NO OLVIDEMOS A OLIVA EN SU HORA DE HORROR
Orlando Luis Pardo Lazo
No conozco al pintor pinareño Pedro Pablo Oliva. No conozco a nadie entre la polvareda apátrida de un pueblo en dispersión como lo es el cubano (acaso no lleguemos ni a eso, ya sólo somos una ilusión de identidad). Pero conservo desde 1987 un pequeño original firmado por él: "Caminante", se llama, y seguramente costó una bagatela en moneda nacional porque, en esa época, por desgracia, sólo circulaba en la Isla el inútil peso cubano (no pocos fueron presos por adelantarse a su tiempo y atesorar dólares en un cajón medio contrabandeado).
Me gusta la obra que desconozco de este compatriota desconocido. Recuerdo sus Abuelitos Fideles, dormidos como la mayoría de sus personajillos de pesadilla con colores bizarros (aunque den la ilusión de ser realistas). Sé que tuvo sus encontronazos para exponer a Fidel Castro en sus lienzos, pero creo que, después de las consabidas censuras ministeriales, alguno que otro de sus Comandanticos en Jefe de miniatura sí llegó a galerías (¡y hasta se han usado de carátulas de una revista tan oficialistoide como UNIÓN!)
Ahora llegan vientos de muerte no sólo para la pobre disidencia cubana, sino también para nuestra enriquecida intelectualidad. No quedará títere con cabeza antes del Apocalipsis o la Apoptosis del Máximo Líder. Así, tras 13 años de labor creativa, la Casa Taller de Pedro Pablo Oliva en la ciudad de Pinar del Río ha sido clausurada por el Estado (de milagro no se la han decomisado o algo peor: como los registros que le hizo la policía política a un editor de la revista digital CONVIVENCIA, dirigida por su coterráneo Dagoberto Valdés).
Al ex-diputado del Poder Popular Pedro Pablo Oliva lo acusaron cara a cara en una reunión gubernamental. Le dijeron hasta del mal que se iba a morir, empezando por "traidor" a la Revolución y, por supuesto, a su tan pintarrajeado Fidel. Lo expulsaron de todas partes. El saliente Ministro de Cultura Abel Prieto lo llamó por teléfono y de pronto no tuvo coraje para regañarlo, de manera que ipso facto se hizo el ofendido o el histérico y groseramente le colgó en son de amenaza. Han prohibido que los estudiantes de Arte de esa provincia (y del país) se acerquen a él. Como ellos parece que apestan, quieren apestarlo al parecer. Quién sabe si piensan interrogarlo policiacamente a la primera oportunidad, si la comunidad internacional no responde ahora de inmediato, solidarizándose con la suerte de este artista universal que cree públicamente en el pluripartidismo y no ve pecado político en ser amigo por cartas de, por ejemplo, Yoani Sánchez).
Miro su "Caminante" de 1987. Ha pasado demasiado tiempo desde entonces. Sobre la cartulina, un abigarrado bebé con alfileres se balancea sobre un eje con ruedas dispares. Qué desequilibrio. Qué madeja tan libre de cualquier laberinto que no sea el de unos pincelazos sin mapa. Qué triste imagen y qué penoso destino para una carrera donde primó la conciliación, amén del genio estético de Pedro Pablo Oliva. Cuba está canibalizando a los mejores cubanos. El futuro pertenece por derecho propio a la carroña de esta necia nación.
Los espacios potables en la Isla prometen ser cero. Como cuando aquel embullo imbécil con la perestroika, la policía política hoy cuenta con personal de sobra para cauterizar de una en una a nuestras personalidades críticas o incluso inconformes. Exilio, enfermedad, encerronas de delito común. Les recomiendo el silencio. Sobrevivan, por favor. Nos haremos mucha falta mañana en medio de las nuevas mafias. Pero, por el momento, si me lees con un tin restante de corazón, no dejes que la Revolución mate el alma del pintor Pedro Pablo Oliva. Me cuentan que lloró a solas como un niño tras colgar el cartel de clausura en su Casa Taller, donde nos prohíbe terminantemente dejar de soñar. Lloró con la candidez de uno de sus propios mamarrachos grotescamente encantadores.
Lo siento, hermano desconocido. Resiste ahora. Te ha tocado tu irracional ración de verdad. Estás tan a la intemperie como yo. Tu triunfo como artista plástico fue simultáneo al de muchas represiones como la que ahora por azar te tocó (tu Premio Nacional de Artes Plásticas 2006 coincidió con centenares de presos de conciencia alrededor). Igual estoy contigo. Quito el polvo de tu obrita de 1987, tan piñeriana. Es sólo la maldita circunstancia del odio por todas partes.
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