La isla donde se perdió el sentido común
Una periodista estadounidense visita Cuba y dice que lo más espantoso es lo cerca que está el país de EEUU y a la vez tan lejos que pudiera pensarse que uno está en Sudán.
El transporte público es una broma y un carretón tirado por un caballo es más confiable que una guagua.
Lo que uno aprende rápidamente en Cuba es que las dictaduras no funcionan sin terror y sin la omnipresencia de militares armados y una insidiosa policía secreta, dice Karen Heller, una columnista del diario estadounidense The Philadelphia Inquirer.
La periodista apunta en un artículo sobre su reciente visita a la isla que Fidel Castro vive, pero la marca comercial que vende es la del Che Guevara, y su rostro se ve sobre vallas, dibujado en mochilas, en las fachadas de edificios. “Virtualmente su mirada luminosa de profeta está en todas partes”, subraya.
Heller califica de extraño a un régimen bajo en el que “los profesionales ganan $25 dólares al mes, el gobierno provee la mayoría de lo que se necesita, y hay poco incentivo para trabajar excepto en la floreciente industria turística”.
Luego hace un aparte para confesar que su guía turístico le contó de una médica amiga que trabaja de noche como prostituta para extranjeros, porque de esa manera “gana más dinero”.
Según la periodista del Inquirer, “lo espantoso de Cuba es cuán cerca está geográficamente de Estados Unidos y tan distante a la vez en todos los demás sentidos, tanto que uno podría pensar que está en Sudán”.
Heller dice no haber visitado nunca un país donde tantas propiedades frente al mar estén abandonadas, la preservación histórica importe tan poco, y donde el “transporte público es una broma y un carretón tirado por un caballo es más confiable que una guagua”.
No obstante, señala que a pesar de la pobreza que hay en el país, y de que un guardia de seguridad le confesó sin miedo vivir en una “hedionda dictadura”, la isla sigue siendo “atractiva, en gran medida por la abundancia de música y arte, el placer de todo cuanto no tenga que ver con el trabajo, y la hospitalidad de los cubanos con los visitantes”.
La periodista apunta en un artículo sobre su reciente visita a la isla que Fidel Castro vive, pero la marca comercial que vende es la del Che Guevara, y su rostro se ve sobre vallas, dibujado en mochilas, en las fachadas de edificios. “Virtualmente su mirada luminosa de profeta está en todas partes”, subraya.
Heller califica de extraño a un régimen bajo en el que “los profesionales ganan $25 dólares al mes, el gobierno provee la mayoría de lo que se necesita, y hay poco incentivo para trabajar excepto en la floreciente industria turística”.
Luego hace un aparte para confesar que su guía turístico le contó de una médica amiga que trabaja de noche como prostituta para extranjeros, porque de esa manera “gana más dinero”.
Según la periodista del Inquirer, “lo espantoso de Cuba es cuán cerca está geográficamente de Estados Unidos y tan distante a la vez en todos los demás sentidos, tanto que uno podría pensar que está en Sudán”.
Heller dice no haber visitado nunca un país donde tantas propiedades frente al mar estén abandonadas, la preservación histórica importe tan poco, y donde el “transporte público es una broma y un carretón tirado por un caballo es más confiable que una guagua”.
No obstante, señala que a pesar de la pobreza que hay en el país, y de que un guardia de seguridad le confesó sin miedo vivir en una “hedionda dictadura”, la isla sigue siendo “atractiva, en gran medida por la abundancia de música y arte, el placer de todo cuanto no tenga que ver con el trabajo, y la hospitalidad de los cubanos con los visitantes”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario