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Los Cinco ya no serán cinco
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Según se ha informado, el próximo 7 de octubre saldrá de la cárcel René González, uno de los cinco cubanos que guardan prisión en Estados Unidos acusados de espionaje.
Los gobernantes cubanos, a pesar de una campaña propagandística sin precedentes, y que ha llegado a convertirse en una política de Estado, no han conseguido su objetivo: obtener la liberación simultánea de los cinco. En consecuencia, a partir de ahora tendrán que modificar, con el consiguiente gasto material, gran parte de los medios que les han servido para armar la algarabía internacional en torno al caso, pues pancartas, fotos, afiches y otros aditamentos fueron confeccionados para reclamar la liberación de cinco prisioneros, y no de cuatro.
Además, existe otro elemento que pudiera preocupar a las autoridades de la isla. Me refiero al estatus de René González a partir del 7 de octubre. Se dice que tendrá que permanecer tres años en territorio norteamericano como parte de su libertad condicional, y ese hecho podría ser tomado por el castrismo para continuar el show, en este caso reclamando que se le permita el regreso a Cuba. No obstante, sea como fuere, no es lo mismo estar en la calle que tras las rejas.
Para nadie es un secreto que episodios como este de los cinco son usados por el gobierno cubano para mantener latente el diferendo con Estados Unidos; un diferendo que, a falta de otros discursos y ante una crisis general en la vida de la nación, posibilita que los ciudadanos den vivas a la revolución al evocarse su fibra patriótica. Y en ese contexto, las personas son útiles solo cuando sirven para avivar el referido conflicto.
El caso de un diplomático cubano de apellido Imperatori, ocurrido hace algunos años, ejemplifica lo anterior. El hombre en cuestión estaba destacado en Washington, y allí incurrió en actividades incompatibles con su labor. Ante la posibilidad de que fuera encarcelado por las autoridades norteamericanas, la prensa oficial de la isla lo cubrió de honores. En dos o tres días pasó de ser un desconocido para convertirse en un héroe de la revolución. Pero el castrismo salió trasquilado, ya que Imperatori únicamente fue deportado a Canadá. De pronto se habían quedado sin tribuna para orquestar el discurso antiimperialista.
Pasaron los días y ni una palabra más acerca de Imperatori. Algunos ciudadanos en la isla, curiosos, escribieron a los medios de prensa para saber qué había pasado con ese hombre. Entonces a los gobernantes, cogidos en su propia trampa, no les quedó más remedio que poner fin al circo: fletaron un avión con artistas e intelectuales que se habían destacado al reclamar el regreso del niño Elián, y lo enviaron a Canadá a buscar al “héroe”. Después del recibimiento en el aeropuerto, nada más se supo de Imperatori. La cancillería debe de haber recibido instrucciones precisas, mandarlo lejos, que se lo trague la tierra: cónsul en Siberia o encargado de negocios en la isla de Tonga.
Pero bueno, tal vez René tenga mejor suerte. A lo mejor termina como el hoy coronel Orlando Cardoso Villavicencio, el ex prisionero en Somalia, una figura decorativa al que le publican algún que otro libro de memorias, y lo invitan a ciertos actos oficiales.
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