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Ricardo Alarcón: el ascenso de la desvergüenza
De pésima reputación, Alarcón es como un fuego que no da luz ni  calor, es  símbolo de cinismo e ineptitud. Nació en La Habana, un 21 de  mayo del año 1937. Cara de idiota, con aumento gradual en la intensidad y  el tiempo, arribismo intencional y crecidas ambiciones, en 1954 ingresa  en La Universidad de La Habana. De joven le decían Richard, y se le  conocía como devoto católico lindante al fanatismo; luego decidió que le  llamaran Ricardo porque un revolucionario no debe usar nombre inglés;  de 1961 al 62 encabeza la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).  Ese año lo nombran director del departamento América del Ministerio de  Relaciones Exteriores (MINREX).
Utilizando como bastón esos viejos trucos impúdicos, y la clara  intención de llegar a capitán en esa empresa tan rentable que llaman  Revolución, logra la confianza necesitada y con ello el nombramiento de  embajador permanente de Cuba ante la ONU, viajó con su esposa Margarita  Perea (fallecida), y su hija Margarita (Maggichu) Alarcón Perea.
En Nueva York presidió el consejo de administración del Programa de  las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y ocupó el segundo sillón  del comité de Naciones Unidas sobre el ejercicio de los derechos  del  pueblo Palestino.
De esta época muchos recuerdan su frase “Macy’s es el paraíso”. Y de  su rápido ascenso aún se escucha una fea referencia, que según dicen  llegó a La Habana por Don Javier Pérez de Cuellar (Secretario General de  la ONU 1982-1991)
Con desvergüenza solapada y enviando regalitos caros a los altos  dirigentes (objetivo fundamental del lobby y la diplomacia cubana),  Alarcón de Quesada consigue que lo designen ministro de Relaciones  Exteriores de la República de Cuba. En el año 1993,  asume la  presidencia de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Pese a su  deplorable gestión ha sido reelecto; su trabajo, además de hacer el  ridículo, se reduce al reclamo de esos cubanos que para unos son espías;  y para otros, cinco héroes.
Matar – que yo sepa -, no ha matado; pero frente a una justa demanda,  siempre mira hacia un costado. El premio a la lealtad lo consiguió con  su inclemente “actuación especial”  con su propia hermana, cuando esta,  intentaba abandonar el país. Ante tal complicidad, optó por seguir  delinquiendo sin asomo de remordimiento. Así muestra su “fidelidad”.
Hoy, junto al General Raúl Castro, Alarcón coprotagoniza el juego  hacia una transición desfavorable a la nación cubana. La inteligente  artimaña crea expectativa mundial, pretende hacernos olvidar un  holocausto sin nombre.
Personaje repulsivo, creativo de actos absurdos, y de actuar  quejumbroso, no hay propósito elevado, no hay sentido del honor. La  dignidad no es su bastión.
 
 
 
 
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