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domingo, 11 de julio de 2010

La cubana que enamoró a Fidel y se desilusionó de su revolución

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

La cubana que enamoró a Fidel y se desilusionó de su revolución. Hilda Molina

Domingo 11 de Julio de 2010 |

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foto ampliar | DESENCANTO ESPIRITUAL. "Nunca negué mi absoluta responsabilidad en tan doloroso error", dice Molina, respecto de su militancia en el castrismo.
Crónica

MI VERDAD
HILDA MOLINA
(Planeta - Buenos Aires)

La "verdad" de Hilda Molina es la dramática historia de vida de una cubana obligada a generar divisas para su país como médica y una crítica personal a la revolución de 1959 a partir de los padecimientos que el régimen y que Fidel Castro le provocaron a la protagonista, a su familia y a los compatriotas enfermos que tuvo que atender, y dejar de atender.

Si bien la autora admite que fue deslumbrada por la revolución y por Castro cuando tenía 15 años, aclara a manera de justificación que en esa época era muy inocente para oponerse; sin embargo mantuvo su pertenencia al Partido Comunista y a las Milicias Nacionales Revolucionarias por más de 30 años ("de alguna manera -Castro- nos robó el alma y secuestró la conciencia de miles de cubanos"). Lamentablemente, no se detiene a explicar porqué los isleños actuaron como cómplices del Gobierno -propósito que deja para un equipo de psicólogos, sociólogos y teólogos, según dice-, ya que habiendo sido una protagonista privilegiada del último medio siglo de Cuba podía haber brindado una interpretación tal vez interesante sobre las razones por las que el pueblo siguió con tanto entusiasmo a Castro.

Desde esa perspectiva, los lectores que aspiren a descubrir en el libro una descripción completa del sistema impuesto por Castro tendrán un límite: sólo lo podrán hacer a través de los ojos de Hilda Molina, desde sus padecimientos, desde la mirada particular con que pinta al líder cubano y a su gestión.

Tendrán una visión negativa de la Cuba castrista, la que construye desde su experiencia como una de las profesionales más destacadas en el mundo de la ciencias neurológicas y como una ciudadana que accedió, por méritos personales y estudios, a tener contacto con lo que denomina el mundo privilegiado -y corrupto- de los que se mueven en el círculo íntimo del poder. Así se define, casi con dolor, como "testigo, víctima y cómplice de un devastador proceso", una cita que bien podría definir su vínculo con el Gobierno. Ciertamente, el libro no es un ensayo político, sino más bien es el reflejo del desencanto espiritual que sufre una persona que se identifica emocionalmente con un proceso político desde la inocencia juvenil y que luego padece en su seno familiar, durante años, los efectos arbitrarios del régimen al que adhirió. "Nunca negué mi absoluta responsabilidad en tan doloroso error", reconoce Hilda Molina, que a sí misma se considera madre, abuela y médico. Revela así el sentido de su dolor con Castro y con una revolución que, según sus propias palabras, resultó una estafa. Porque como madre se vio obligada a hacer huir a su hijo de Cuba: no lo vio durante 14 años. Porque como abuela no pudo asistir al nacimiento de sus nietos en la Argentina. Y porque como médica observó que su mayor emprendimiento personal y profesional, el Centro Internacional de Restauración Neurológica, terminó sirviendo a los propósitos recaudatorios del régimen, más allá de los reconocimientos internacionales que recibiera por su labor. Por ejemplo, menciona, con lujo de detalles, cómo la obligaban a atender a los enfermos extranjeros ricos y dejar de lado a los enfermos cubanos pobres ("llegamos a producir más de U$S 7 millones al año, era la gallina de los huevos de oro").

De la ilusión al desencanto

Su extraña relación con Castro tiene capítulos especiales. Especifica que nunca existió una relación sentimental, aunque afirma que Fidel tenía expectativas de índole personal con ella.
En su visión madura, el líder cubano se transforma en un psicópata, una persona que mintió con una revolución que nunca llevó a cabo, un traidor del pueblo cubano, un intolerante, un tirano, un ser despiadado  y maléfico.

Pinta a Castro como su enemigo, como el autor de sus desdichas, más aún cuando renuncia al partido, en 1994. "No la perdono, traicionó a Cuba, a la revolución", habría dicho Castro sobre su distanciamiento. Ella habla de despecho de adolescente.

En síntesis, si algunos quieren descubrir  las inmoralidades de la revolución castrista, el libro les vendrá de parabienes. Si se desea conocer una historia de sufrimientos familiares en una Cuba sometida pero con un final feliz, el texto también se presta.
© LA GACETA

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