'Revolución es construir'
| Holguín | 12 de Octubre de 2016Hace poco, en Santiago de Cuba, sobre el edificio sede de la Delegación provincial del Ministerio de la Construcción, había un inmenso cartel que decía "Revolución es construir".
Pensé que debía ser un cartel viejo, una de esas frases de Fidel Castro tan comunes en la propaganda del sistema. Y lo pensé porque Raúl Castro no parece ser tan diestro organizando ideas. Sus frases más famosas por estos lares son: "Se pudo coño"; "Ya todo está dicho, ahora a trabajar"; y "Santiago sigue siendo Santiago".
Tal vez en las primeras décadas de la Revolución la frase de marras se haya ajustado más a la realidad, pues el comercio favorable con la URSS propició cierta bonanza y se construyó bastante, aunque no lo suficiente. Pero desde que nos quitaron "la teta grande" y el país tiene frente a sí el reto de ser productivo y eficiente, todo cambió. En las últimas décadas, lejos de construir, la "revolución" lo que más ha hecho es destruir.
Por ejemplo, los más de 100 centrales azucareros y las plantas productoras de níquel en Moa y Nicaro desmanteladas.
En la fábrica de níquel de Nicaro, muy cerca de donde vivo, dos años antes de que fuera destruida se construyó un transportador de mineral por esteras entre las montañas descendientes, de 11 km de longitud. Según se dice, el costo fue de más de 300 millones de dólares, adjudicados a una empresa alemana. No llegó a amortizarse siquiera y ahí está, oxidándose y expuesto a la depredación de un pueblo que debido a la crisis, le ve utilidad a todo. Las esteras se convierten en gomas de bicicletas y suelas de zapato, y los hierros se transforman en corrales de cerdos.
También aquí en mi municipio, Mayarí, han destruido en los últimos años un central azucarero, una fábrica de torula (alimento animal), la fábrica de hielo (ahora lo traen de Holguín, a 85 km), la fábrica de fertilizantes, dos fábricas de bloques, un molino de arena, la planta de asfalto, la fábrica de conservas y el puerto de Felton. Y, ¿qué han construido? Prácticamente nada si lo comparamos con lo perdido: solo algunas inversiones agrícolas como sistemas de riego, una presa y un molino de arroz.
En vez de progreso se ve lo contrario. El sector privado no tiene derecho a crecer e invertir en las ramas de la economía. El nombre de "cuentapropista" en lugar de "empresario" o "comerciante" es parte de la estrategia y del plan de restringirlos a su propio trabajo, a no crecer. Inevitablemente algunos crecen y son tolerados como un mal necesario, siempre a medias entre la legalidad y la ilegalidad, bajo la zozobra de que los detengan o sean víctimas del pago de sobornos. Sin derecho a construir infraestructuras comerciales, solo viviendas, arman cuchitriles que afectan el ornato público. Nuestros pueblos y ciudades están plagados de cientos y miles de estos timbiriches que ya tipifican el paisaje urbano.
Varios de nuestros núcleos urbanos son patrimonio cultural de la humanidad, no porque fuera el propósito de la revolución preservar la huella arquitectónica del pasado, sino por estancamiento constructivo. Ha sido este el periodo en que más ha crecido la población del planeta y por consiguiente más se ha construido. Hemos visto ese crecimiento en casi todo el mundo, menos en las ciudades cubanas. Y si observamos las partes más feas, monótonas y deterioradas, descubrimos que son las "modernas", construidas después de la Revolución. Los centros vistosos, construidos y conservados con cierta calidad, son los del periodo anterior, los del "capitalismo".
No en vano en la calle se dice jocosamente que "todo lo que esta gente coge entre manos se destruye". En ocasiones entré al central azucarero de mi localidad y era visible la capa de óxido en las vigas de acero. Los vagones eran color óxido y los puentes de hierro adolecían de remaches, carcomidos por los elementos del tiempo. Mi abuelo trabajó toda la vida en este central, Preston (luego Guatemala), y contaba que los americanos mandaban a pintarlo todo tras cada zafra, sin importar el buen estado de la pintura anterior: central, puentes, vagones y hasta el pueblo que lo rodeaba. En los primeros 50 años se mantuvo nuevecita la infraestructura; pero en los segundos 50 años se hizo talco y finalmente se destruyó. Mi abuelo se retiró en 1975 y contaba que solo en una ocasión, a partir de esas fechas, se pintó el central parcialmente.
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