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Marti por siempre!!

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martes, 6 de abril de 2010

Adrián Leiva Pérez Ciudadano cubano


EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

http://angelicamorabeals2.blogspot.com/2010/04/desaparece-cubano-en-viaje-de-regreso.html?showComment=1270563916451_AIe9_BHwTxbz3Qb45FORdkg6zL1KKCrJNJuI8UQvP2xaDrDpSBhP0fRD9YnIN8op_IRbW_oUz0zOb4DBD4Cm3LeTbe6DszPsDcBW1YhBQsoSnRn5l5JZqbwQCopxB9hQLm3FQuoYpRhejGB_Snpe6i3vvPAAledc7vOm74mm9zt2DRWlkdgTJdReU9cabr9wN8ljfA46KGZMoS3gofq-CYX13OE-bJ-VDbcwmagNBiTi3Wr78FjTCk0uE391QDxWTUU3sADTDy6z#c1635323241631363583

Sobre la muerte de mi amigo y hermano Adrián queda mucho por escribir. Por ahora sólo me queda ánimo para orar por su alma y desearle el descanso de los justos, en esa tierra que añoró tanto, por la que tantas lágrimas lloró y cuyo retorno a su seno se convirtió en una obsesión para él. Ya estás en Cuba Adrián pero no era esa la forma en que ella te quería tener.


Palabras para oidos humanos:
Carta de despedida de Adrian Leiva a sus amigos del exilio

(en su primer intento de regresar a Cuba)

«Los desterrados saben que la tristeza que inunda el alma en la tierra, es el dolor mismo del destierro. Hay almas que no saben nada de esto, porque hay almas-nubes, y almas-montes, y almas-llanuras, y almas-antros
José Martí

Palabras para oídos humanos

Por Adrián Leiva

Creo necesario escribir estás palabras, no para justificar ningún acto de mi vida, sino para compartir mis pensamientos con ustedes.

Algunos de los que recibirán estás líneas me conocen desde la infancia en mi Palatino querido; otros, la dicha de su presencia me llegó más tarde, dentro de Cuba o en mi viajes a los Estados Unidos.

Prefiero titular esta carta “Palabras para oídos humanos”, porque lamentablemente los cubanos un día, sin darnos cuenta, dejamos de razonar con la lógica de los seres humanos y empezamos a “pensar” como dóciles “compañeros”. Ese fue el momento en que nos robotizamos y nuestras mentes tomaron un oscuro y triste camino.

También fue el momento en que dejamos de preguntarnos dónde está nuestro derecho como seres humanos y nos convirtieron en seres casi humanos, sin derechos.

Dejamos de amarnos unos a otros, para vigilarnos y descalificarnos unos a otros. Yo desconfío de ti y tú desconfías de mí.

Así de sencillo, dejamos de preguntarnos porque el cielo es azul, lo irracional se volvió cotidiano. Sólo bastaba que algo viniera del “nivel superior” o que el encantador de multitudes lo dispusiera en un discurso con plaza llena.

Nos impusieron el lenguaje del razonamiento antihumano; el razonamiento del “compañero”. Todos de una manera u otra hemos sido intoxicados en mayor o menor medida por el virus. Unos a favor, otros en contra, pero todos dejándonos de amar y viéndonos como enemigos, y descalificando nuestra condición humana por la mutua desconfianza.

Poco a poco perdimos la razón de las palabras PATRIA, FAMILIA Y NACIÓN.

Amigos míos, cada persona es libre de fijar residencia en el estado que desee. Es válido y respetable ese derecho, pero jamás un pueblo fue tan autodestructivo al descalificar a sus hijos por razones migratorias, como lo ha hecho lastimosamente el pueblo cubano.

Algunos recordarán los gritos de “gusanos” a quienes se marchaban del país. Más tarde, los mítines repudio y los gritos de “escoria”. Fijar residencia en otro país era, y continúa siendo, un delito para el cubano y, peor aún, ejercer el natural derecho de volver a residir en el país de uno es un pecado capital, toda vez que “aceptamos” la denigrante “salida definitiva” que nos impone el fidelismo.

No sé si mi lejana raíz de hebreo (algunos nos generalizan inapropiadamente como judíos: soy de Palatino, no de Judea) me haga sentir el natural derecho de volver a mi tierra y negarme a ser un emigrante, por la simple razón de tener patria. Somos los cubanos el único pueblo que no lucha masivamente por retornar a su tierra, sino más bien añora salir de ella.

Culpar un gobierno de esta realidad es justo, pero también debemos recordar que a todos nos toca una dosis de responsabilidad social. Si la emigración fuera la solución de nuestros problemas, con once millones de visas se acabaría el problema de Cuba, claro, también desaparecería la Nacíon Cubana.

Amigos míos, no permitamos que el derecho a estar en nuestra patria o el de fijar residencia en otro país, sea motivo para descalificar a ningún cubano llamándolo gusano o infiltrado. Continuar pensando así es hacerle un favor a los que nos impusieron la filosofa del odio y la división.

Lo normal sería que todos los cubanos, de manera lógica y masiva reclamáramos nuestros derechos civiles. La mayoría de nosotros alega que viene buscando “tierra de libertad”, sucede que una vez en ella no actúa en consecuencia y se niega a reconocer que la libertad comienza en el alma.

Aceptamos dócilmente pagar un dólar por minuto de llamada telefónica a Cuba, permitimos precios súper abusivos en pasajes, tarifas de remesas y envíos por libra de mercancía a Cuba, nos imponen una “salida definitiva” con burdas excusas y, como si fuera poco, en la llamada tierra de libertad, políticos de origen cubano abogan por leyes que nos permiten viajar a nuestro país sólo cada tres años, actuando de igual modo que el sistema que dicen combatir y sumándose a la violación del artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

¿Cuándo comenzaremos a entender todos los cubanos que lo normal es batallar por nuestros derechos civiles, que somos cubanos porque existe Cuba y que descalificarnos sólo contribuye a que continuemos pensado como compañeros, no a razonar con la lógica de lo que realmente somos: seres humanos?

Cuba comenzará a ser un poco más libre, el día que cada uno de nosotros mentalmente comience a ser también más libre y a buscar la razón y la lógica.

Si por defender el derecho de ser cubano y estar en Cuba, me descalifican mis compatriotas y me acusan de ser en lo que no soy, ni nunca he sido, entonces, con todo dolor, tengo que reconocer que el fidelismo no se ha mantenido sólo por la fuerza, sino por la pobreza de mente y alma de una parte considerable de nuestro pueblo. Que Dios perdone tanta pobreza de razonamiento en algunos cubanos.

Pero, sabiendo que llegaría a oídos humanos, sólo quería robarles unos minutos con la lectura de esta carta, a los que deseen hacerlo, cuando ya no me encuentre entre ustedes y disfrute del privilegio de andar por las calles de mi Habana, destruida sí, pero mi Habana al fin. Si eso es un delito que me juzguen mil veces, pero teniendo patria no me resigno a ser extranjero.
Reconozco que no tengo el valor de ustedes, para soportar tanto dolor en el difícil arte de ser un emigrado.

No me despido, sólo les digo hasta otro día y que Dios permita que las barreras que hoy impiden que los cubanos tengamos una política migratoria normal sean levantadas pronto, para el bien y la unidad familiar de todo nuestro pueblo.

Adrián Leiva Pérez
Ciudadano cubano

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