en la distante provincia Camagüey, a quienes ayuda en los gastos con su pobre salario. Lleva una vida triste detrás de las candilejas de la farándula. Su narración:

Ningún artista tiene trabajo fijo, es por contratación. Si cometemos alguna falta o por cualquier capricho de la gerencia, o no damos la talla, recibimos la patada, quedamos sin trabajo, sin derecho a reclamación. Ni sindicato ni nadie que nos proteja. Está absolutamente prohibido relacionarnos con los huéspedes. Si el huésped, casi todos extranjeros, se dirige a una,  tenemos que responder con monosílabos y apartarnos. Ni por asomo compartir un trago, un refresco, un paseo fuera del hotel, por la playa o sentarnos a conversar. El reglamento del hotel para los trabajadores y así en nuestros contratos es muy estricto. Además, están las cámaras vigilándonos siempre, captando cada movimiento. Desde niña me atrajo la música, el baile. Estudié en una escuela de danza. Me imaginaba bailando en escenarios de La Habana, de grandes ciudades del mundo. Mi sueño quedó reducido a Cayo Coco, ni siquiera un trabajo fijo y nada podemos reclamar al sindicato ni a la gerencia. Mucho menos protestar. Nadie protesta, solo aguantar. Casi como esclavos. Estos hoteles pertenecen a corporaciones extranjeras y al gobierno. Por lo mínimo te sacan del trabajo. Es como un cerco de hierro por todas partes.

Edelmis explica que el cerco se flexibiliza mínimamente cuando el show es por la noche, medio oscuro, sobre la arena, sin cámaras de vigilancia. Por usar vestimentas hawaianas disimulan sus sandalias y ropas desgastadas, zurcidos los huecos de sus medias.  Aparentan menos cansancio causado por los sesenta y más kilómetros de ida y vuelta, desde Ciego de Ávila, donde viven algunos en habitaciones rentadas por ser de pueblos y provincias demasiado alejados de su trabajo.

“Es la oportunidad para conversar con los huéspedes, intercambiar frases y miradas de inteligencia, usar el lenguaje mímico de señas con manos, ojos, guiños, eliminar la barrera del idioma mediante la sensualidad de sus cuerpos color canela, con el abierto u oculto propósito de pescar algún turista extranjero con dinero que las saque de Cuba, progresar en su arte, libres para disponer de sus personas y arte y, como  Cenicienta, escapar de la miseria y la humillación”, dice Edelmis.

La labor de bailarines y otros trabajadores nocturnos termina al amanecer. El Príncipe Azul no aparece pero ni pueden intentar conquistarlo en el hotel ni en la playa, aunque quisieran. Al amanecer tienen que regresar en el mismo ómnibus de la empresa estatal que los llevó.

Playas y hoteles del archipiélago Jardines del Rey -como lo bautizó Cristóbal Colón, hechizado por su belleza- ocultan historias humanas no tan maravillosas como indica el entorno.
cosanoalen@yahoo.com
 

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