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La sucesión, verdadero dilema de la élite gobernante en Cuba
Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico
por Darsi Ferrer
28 de diciembre de 2010
La Habana. En las últimas semanas la jerarquía política echó a rodar una agitada campaña que responde a supuestas reformas en la economía nacional, las que serán adoptadas en el breve plazo acorde a un número de lineamientos ya elaborados y pendientes de ratificación. Aunque esa acción provocó un enorme revuelo en la opinión pública, para nada representa el desafío crucial de la pandilla encabezada por los hermanos Castro, cuyo verdadero dilema es legitimar la sucesión dinástica para garantizar la continuidad del Sistema.
Si revisamos la historia veremos que los regímenes totalitarios se buscan y se sugestionan mutuamente. Así, Hitler se inspiró en el Gulag soviético para desarrollar un terso sistema de campos de concentración para sus enemigos políticos y víctimas raciales. A su vez, Stalin admiró el exitoso y feroz proceso de purga iniciado por Hitler contra su propio Partido y se lanzó en mayor escala a un masivo exterminio de enemigos reales e imaginarios extraídos en su mayoría del Partido Bolchevique, el Ejército, la policía política y la aterrorizada población de la por entonces pujante URSS.
Asimismo, el salvaje régimen de extermino de los Khemer Rouge en Kampuchea no fue más que una imitación concisa, y en una escala más feroz, de la Revolución Cultural convocada por Mao Tse Tung en China, la que se calcula llevó a la tumba a unos 40-60 millones de personas.
En Cuba las imitaciones de este tipo, aunque felizmente frustradas en todas sus posibilidades por elementos tan dispares como una cultura occidental, estar geográficamente situados en medio de América y existir limitaciones en la disposición de recursos, territorios y personas, no dejan de provocar daños y sufrimientos en la población y la riqueza del país.
La casi reciente purga en el cuerpo de funcionarios de primera línea (Carlos Lage, Pérez Roque, entre otros), los que se suponía eran el relevo natural de los actuales gobernantes, o por lo menos esa siempre fue la promesa que les hicieron, demostró que más allá de las apariencias el núcleo duro del poder nunca los tomó en serio para el diseño sucesorio real. Y si a esa Guardia Talibán, luego de acometer cuanta barbaridad les fuera encomendada, la sacaron del juego con las más onerosas calificaciones de infidelidad… ¿qué queda? ¿A quién le entregarán su feudo los Castro?
Siguiendo la teoría de las malas y acrecentadas imitaciones, se puede sospechar que lo más probable es que, preocupados por su patrimonio, apuesten por el proceso de conservar las riendas del poder apuntalando a un heredero sanguíneo. Los sitios en que ha ocurrido, ejemplos tan poco recomendables a imitar como Siria y Corea del Norte, parecen haber funcionado bien, así que los hermanos deben estar pensando…¿por qué no en Cuba? A fin de cuentas, ya Castro es una marca registrada en el poder. Seguro acarician la idea de que los nacionales lo tomarán mansamente, como sucedió hace cuatro años contra todos los pronósticos.
La apresurada convocatoria para celebrar el Congreso del Partido, después de postergarlo durante años sin justificación, en medio de una profunda crisis que hunde al país en la miseria cada segundo que transcurre, tiene mucha similitud a los pasos tramados por Kim Song II en Corea del Norte, donde la reciente realización de un Congreso del Partido de los Trabajadores marcó los esfuerzos por legitimar la sucesión en manos de uno de sus vástagos y, de ese modo, garantizar la continuidad de la dinastía.
Forzar una sucesión a la coreana parece que es el guión a imponer en Cuba. La opción quizás será seleccionar discretamente como integrante del Buró Político a algún descendiente de los Castro; los pronósticos apuntan al hijo de Raúl. Se supone que anuncien su nombramiento sin mucho ruido en la Conferencia Nacional del Partido que a finales del próximo año dará continuidad al Congreso y, una vez dentro, de modo solapado los viejos aparatchnik de la tropa serán advertidos sobre quién es en realidad el bateador designado para ocupar la primera plaza cuando llegue el momento. Así, el modelo dinástico estaría montado en cajas de bolas, garantizando una arterioesclerosis tranquila y sin sobresaltos a los parientes fundadores.
Este paso (porque alguno hay que dar para soltar el manoseado cetro) formaría parte de otra demencial y desproporcionada movida de la anciana dirigencia en el poder. Las contradictorias propuestas económicas y políticas en que se lanzan intentando destruir la realidad a puntapiés, reflejan claramente que tampoco el reservado modelo sucesorio va a funcionar en Cuba.
Pese a las diferencias del caso, las recientes revelaciones de Wikileaks delatan la renuencia de la dirigencia china a legitimar la pretendida sucesión dinástica en Corea del Norte, por el fracaso consecuente y el peligro de que el nombramiento del nuevo heredero desate una cruenta lucha de facciones que podría amenazar la estabilidad de la región por el inquietante armamento nuclear y, además, determinaría importantes afectaciones a los intereses geoeconómicos de Beijing. Ese insólito hecho, ya que China ha sido el sostén del régimen coreano, hace menos creíble la pretendida apariencia de solidez y garantía de continuismo de la dinastía de los Kim.
Estar alertas sobre esta posibilidad dentro de la lógica de la Dictadura cubana es una necesidad vital a tener en cuenta por el pueblo. La aceptación de una sucesión hereditaria al estilo coreano significaría un paso en la escalada hacia el total desastre nacional, que sólo provocará más sufrimiento y muerte a los habitantes de la Isla.
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