Teófilo Stevenson, la leyenda del boxeo cubano que prefirió ser «rojo que rico»
Muere el hombre que pudo retar a Alí y Frazier a cambio de una millonaria bolsa de dólares y eligió ser fiel al régimen de Castro
Día 13/06/2012 - 08.58h
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Teófilo Stevenson, el cubano que pudo cambiar la historia del boxeo, fue en la década de los setenta el reverso de Mohamed Alí. Eran dos gotas de agua, altos, pletóricos, con la misma clase de carisma, parecido juego de piernas y una potencia letal. Y, sin embargo, entre la cara vista y la oculta, Alí interpretó el papel del ególatra que siempre buscó otra portada, otra bolsa llena de dólares, mientras Stevenson se quedó con el régimen, con su «amigo» Fidel Castro, con su familia. «Antes rojo que rico», tituló la revista Sports Illustrated.
Stevenson (1952-2012) falleció de un infarto a los sesenta años,con un curriculum difícilmente superable en el boxeo amateur (tres veces campeón olímpico, tres veces campeón del mundo), y con la sospecha nunca confirmada de que, en Estados Unidos, hubiera estado a la altura de Alí o Joe Frazier, en el ring de los elegidos. «Tenía su misma clase», dijo Don King, el promotor que una vez le ofreció cinco millones de dólares por enfrentarse a Alí.
El «enemigo americano» le puso muchos cheques en blanco a lo largo de su vida, sobre todo después de 1972, a los veinte años, cuando ganó la primera medalla olímpica en Múnich. Era el desconocido al que todos querían ver, con el que todos querían luchar, el tipo que mandaba rivales a la lona con una derecha que solo necesitaba un golpe.«Uno no tiene tiempo de verla. Y cuando la ve, es porque la tiene ya sobre el mentón», la describió el alemán Peter Hussing, que sobrevivió cuatro minutos en pie en Múnich.
Cualquiera de las ofertas que recibió exigía abandonar Cuba, que rechaza el boxeo profesional.Pudo embolsarse, por ejemplo, un millón de dólares por enfrentarse a Joe Frazier.Era mucho dinero para la época en cualquier país, y más para el hijo de una familia humilde nacido a 672 kilómetros de La Habana, cerca de una plantación de azúcar; que creció a golpes en el patio del colegio, entre las cuerdas de un ring (disputó el primer combate a los catorce años) y en la vida (se dice que el régimen ocultó sus problemas con el alcohol).
301 victorias en 321 combates
El «Pirolo», como le llamaron siempre, era voraz entre las cuerdas. «Es el peleador más perfectamente balanceado que haya visto jamás», dijo el entrenador Emmanuel Steward. Engañaba a sus rivales con un repetitivo jab de izquierda, y los liquidaba con su inigualable derecha. Logró 301 victorias en 321 combates, entre ellas la medalla de oro olímpica en 1972, 1976 y 1980; los campeonatos del mundo de aficionados en 1974, 1978 y 1986,y un incontable número de títulos en otras competiciones internacionales.
Teófilo Stevenson tenía en su casa una foto que retrata su vida pública. Fidel Castro, con su clásico uniforme y gorra verde caqui y un habano en la boca, levantaba la mano enguantada del boxeador triunfante. El dictador se apropiaba de su éxito, y le agradecía aquella frase: «No cambiaría un pedazo de la tierra de Cuba por todo el dinero que podrían darme, prefiero el cariño de ocho millones de cubanos». Castro le llamaba en cada cumpleaños, confesaba «Pirolo», satisfecho. Con Alí también mantuvo una estrecha relación. Se vieron en La Habana, y en Illinois, entre otras ocasiones. Se respetaban, aunque nunca cruzaran los guantes.
El mejor boxeador amateur de la historia forma parte de una escuela prolífica y mimada por el régimen, que incluye a otro tricampeón olímpico, Félix Savón. La dictadura castrista ha cuidado mucho que los boxeadores no escaparan a Estados Unidos, al olor de las bolsas del deporte profesional. Con Stevenson lo tuvo fácil. Siempre decía que su religión era Cuba.
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