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Hardliners por el castrismo
Todo parece indicar que nuevamente se desea facilitar pretextos a los sectores más recalcitrantes del régimen de La Habana para justificar la represión y mantener Cuba como una fortaleza sitiada
La lista de hechos increíblemente absurdos y contraproducentes generados por los hardliners floridanos es inmensa, muchos de ellos materializados en momentos cuando el castrismo necesitaba acontecimientos externos para desviar la atención del agravamiento de la situación interna. Van desde tratar de impedir la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, hasta el boicot al Concierto por la Paz auspiciado por Juanes, a pesar de haber sido apoyado por la mayoría abrumadora del pueblo, incluidos los prisioneros de conciencia de los 75. Una campaña de tinte fascista conformada con difamaciones y bochornosas escenas de roturas públicas de discos del cantante colombiano, al mismo estilo de los mítines de repudio en la Isla.
Aprovechando sus posiciones políticas en un estado decisivo para las elecciones de Estados Unidos, han logrado mantener un absurdo embargo económico, que incluye la prohibición de viajar a Cuba a los ciudadanos norteamericanos, conculcándoles un derecho establecido en el Artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Una prohibición que solo se aplica a nuestro país, y únicamente útil para servir de justificación al totalitarismo para impedir a los cubanos salir y regresar a la Isla cuando queramos.
Ahora que la Administración Obama se esfuerza por aportar algún sentido común a la política hacia Cuba, tratan de boicotear por todos los medios cualquier gesto de buena voluntad hacia el pueblo cubano, en franca colaboración con los talibanes de la Isla, también prestos a evitar el encuentro de los ciudadanos cubanos y norteamericanos. A esta nociva gestión de los hardliners de ambas riberas del Estrecho de la Florida, se añadió recientemente la propuesta del congresista Mario Díaz-Balart, aprobada en el Comité de Apropiaciones de la Cámara de Representantes, dirigida a derogar las medidas flexibilizadoras para facilitar el envío de remesas y los viajes de cubano-americanos, y dificultar los intercambios culturales y de otro tipo que tantos beneficios está rindiendo actualmente, con evidentes repercusiones positivas en el campo político interno.
Todo parece indicar que nuevamente se desea facilitar pretextos a los sectores más recalcitrantes del régimen de La Habana para justificar la represión y mantener Cuba como una fortaleza sitiada debido a la supuesta amenaza extranjera. También parece que a determinadas personas en Estados Unidos, con un desconocimiento total del panorama interno, les molesta que los cubanos nos encontremos para forjar el futuro de nuestro país; que las familias vuelvan a unirse y se superen los rencores que desde el 10 de marzo de 1952 han sembrado la discordia y los resentimientos en nuestro hogar común.
Parece que a esas personas les duele la generosidad de nuestros hermanos en Estados Unidos y sus deseos de ayudar a sus familiares en Cuba, algo tan humano y habitual en el mundo actual. Con esas acciones desvelan sus características antidemocráticas, pues es conocido que las medidas tomadas por el presidente Obama gozan de amplio respaldo por los cubanos de aquí y de allá, apreciable en las encuestas realizadas particularmente en toda la Unión, donde tanto estadounidenses como cubano-americanos se han pronunciado a favor de esas medidas, sobre todo, los jóvenes.
Las acciones regresivas contra el pueblo cubano se presentan como una supuesta lucha contra el totalitarismo en Cuba. Olvidan las enseñanzas de la historia que demuestran que el encuentro entre los pueblos fue uno de los factores decisivos para la caída del Muro de Berlín en 1989. Desconocen que la política de tendido de puentes de Willi Brandt en la década de 1970 fue apoyada por la administración republicana de Nixon y su secretario de estado Henry Kissinger. Sería oportuno que esos políticos siempre dispuestos a promover la confrontación leyeran el libro “Más allá de la paz” de ese Presidente, donde recomendó una nueva política más flexible hacia Cuba. Si las recetas que proponen los hardliners para Cuba, se hubieran mantenido para Europa del Este y China, posiblemente hoy todavía existiría el muro de Berlín y en el gigante asiático gobernaría los herederos de la Banda de los Cuatro. Por suerte para la humanidad hubo gobernantes con sentido común en Estados Unidos y otras potencias que trazaron políticas realistas y sensatas.
La intolerancia, disfrazada de lucha contra el totalitarismo, se expone alegando que los recursos que llegan a Cuba a través de las remesas y que traen los cubano-americanos sirven para alimentar al régimen. En primer lugar, si parte de ese dinero va a las arcas del Estado, lo hace con un enorme costo político para el Gobierno. No por gusto tradicionalmente han realizado esfuerzos para limitar los contactos de la población con los visitantes, sin resultados. Las relaciones establecidas entre los cubanos de aquí y sus familias de allá crea un flujo de información y experiencia democrática, que se convierte en un factor político de envergadura al igual que sucedió en el Este de Europa.
El dinero recibido mediante las remesas hace las familias más independientes frente al Estado, mucho más hoy cuando esos recursos ayudan a desarrollar el cuentapropismo y el trabajo particular en los campos. Estos políticos parecen desconocer que Cuba ha importado casi el 80 % de los alimentos, fundamentalmente de Estados Unidos en los últimos años, que por cierto se ha convertido en el quinto socio en las operaciones comerciales de bienes y el mayor suministrador de comestibles. Por tanto, al aumentar el turismo y las visitas, simultáneamente se incrementarán las compras allí, para beneficio de los agricultores de Kansas o los criadores de pollo de Kentucky, entre otros.
Es tiempo ya de terminar con tanta insensatez y colaboración con el castrismo. Si Estados Unidos desea contribuir al cambio debería estar presente para interactuar con el pueblo cubano, como ha empezado a hacer la Administración Obama. El camino del aislamiento y la intolerancia solo beneficia el totalitarismo.
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