BALCON AL CARIBE Headline Animator

La Hora en Cuba

Da Click en los Anuncios para Ayudar al Mtto de este Blog. Gracias

Marti por siempre!!

Marti por siempre!!
Marti por siempre!

sábado, 28 de noviembre de 2009

EN ANGOLA DEJÉ UN AMIGO Y UNA GUITARRA


GÉNERO: Cuento
AUTORA: María de los Á. Sosa Suárez

EN ANGOLA DEJÉ UN AMIGO Y UNA GUITARRA

QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA, QUE FEBRIL la mirada, que errante en la sombras te busca y te nombre… Cuba, Cuba, Cuba. Nunca antes, ni nunca después soñé tanto con el nombre de mi país, ni lo mencioné con tal añoranza como en aquel lapso de tiempo múltiplo de dos 82-84, cuando apenas veinte años resbalaban por mi espalda cayendo sobre un par de pantorrillas, donde unos pocos vellos comenzaban a dar señales de mi primera juventud. Mi Servicio Militar se había aplazado hasta la culminación de los estudios de Fisioterapia. Muchos jóvenes de mi barrio habían sido llamados con anterioridad a cumplir misiones en el África. ¿Puede usted creer que por este motivo yo me sentí excluido o subvalorado? Jugar a los héroes es una de las motivaciones más importantes que tiene uno en esos años y yo me sentí tan gigante como el Goliat de la historia, cuando finalmente fui llamado para viajar a un lugar bien lejano de mi familia, de mis amigos y de todo cuanto había sido mi vida hasta ese momento. Fue impactante la entrada a la unidad de reclutamiento, citación en mano. Mi vista giró por todas las paredes donde aparecían letreros alegóricos al hombre nuevo, al deber internacionalista, al llamado de la Patria… y una especie de vahído pintado de convencimiento, me dijo que yo debía hacer exactamente como los otros jóvenes alineados en los bancos. Un 25 de diciembre partí para Angola, ¿pura casualidad?,ese día para los católicos nace un niño, yo nací como un hombre nuevo, no sabría decir si mejor o peor, pero desde ese entonces totalmente diferente. Hay varios puntos de contacto entre ambas realidades: la cueva donde Él nace y la trinchera donde yo debí ocultarme, la muerte de muchos inocentes, las estrellas reiteradamente contempladas, en ese caso no guiaron pastores ni reyes magos, pero sí me hicieron recordar el cielo azul de mi tierra. El puente Longa más conocido en el lenguaje militar como número trece y en el lenguaje cubano como tócate, fue el destino final de varios meses de vida errática –Cacuaco, La Muñeca, los campos de entrenamiento de la Lucha Contra Bandidos –, de un colectivo de eslabones perdidos que por lo visto no cabíamos en ningún sitio. Fue justo en el mes de agosto de 1983, cuando coincidieron el cumpleaños del líder de la Unita y el sitio de las tropas cubanas acantonadas en Cangamba. El objetivo de nuestra presencia allí era garantizar la integridad de los caminos, para que los suministros llegaran hasta las tropas en posición de resistencia.¿Puedo decir que justamente en el puente Longa entré en la guerra? Si consiste en portar siempre un arma, en estar expuesto a los caminos y puentes minados, a las epidemias de paludismo, a la impresión inolvidable de ver caer a compañeros que todos los días comían con uno en las latas de atún decapitadas, se fumaban un cigarro o compartían el séptimo de ron, que nos enseñó a beber demasiado jóvenes como única medicina contra la nostalgia, entonces puedo decir: pasé dieciocho meses en combate, aunque no haya disparado un tiro contra enemigo alguno. El lugar, en cierto modo, me hacía recordar el Valle de Viñales, todo verde y rodeado de montañas, sólo que la distancia entre uno y el otro era abismal y yo en medio de los dos, comprendí que jugar al héroe lo hacía a uno crecer demasiado rápido y sembraba dolores aún hoy latentes. Uno de esos dolores se llamó Leonel Dueñas. Leonel Dueñas y el 9 de julio –fecha de mi nacimiento –en aquellas tierras angolanas quedaron íntimamente unidos. ¿Quién era él?, un amigo que casiterminaba su misión cuando la mía comenzaba. En aquel entonces mi guitarra y yo éramos inseparables y –entre las pocas cosas transportadas, además de mi juventud, inexperiencia y derroche de hombría –se fue conmigo de viaje. Dueñas era tal vez un apellido demasiado grande para una persona de estatura tan pequeña, pero su jovialidad y fraternidad le convirtieron en alguien cercano ,hasta cierto punto imitable. En ese entonces pude enseñarle a tocar la guitarra y cantar algunas canciones de moda, y lo conseguí aunque no tardara mucho en irse con su tesoro a cuestas. Con la misma rapidez que aprendió a tocar la guitarra, Dueñas pretendió aprender a manejar y tomaba sin permiso los carros, aprovechando el manto de la noche. En una de esas escapadas perdió la vida, justo el día de mi cumpleaños. Cuando llegué al puente Longa ya llevaba esta pérdida como huella indeleble. Mis efectos personales y la guitarra quedaron también atrás, supuestamente por una semana. La semana se convirtió en un período total de dieciocho meses. Mis efectos personales me llegaron incompletos y la guitarra más rota que mis ilusiones. Un compañero que era carpintero me la reparó a su modo, con madera del fondo de una caja de espaguetis. A punto de regreso cambié la guitarra por un reloj porque traérmela significaba cuarenta días más de demora. Si ustedes supieran, cuando venía en el avión me vino a la mente aquella canción infantil de la persona que cambió un perrito chino, por un poco de dinero y unas botas de charol. No conocí en Angola perrito chino alguno, pero sí dejé atrás un buen amigo y una guitarra. Olvidé decir que me llamo Yuri. Mi padre, de oficio periodista, logró enrolarse de algún modo en un viaje a tierras angolanas. La situación de los puentes y carreteras minadas, más la desidia que se había apoderado de mí, provocaron la interrupción de la correspondencia por meses entre mi familia y yo, ¿cuál sería la reacción de mi padre cuando le dijeron que yo había muerto e incluso lo llevaron a mi tumba? Cosas así sucedieron y hasta peores, provocadas por el desorden imperante y la movilización desorganizada del personal. Mi padre regresó a Cuba creyéndome muerto hasta que se recibió en mi casa una carta anunciando mi regreso. No sé exactamente cuántos meses transcurrieron mientras yo me hacía hombre a la fuerza y ellos se hacían a la idea de mi pérdida, donde lo único positivo acaecido fue la reconciliación temporal de mis padres, así como una columna se apoya a la otra para evitar el derrumbe del edificio Hoy transcurrieron ya 25 años, casi con más rapidez que aquellos dos torbellinos recurrentes en la memoria. Peino canas, ya no tengo padres, constantemente hago balance de pérdidas y ganancias. Todavía me sigo preguntando si valió la pena jugar a ser héroe.

No hay comentarios:


Buscar en este blog