El 'libro negro' de un secretario del PCC
Si algo tienen en común, es que no tardan en desarrollar una aguda dependencia por los ambientes climatizados
LA HABANA, Cuba.- En Cuba padecemos, entre los municipales y los provinciales, la presencia de casi dos centenares de primeros secretarios del Partido Comunista de Cuba (PCC). Aunque en persona no se encontrará muy a menudo con ellos, ya que no tardan en desarrollar una aguda dependencia por los ambientes climatizados, sí no dejará de dar con ellos una y otra vez en los medios.
Tal es el caso del compañero primer secretario del Partido de Villa Clara, que según es ya un tópico humorístico entre los periodistas de por acá el día en que en una edición semanal de Vanguardia no se publique al menos una foto suya, su primer ukase al siguiente lunes no será otro que mandar a botar hasta al gato de mascota en el medio en cuestión.
Somáticamente, el primer secretario —no importa si de provincia o municipal— resulta de fácil identificación. Repase usted las abundantes imágenes de ellos en el Noticiero Nacional de Televisión y de inmediato encontrará el rasgo que los identifica: la redondez. Un primer secretario es algo así como un huevo del que cuelgan unos cortos y rollizos brazos y piernas.
El primer secretario es un tipo de exigua cultura, que aunque no llega a los niveles de otros personajes con más poder y célebres por sus burradas, no anda sin embargo muy lejos. De este personaje solo cabe decirse que sabe lo que le conviene. Si de hecho ha llegado a primer secretario ha sido precisamente por esa afortunada circunstancia que se ha dado en él. Y lo que conviene saber en Cuba es muy poco: quién manda en realidad, y tener además la rara habilidad de penetrar el disparate de turno en la cabeza del Mandante en Jefe.
Es por esta sintonía más que con el cubano de a pie y sus reales condiciones de vida, con el que manda, pero por sobre todo con las muchas "ventajitas" que trae su posición, que el primer secretario se la pasa generando constantemente chistes de antología.
En Placetas, a dos años ya, en los corrillos familiares o discretas reuniones de amigos todavía te cuentan la misma historia del primer secretario del PCC en el municipio. Resulta que este ejemplar típico, cabría decir que por antonomasia (en este caso huevo, pero de codorniz), asistía desde la presidencia a una sesión de la Asamblea Municipal del Poder Popular. Se hablaba de las tiendas recaudadoras de divisas y él, visiblemente desesperado en meter la cuchareta, no pudo más que intervenir. Sin levantarse de su asiento llamó la atención sobre los ancianos placeteños, y quizás hasta de todo el país:
"…porque compañeros, seamos honestos: como están las cosas nuestros viejitos no pueden asistir a las 'shoppings'".
Llegado a este punto hizo una pausa dramática, durante la cual a la vicepresidenta, que estaba a su lado, el pelo comenzó a parársele como si la hubiesen conectado a una fuente de 20 000 voltios, y el jefe de la Seguridad del Estado en el municipio echó discretamente mano de su teléfono móvil, por si al compañero del Partido se le hubiera zafado algún tornillo y conviniera en consecuencia avisar a los "mandos".
Ya conseguido el efecto, y cuando todos en la sala esperaban que el compañero primer secretario se las diera de Lutero y comenzara a hablar sin tapujos sobre las misérrimas pensiones de los "viejitos", el huevo, con el redondo rostro rosáceo iluminado por la satisfacción de conseguir conectarse a cualquier precio con el discurso de moda entre quienes estaban por encima de él en la provincia o el país, soltó: "…y es que, compañeros, ¡nuestras 'shoppings' están llenas de barreras arquitectónicas!"
De más está decir que a pesar de la mucha mandarria que se dio por esos días en aceras, portales y puertas de Placetas, los ancianitos en cuestión siguen tan remisos como siempre a visitar las "shoppings" de marras.
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