EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
LA GRAN HIPOCRECIA Y AMORALIDAD DE LA ALTA DIRIGENCIA CASTRISTA
José Ramón Balaguer, el ministro karateca
Como galeno no lo recuerdo en el ejercicio de su profesión, aunque sí es muy diestro en el uso del estetoscopio, para auscultar el ritmo de la politiquería, y como constructor militar, que decir, se cayeron las trincheras.
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Ultima actualización 29.01.2012 19:00
El pasado 12 de enero se cumplieron dos años de aquella tragedia. Ocurrió bajo el manto oscuro de una fuerte ola de frío, durante la cual perecieron 26 pacientes del hospital psiquiátrico habanero "Eduardo Bernabé Ordaz" (Mazorra). Según la prensa oficial, murieron a consecuencia de actos irregulares, negligencias personales, deficiencias relacionadas por falta de medidas protectoras, y un sinnúmero de causas que llamaron "factores de riesgo".
Las fotos recorrieron el mundo, hubo víctimas visibles, sospechosos, testigos, cómplices y muchas pruebas. Y como dato curioso les cuento que a las dos horas del hecho, aparecieron en el mencionado hospital dos camiones militares, repararon las ventanas, entregaron frazadas, repartieron bocaditos de jamón y leche con chocolate. Hipocresía, en el mejor de los lenguajes.
En fin, quién sabe, el gobierno humanitario de la gran revolución cubana no tuvo opción y abrió la causa. El juicio se celebró el 17 de enero de 2011 y, como era de esperar, parafraseando la canción, todo fue “puro teatro”.
Creer es una palabra muy fuerte, yo solo juzgo evidencias. No se escuchó a los testigos, los cómplices fueron enjuiciados, y las víctimas partieron como siempre, guardando silencio. Pero entre los acusados nunca estuvo sentado el mayor culpable, el Doctor José Ramón Balaguer, Ministro de Salud Pública hasta julio de 2010, que al estar protegido por su amo, el General Raúl Castro, y amparado por una absurda pero real inmunidad parlamentaria, en vez de ser sancionado lo enviaron a atender las Relaciones Internacionales del Partido Comunista de Cuba, una sombra del MINREX.
Balaguer, diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, es miembro activo del Consejo de Estado y del Comité Central del Partido. Fue jefe de los servicios médicos y jefe de las construcciones militares en las FAR. Como galeno no lo recuerdo en el ejercicio de su profesión, aunque sí es muy diestro en el uso del estetoscopio, para auscultar el ritmo de la politiquería; y como constructor militar, qué decir, se cayeron las trincheras. El MINFAR se especializa, entre otras cosas, en unificar una asombrosa cantidad de animales de carroña adaptados para resistir.
Siendo embajador en Moscú, Balaguer llevó casi hasta el destrozo la “inquebrantable” amistad que mantenían Cuba y la extinta URSS. El actual presidente lo nombró jefe de la esfera ideológica del partido, donde colabora, horas extras, para convertir el país en un campo de batallas. Hace muy poco viajó como enviado especial a China, allí se reunió con Liu Yunshan, un alto funcionario del Partido Comunista. Fue en busca de financiamiento y para revisar la evolución y progreso de Cuba bajo el modelo comunista chin. Encuentro fallido: únicamente logró aprender a comer con palitos.
José Ramón Balaguer es un modelito de virtudes que se recrea jugando con los símbolos del pasado, como si la swástica, al igual que la hoz y el martillo, no tuvieran ya demasiadas víctimas. Su labor preponderante la realizó cuando fungía como Primer Secretario del Comité Provincial del Partido Comunista en Santiago de Cuba, y no fue precisamente trabajar en pro del pueblo, sino practicar y entrenar artes marciales para así obtener cinta negra tercer dan en karate, (su prioridad por años). Además, como accesorio, mantuvo una dieta estricta y elevada en β-carotenos que terminó produciéndole una coloración amarillenta en las palmas de las manos.
El tizna’o - como entonces le llamaban despectivamente -, fue de los peores jefes que conoció la ciudad oriental. No por gusto la indomable raza santiaguera con su acostumbrada espontaneidad, le compuso aquella conga que entre tambores y alcoholes recorría Trocha arriba y Enramada abajo, cantando: Balaguei, Balaguei, no tenemos que comei.
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