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viernes, 4 de abril de 2014

Quedarse para ver el fin | Cubanet

Quedarse para ver el fin | Cubanet



EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO





Quedarse para ver el fin

Una mujer decidió, extrañamente, no marcharse del país para ver la decadencia de quienes le robaron sus mejores años













Cuban-CDR-grafitti_foto tomada de internet
Cuban-CDR-grafitti_foto tomada de internet
LA HABANA, Cuba.-Aunque la conozco de vista, nunca habíamos conversado tanto.


Cruzarnos en el agro mercado y un saludo fue el pretexto para
intercambiar frases de disgusto por lo absurdo de los precios: 15 pesos
una col magra, 16 un paquete de judías que Dios sabe si llega a la
libra.



-Mira eso –comenta–; un solo plátano ¡tres pesos! ¿Adónde vamos a parar?


Luego me dice que no vale la pena quejarse, que todo lo que uno se
busca son problemas. “Aquí la cosa es mirar y callar. Dejar que el
tiempo corra porque al final, todos van cayendo”.



Entonces me entero de que hace años el que era su marido salió en
viaje de misión, no regresó, y se desquitaron con ella y su hijo.

El joven, excelente estudiante de cuarto año de arquitectura, fue
expulsado de la universidad por la “falta” del padre. Cayó en una
profunda depresión, ella tuvo que recurrir a psicólogos, mientras los
vecinos y especialmente la presidenta del CDR, se dedicaban a acosarla, a
presionar en su trabajo para que también fuera despedida.



El jefe, muy buena persona y que no tenía quejas de su conducta
laboral, le propuso fingir que la habían expulsado, que él, a
escondidas, la apoyaría.



Así, entre mentiras, evadiendo a los vecinos, buscando otras paradas
de ómnibus y saliendo a horas imprevistas, logró acumular los años que
necesitaba para tramitar su retiro.



Ahora hace trabajos de artesanía que vende, bien lejos de sus
intrigantes vecinos. Tiene su licencia de cuentapropista para que nadie
intente moverle el piso.



Su hijo se recupera lentamente de su vocación trunca, sus años perdidos, del recuerdo de la apoteosis del castigo y el ridículo.

Le pregunto por qué no intentó irse del país, o al menos mudarse para otro sitio.



Responde:


-Yo decidí quedarme para ver el fin de todos ellos.


La vida, poco a poco, le ha pasado la cuenta a cada uno: el que era
de vigilancia perdió la vista de un ojo, la mujer lo dejó; el otro
recalcitrante que se dedicaba a denunciar los que tenían negocios
ilícitos ahí está: inválido y ciego. Una de las más encarnizadas tuvo
que enfrentar la vergüenza de dos hijos ladrones, que le roban hasta a
ella.



Casi todos también pasan de los sesenta. No están libres de la agonía
de la supervivencia, y en las pocas salidas de placer, una ciudad que
no reconocen (a pesar de los carteles con desteñidas consignas) los
aplasta: jóvenes irreverentes profieren obscenidades, les arrebatan el
turno en una cola, el asiento en una guagua.



Y la antigua entusiasta del CDR, entre achaques y enemigos, ve cómo
los ideales que defendió son cada vez más inconsistentes, y es cada vez
más difusa la línea entre los dos bandos.






Verónica Vega



Verónica Vega nació en 1965 en La Habana. En 2003
obtuvo un premio de ensayo en el Encuentro Provincial de Talleres
Literarios y ha publicado en las revistas “El Caimán Barbudo”,
“Extramuros”, “Caminos”, del Centro Martin Luther King, y en el proyecto
digital de arte y literatura “Esquife”. Trabajó como guionista del
espacio infantil de Radio Metropolitana y colabora en el proyecto
digital Havana Times y con Diario de Cuba. Su primera novela, Aquí lo
que hay es que irse, fue publicada en 2010 en Francia como Partir, un
point c’est tout y con ella participó en el festival de literatura
latinoamericana Belles Latinas, con sede en la ciudad de Lyon.

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