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El zorro y las gallinas
Es bueno que Cuba esté en el nuevo bloque regional, pero no debe presidirlo
No sabemos qué pasó, pero cuando nos despertamos el zorro estaba a  cargo de proteger a las gallinas. El próximo lunes, el presidente de  Chile, Sebastián Piñera, entregará la presidencia pro temporede  la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) a Raúl  Castro, presidente de Cuba. Durante el próximo año, el único presidente  de América Latina que no puede mostrar el galardón de haber sido elegido  por la voluntad popular tendrá a su cargo vigilar la democracia de  nuestra región.
La CELAC es el último proyecto de la unidad regional soñada por Simón  Bolívar. A lo largo de la historia, este sueño encontró obstáculos  creados por nuestras propias torpezas y por la ambición norteamericana  que osciló entre darnos la espalda o la espada, pero nunca vio en la  región a un verdadero aliado. La participación de Estados Unidos en el  sueño de la unión regional no comenzó de la mejor manera. En respuesta a  la invitación para participar en el Congreso Anfictiónico de Panamá en  1826, que daría el puntapié inicial en la interminable búsqueda de  unidad regional, Estados Unidos envió dos representantes: Richard C.  Anderson murió de fiebre amarilla en el camino y John Sergeant llegó un  día después de la clausura.
Intentando combatir esa mala profecía, la Organización de Estados  Americanos buscó forjar durante seis décadas una mayor integración  regional. Pero la ausencia de una visión estratégica por parte de EE UU y  el surgimiento de Brasil como potencia regional fueron lentamente  escribiendo el epílogo de una OEA que rápidamente está siendo sepultada  por la sorprendente incapacidad de su actual secretario general, José  Miguel Insulza.
Independientemente del éxito o fracaso de este nuevo proyecto de  integración, la fuerza de un bloque estratégicamente coordinado, con 600  millones de habitantes y capacidad de producción de energía y  alimentos, es fundamental para que la región ocupe un lugar de  importancia en el nuevo orden mundial multipolar.
Y, sobre todo, la paz, la democracia y los derechos humanos son  pilares que sustentan a la enorme mayoría de países de este grupo y  constituye un modelo para otras regiones del mundo. Sin embargo, hay un  país que no cumple con la característica principal de los miembros de  esta lista, ya que durante más de cinco décadas ignoró la voluntad  popular y tuvo un presidente, Fidel Castro, con el récord mundial de  permanencia en el poder, 52 años, seguido en el podio de América Latina  por Stroessner y Trujillo a una distancia considerable.
Tampoco esto quiere decir que Cuba no debe formar parte de la CELAC.  Por el contrario, como lo demuestra el absurdo embargo norteamericano y  la suspensión de Cuba de la OEA, el aislamiento internacional nunca es  el camino. Pero no podemos remediar un error con otro error.
Otorgarle a Cuba la presidencia de un club de naciones donde el voto  popular es la única forma para elegir a nuestros gobernantes, es un  grave error y envía una señal equivocada sobre el valor del sistema  democrático para nuestros países. Pareciera que el olvido llegó  rápidamente a los 33 jefes de Estado y Gobierno miembros de la CELAC que  hace poco más de un año, durante la cumbre en Caracas que creó este  nuevo proyecto de integración, firmaron una declaración en defensa de la  democracia que establece que en caso de ruptura del orden  constitucional o del Estado de derecho, la presidencia convocará una  reunión de cancilleres para decidir sobre la suspensión al país  respectivo. Disculpen mi desconfianza, pero no creo que Raúl Castro sea  la persona indicada para defender las democracias de la región.
La conquista de la democracia durante las últimas décadas representó  un momento fundacional para muchos países en donde el voto popular e  instituciones republicanas pusieron fin a una larga noche de  autoritarismos y dictaduras militares que utilizaron el poder para  asesinar, torturar, desaparecer a cientos de miles de personas y  favorecer a los sectores de poder que siempre vieron en la unidad  latinoamericana un desafío a sus intereses egoístas.
Nuestros países, durante estas últimas décadas, han demostrado poder  superar enormes desafíos, y sin perjuicio de las debilidades existentes,  salvo en Cuba, el voto popular continúa siendo la principal columna de  sustento y renovación de la democracia. Más allá de nuestra fortaleza,  esperemos no enfrentar ningún desafío a nuestras democracias durante  este año, porque difícilmente el zorro venga a defendernos. Por favor,  por un año no nos volvamos a dormir.
Santiago A. Canton es director del Centro Robert F. Kennedy para la Justicia y los Derechos Humanos.
 
 
 
 
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