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Las cicatrices abiertas del crimen de Tiananmen en China
Veintitrés años después de la masacre, las madres de las víctimas siguen reclamando justicia mientras el autoritario régimen de Pekín intenta borrar los recuerdos de la sociedad a base de desarrollo económico
PABLO M. DÍEZ
Han pasado ya 23 años de la masacre de Tiananmen, en la que el Ejército chino acribilló a cientos de universitarios y trabajadores que se habían concentrado en la céntrica plaza pequinesa para demandar reformas democráticas y el fin de la corrupción. Anestesiada por el desarrollismo, la modernidad y la propaganda, la mayoría de la sociedad china simula haber olvidado el 4 de junio de 1989 («liu si» en mandarín) y, de puertas afuera, prefiere preocuparse de temas más mundanos como pagar la hipoteca del coche o los estudios de los hijos.
Pero la matanza dejó algunas cicatrices tan profundas y dolorosas que el autoritario régimen de Pekín no puede cerrar. Especialmente entre las «Madres de Tiananmen», un grupo que reúne a 120 familiares de víctimas de la represión y que cada año publica una carta abierta con tres peticiones: investigación, indemnizaciones y un proceso judicial contra los responsables de la masacre, como el entonces primer ministro Li Peng. Enrocadas, las autoridades ni se dignan a contestar y se limitan a repetir que aquellas manifestaciones pro-democráticas eran un “movimiento contrarrevolucionario” que coincidió con la «Perestroika» de Gorbachov y la erosión del comunismo al otro lado del Telón de Acero, esgrimiendo el progreso que ha traído el extraordinario crecimiento económico del país para justificar el aplastamiento de la revuelta.
Control preventivo
Con el fin de que no armen demasiado jaleo, la Policía mantiene vigilados estos días a los disidentes y a las «Madres de Tiananmen», en su mayoría inofensivas jubiladas de avanzada edad que perdieron a sus hijos en la plaza. «El Gobierno quiere que nos olvidemos, nos cansemos al hacernos mayores o nos muramos, pero eso no va a ocurrir porque, por amor y honor a nuestros seres queridos, tenemos que resistir hasta que obtengamos justicia por mucho que nos persigan y acosen», promete a ABC Zhang Xianling, quien perdió a uno de sus hijos, de 19 años.
AP
Afligida, enciende una barra de incienso bajo su retrato para honrar a su espíritu, al tiempo que critica el olvido que sufre la sociedad china, obnubilada por el dinero. «Hay un vacío moral porque el Partido Comunista ha conseguido que mucha gente no recuerde la masacre», denuncia esta profesora de música que enseña en su propia casa, cuyos vecinos ni se atreven a hablar con ella por miedo a las represalias del régimen.
De hecho, las familias ni siquiera pueden ir juntas al cementerio para rezar por sus muertos ni celebrar una vigilia por sus almas en el puente de Muxidi, donde muchos manifestantes cayeron abatidos por las balas del Ejército Popular de Liberación en la madrugada del 3 al 4 de junio. Uno de ellos era el joven Aiguo, cuyo padre, Ya Weilin, se suicidó hace pocos días harto de reclamar justicia, por supuesto sin ningún éxito.
«Perdió la esperanza, no hay ningún otro motivo para que se haya quitado la vida», razona su amiga Zhang Xianling. Desesperado a sus 73 años, Ya Weilin se colgó en un sótano abandonado para protestar contra el silencio oficial impuesto por el régimen. Entrevistados por ABC en 2007, con motivo del 18 aniversario de la masacre, tanto él como su esposa, Zhang Zhenxia, no entendían «cómo el Ejército pudo abrir fuego contra los jóvenes» y se definían como «gente del pueblo y buenos comunistas», ya que habían trabajado en organismos estatales como el Ministerio de Industria Nuclear. Buena prueba de ello era que incluso habían llamado su hijo Aiguo porque en mandarín significa «amor a la patria».
PABLO M. DÍEZ
En un año especialmente sensible por la soterrada lucha de poder que se ha desatado antes del relevo en la cúpula del Partido Comunista, que tendrá lugar en otoño, la Policía ha endurecido sus controles sobre los disidentes y la censura en internet. Pero, en medio de este hermetismo oficial, ha sorprendido la publicación en Hong Kong de un libro titulado «Conversaciones con Chen Xitong», que recoge las declaraciones del entonces alcalde de Pekín.
Se debió evitar
Condenado posteriormente a 16 años de cárcel por corrupción, Chen Xitong lamenta la masacre y asegura que se pudo haber evitado, lo que supone la primera disculpa de un antiguo alto cargo. «Le pregunté cómo se sentía por la muerte de tantos civiles inocentes, y dijo que lo lamentaba mucho», anunció a la agencia AP el autor del libro, Yao Jianfu, quien pudo entrevistar a Chen Xitong cuando éste salió de prisión para ser tratado en un hospital del cáncer que padece.
En dicho libro, demasiado sensible para ser editado en la China continental, Chen Xitong recuerda que, a tenor de una investigación del vicealcalde He Luli, unas 200 personas murieron cuando los tanques del Ejército desalojaron a tiros la plaza y persiguieron a los manifestantes por las avenidas colindantes, donde cayeron la mayoría de las víctimas. Pero, a juicio de un informe de la Cruz Roja de aquella época, se contabilizaron al menos 727 muertos, ya que la ciudad se convirtió en un auténtico campo de batalla en el que los habitantes de Pekín montaron barricadas y se enfrentaron a los militares.
AP
Además de pedir una investigación sobre la matanza, un asunto considerado tabú en China, el exalcalde descarga su responsabilidad sobre la ley marcial y la represión de las protestas en el entonces secretario del Partido Comunista en Pekín, Li Ximing, fallecido en 2008. El famoso libro «Los papeles de Tiananmen», que detalla las deliberaciones de la cúpula del régimen y el rechazo a una intervención armada del luego depuesto secretario general del Partido, Zhao Ziyang, achaca a Li Ximing y Chen Xitong un informe que culpó a los manifestantes de«contrarrevolucionarios» y cerró toda vía al diálogo. Pero éste insiste en que «fue redactado por el Comité Central del Partido y yo no podía no leerlo».
Más de dos décadas después, se calcula que aún quedan en prisión una veintena de manifestantes, condenados por «vandalismo». Uno de ellos, un antiguo vendedor ambulante llamado Li Yujun, fue liberado a principios de mayo a los 45 años tras pasarse media vida entre rejas. A pesar de volver a la libertad, será vigilado por la Policía durante los próximos ocho años y no podrá expresar sus opiniones en internet ni conceder entrevistas. Como la pena de la maestra de música Zhang Xianling, el suicidio del jubilado Ya Weilin o los remordimientos el exalcalde Chen Xitong, es otra de las muchas cicatrices de Tiananmen que aún siguen abiertas en China.
publicado por ABC España
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