La muerte como 'home club'
http://www.diariodecuba.net/opinion/58-opinion/934-la-muerte-como-home-club.htmlPor supuesto, nada enturbiará a nuestro carnaval deportivo. Al parecer, tampoco nada romperá el ritual fúnebre de una huelga de hambre pasada por entrevistas intensivas y Twitter, más las burlas de algunos blogueros.
La prensa oficial ya dijo lo que le autorizaron y, como un bateador emergente, ahora espera nuevas señas del Consejo de Estado. La comunidad internacional recoge firmas de denuncia y envía algún que otro memorándum pro-derechos humanos para engrosar lo que aquí es tildado de "campaña anti-cubana". El exilio marcha de blanco con fe en el final del régimen. Otros huelguistas comenzaron a comer. Todos, incluida la Seguridad del Estado y el cuerpo diplomático en la Isla, han cumplido con su rol de advertencia al moribundo voluntario. El pueblo desuniformado y desinformado se lava las manos de repudio en repudio. El escenario queda, pues, dispuesto, para otra muerte a nombre de nadie.
Cuba puede darse el lujo luctuoso de prescindir de un hombre más. De muchos hombres más. A razón de uno por mes, el desangramiento a cuentagotas de la disidencia podría durar décadas. Y el gobierno luce bien dispuesto a encajar semejante precio de protestas suicidas. Sabe que si saca a la calle ahora a un sólo preso de conciencia, podría desatar un pandemonio democratizante que pondría a chirriar gomas al carro estático de la Revolución.
Este martes 30, cuando el árbitro de home decrete el play ball de la Serie Final entre Industriales y Villa Clara, no muy lejos del césped del estadio de Santa Clara, en un salón de terapia de un hospital de provincia, Guillermo Coco Fariñas tal vez sea sólo un fantasma que recorra y corroa los titulares tétricos de internet.
La falta de espíritu de diálogo en la Cuba actual es atroz. Así no vale la pena vivir civilizadamente. Por eso mismo sobrevivimos al margen, sin tomar en serio la retórica retorcida que las instituciones imponen a la realidad. Habitamos a sabiendas de que la muerte nunca ha sido más que una carta común dentro de la barata baraja nacional. Deshabitamos dispuestos a colmar las gradas degradantes de un futuro que nacerá siendo fósil, contentos de contar al menos con nuestro cuerpo para la siguiente temporada de represión o béisbol.
El estado de salud de Guillermo Coco Fariñas hace ya rato que es crítico. Su muerte será mercancía de rótulo Mártir o Mercenario, según el poder desde que se narre. Como en el suplicio de Cristo, todos seremos testigos de una cruz que a la vez nos convierte en cómplices. Como Cristo, este hombre es un incómodo incondicional que casi no cabe en Cuba. La Isla de Corcho apenas soporta el peso ingrávido de su cadáver en ciernes. Por eso decimos que nos importa su caso hasta el infinito, pero miramos incrédulos hacia cualquier otra parte.
Esta semana en Santa Clara ningún pelotero de Industriales o Villa Clara portará en su uniforme una banda negra a la memoria de nuestro segundo huelguista de hambre radical. A menos que ocurra un milagro personal o político, Guillermo Coco Fariñas habrá cumplido su voluntad de extinguirse como evidencia de la impiedad revolucionaria cubana. Supongo que, a la postre, la patria los "contemplará orgullosa" a todos (nuestro himno será puntualmente coreado antes de cada juego de béisbol): desde la disciplina iatrogénica de los peritos del MININT hasta la solidaridad sumaria de la opinión pública mundial.
Yo hago luto mudo por Cuba desde ya. Como de costumbre, el lenguaje articulado no nos bastó para comunicarnos: lo mutamos y matamos en una pésima suerte de argot artero. Cuba nos colimó. Más allá de su lucidez límite, Guillermo Coco Fariñas ha sido victimario y víctima de esa manipulación mortíferamente materialista de un Verbo vaciado de Verdad y Vida. Intuyo que hoy su sed es insaciable y su sufrimiento, insalvable.
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