Carraspeó antes de explicar por qué estaban allí reunidos, en el
sobrio teatro que apenas se usa ya. Entre sus manos llevaba, como
pauta, el folleto azul con los lineamientos para el VI congreso del
Partido Comunista y tras de sí la mesa la presidencia incluía
funcionarios municipales y provinciales. Antes de dar la palabra a
alguien, recalcó que debían atenerse a lo escrito en aquellas páginas
y sólo se discutirían temas económicos. Deletreó está última palabra
con énfasis, para que no fueran a exigir su derecho a la "libre
asociación" o a reclamar que les permitieran "entrar y salir
libremente del país". E-CO-NÓ-MI-COS volvió a silabear, abriendo los
ojos y levantando las cejas con énfasis, mientras miraba a los
empleados más conflictivos.
Con semejante introducción, la reunión se convirtió en un trámite
aburrido, en una tarea añadida a la jornada laboral. Mecánicamente
decenas de brazos se alzaron ante la pregunta de si estaban de acuerdo
con cada punto. Silencio incómodo después de las frases "¿Quiénes
están en contra?" y algo de fatiga al escuchar "¿Quiénes se
abstienen?". Sólo un joven cuestionó la prohibición vigente en el país
de comprar autos y casas, pero inmediatamente un militante tomó la
palabra para leer un largo encomio a la figura del Máximo Líder. Así,
siempre que alguien apuntaba un problema, salía otro recalcando las
conquistas del proceso. Los apologistas estaban ubicados en puntos
equidistantes dentro del auditorio y reaccionaban como ante un guión
estudiado o una coreografía ensayada. La sensación de estar en una
asamblea preparada competía en intensidad con el deseo de irse –cuanto
antes– a casa.
Al otro día, el centro de trabajo había vuelto a su rutina. Un
mecánico que estuvo sentado muy cerca de la presidencia, ya no
recordaba ni uno sólo de los lineamientos. La muchacha del almacén le
resumió a sus amigas las discusiones de la tarde anterior con un
simple "Ah… lo mismo de siempre" y el chófer del administrador encogió
los hombros escéptico cuando un colega le preguntó por lo ocurrido.
Muchos habían vivido aquella jornada como el anticipo de lo que
sucederá dentro del Palacio de las Convenciones el próximo abril, un
avance a pequeña escala del congreso del PCC cubano. Sólo que en unos
meses lo verán en la pantalla de la tele, pero por esta vez han sido
ellos los que levantaron la mano, los que votaron por unanimidad ante
la mirada severa del director.
Por Yoani Sanchez
Bloguera cubana
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