EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
De la Gloria a la Villanía
Por: Ernesto Morales (El Pequeño Hermano)
La primera vez que estuve cerca de Agustín Bejarano fue en el 2004, durante un par de horas de tertulia literaria nocturna, y jamás había visto una obra suya. Su nombre comenzaba a resultarme familiar, como artista bien tratado, pero desconocía aún su trascendencia sorprendente y la meteórica carrera que lo llevaría, poco después, a ser considerado uno de los intocables de la pintura cubana actual.
Mi primera impresión sobre Bejarano, durante aquel encuentro en casa del escritor Eduardo Heras León, fue intrascendente: jovial, perspicaz, buen conversador, serían grosso modo los adjetivos con que le habría descrito en ese entonces.
El segundo encuentro con él, hace tan solo un año en mi Bayamo natal, tendría una ligera diferencia: Agustín Bejarano llegaba a la ciudad como invitado honorífico de un evento sobre arte, precedido por su status, y para entonces yo me incluía sin reservas entre quienes le consideraban una maravilla de la plástica contemporánea de Cuba.
Sus obras, audaces y renovadoras en el lenguaje pictórico insular, se me antojaban de una autenticidad irresistible.
Agustín Bejarano en su comparecencia ante la Corte
Por eso ahora que este camagueyano aparece en las noticias de Miami sin su aureola admirable, el status despedazado, llevando el uniforme naranja y en el rostro una expresión típica de criminal común, me cuesta juntar conceptos y decirme: “El Agustín Bejarano cuyas obras te fascinaron desde la primera vez, y este que ahora está tras las rejas del Pre Trial Detention Center, enfrentando cargos de abuso sexual a un menor, son la misma persona”.
Triste manera de darse a conocer ante el gran público estadounidense: hoy, hasta quienes nada sabían de sus aportes en el grabado, o de sus cuadros altamente cotizados en el mercado internacional, saben gracias a los noticieros del cubano pedófilo que vino invitado por el Pan American Art Projects, y se propasó con un chico de cinco años –por Dios-, hijo de amigos suyos, en la propia casa de estos.
Formalmente, esa es la acusación contra Agustín Bejarano. Carl Zogby, portavoz de la policía de Hialeah y encargado del arresto, ha dicho en esencia: “El acusado confesó el delito, se muestra muy arrepentido, y alega que sintió una inexplicable debilidad que le llevó a cometer este acto”.
Según la versión oficial, el niño informó a sus padres cinco días después del presunto incidente: el ilustre visitante y amigo de la pareja le había colocado el pene erecto entre sus manecitas, y le había besado en la boca mientras los adultos no se encontraban presentes.
Terrible. Enloquecedor. Creo que en el universo cultural cubano, jamás había figurado una historia tan pasmosa como esta, protagonizada por uno de esos que cuando aparecían en noticias, siempre era para inspirar admiración. Jamás desprecio.
Vale la pena escamotearle un análisis presuroso al incidente, en algunos puntos en particular.
Primero: Teoría de la conspiración.
Agustín Bejarano, tras ser detenido por la policía de Hialeah
Tras un diálogo telefónico que sostuve ayer con otro talentoso pintor de la Isla, supe una de las teorías que circulan en torno a este caso, en Cuba: ¿no será una trampa maquiavélica, o una exageración manipulada, para desacreditar a Bejarano, terminar con su carrera, o sacarle mucha plata?
Unos, pragmáticos, apuntan hacia mercaderes del mundo plástico en Miami. Otros, detectivescos, miran hacia políticos mal habidos.
En lo personal no veo sentido ni a uno ni a otro motivo, aunque, lo confieso: me encantaría comprobar que es un error, que es un truco deplorable, y en ese caso, defendería al artista con la misma vehemencia con que aplaudiré su dura condena si en verdad es culpable.
Ni entiendo cómo podrían ganar dinero los supuestos rufianes del arte con Bejarano tras las rejas por 20 años, o de por vida (podría ser cualquiera de estas su condena), ni entiendo qué interés político podría suscitar un hombre que, a diferencia de los actores o los músicos, no tiene presencia mediática fuera de su gremio, y no representa discordia o malestar alguno para el establishment de este país.
Peor aún: el argumento que más pesa en su contra, según todos, es el contundente relato de un niño de cinco años. ¿Por qué?, pues porque psicólogos y encargados de interrogar al pequeño coinciden, sin excepción, en que a esa edad resulta prácticamente imposible inventar una historia semejante, cuando todavía el concepto de la mentira no forma parte de la conciencia. En conclusión: los especialistas afirman que niños de cinco años de edad, nunca mienten. Menos, con algo tan complejo.
El segundo aspecto vital, en este dramático asunto, roza las implicaciones políticas que puedan derivarse del mismo, y que podrían afectar las maltrechas relaciones bilaterales en el terreno del intercambio cultural.
Si tomamos en cuenta el malestar ya existente en la comunidad cubana del exilio, que reclama –con justicia- que este eufemístico intercambio solo es envío en una dirección; y si tomamos en cuenta, además, los incidentes de Silvio Rodríguez abogando en New York por los Cinco Héroes o Espías (escoja el lector el apelativo de su conveniencia: lectura interactiva), el desastroso concierto de “Gente de Zona” en Las Vegas, con riña tumultuaria incluida; y ahora con un plástico cubano acusado de cometer semejante delito aborrecible, sospecho que podría resucitar el descontento entre algunos sectores específicos, y tendrían peligrosamente un poco de razón.
Como este caso solo acaba de comenzar, y como mucho –estoy seguro- conoceremos en los próximos días en cuanto a la veracidad o no de estas desconcertantes acusaciones, establecer un juicio exacto en torno a la catadura moral de este pintor, ayer gloria, hoy villano, sería imprudente e innecesario.
Pero de algo sí no me cabe duda: en lo adelante podremos asistir al ascenso olímpico de una carrera ya memorable, si Agustín Bejarano logra salir ileso de este caso inolvidable con la notoriedad que ganaría su nombre en los mass media; o, realidad terrible: conoceremos del trágico final de un artista cubano que perdió en los Estados Unidos no sólo su inmensa carrera, sino su condición de ser humano merecedor del respeto más elemental.