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Duelo y vergüenza
October 15, 2011· 31 Comentarios
La situación cubana se va alejando cada vez más de la política. El sentimiento prevaleciente entre las personas que siguen de cerca las noticias que llegan de la isla suele ser la vergüenza: los cubanos decentes, en Cuba y en el exilio, están avergonzados del rumbo que ha tomado el país, del cinismo de la represión, de la absoluta falta de perspectiva moral que ha quedado como saldo tras el fracaso político del castrismo. La discusión ya no es política, es moral.
La muerte de Laura Pollán en el hospital “Calixto García” de La Habana, luego de una semana en terapia intensiva, deja seriamente en entredicho no sólo las virtudes del sistema cubano de salud sino también la capacidad de traducir esa indignación moral en política visible.
Por supuesto, queda siempre la sospecha de que la muerte de un líder indiscutible de la oposición pacífica pueda haber sido provocada, o acelerada, por medios que sólo las pesadillas de los sistemas totalitarios pueden concebir. Peores cosas hemos visto ya; la crónica del horror cubano admitiría, perfectamente, otra mancha. Pero si bien no tenemos pruebas de negligencia médica o algo peor, aun si no podemos culpar directamente a los encargados de la represión o abundar sobre las circunstancias de su fallecimiento, sí que sobran las pruebas de lo que el gobierno cubano le hizo, en vida, a Laura Pollán Toledo y a las valientes Damas de Blanco. Sobran pruebas de cómo quisieron debilitar, una y otra vez, a esta mujer; de cómo intentaron quebrarla por todos los medios posibles.
Yo me pregunto, y creo no ser el único, en qué estarán pensando ahora todas aquellas personas que se comportaron como perros rabiosos en cada uno de los numerosos mítines de repudio que sufrió Laura; que hará hoy esta mujer, por ejemplo, cuya desfachatez resalta entre la turba azuzada por la Seguridad del Estado. O esta otra, que se ocupó personalmente de maltratarla el mes pasado. Son rostros para no olvidar, pero también son detonadores de esa vergüenza ajena que provoca mostrar hechos tan lamentables, con protagonistas tan deleznables. Hay un buen resumen de esta moralidad del progrom y sus consecuencias en el relato La destrucción de Kreshev, de Isaac Bashevis Singer; ahí está dicho todo.
Laura Pollán fue, sin duda, un ejemplo moral —como recuerda hoy un buen editorial. Su dignidad y su fe de católica propiciaron un comportamiento que la levanta muy por encima de sus detractores. Supo ganar una causa, la de la libertad de los 75, pero pagó un precio altísimo por encarnar la opción de la lucha pacífica y la no violencia. Su ejemplo conmovió incluso a personajes tan emblemáticos de la cultura oficial como Pablo Milanés, cuya vergüenza ante el acoso programado de mujeres indefensas estalló en unas polémicas declaraciones que le honran y nos recuerdan, por contraste, la desvergüenza cobarde de aquellos que hoy callan o difaman.
Ahora Laura Pollán no está entre los vivos, y la oposición cubana está de luto. En cuanto al velorio, los testimonios que he recibido concuerdan en que la Seguridad del Estado impuso su ritmo desde el principio hasta el final; por parte de la familia y los opositores no hubo la más mínima resistencia a sus pautas. Ahogados por el dolor, se quedaron paralizados ante un hecho que los trascendía, quizás no han entendido el tremendo significado de esta muerte. El duelo se mezcla con la vergüenza, y de esta mezcla sale la inacción, la tentación de virar la cara y de quedar inerme ante el avasallamiento.
Leo que habrá misas en Miami, en Santiago de Chile y en Madrid. Pero la misa y el homenaje que esta mujer merece sigue estando pendiente: se la recordará el día que su pueblo despierte y decida seguir su ejemplo: una humilde maestra que desafió a un gobierno y consiguió poner en evidencia su verdadera naturaleza.
Ernesto Hernández Busto
Barcelona
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