Palabras de Pedro Pablo Oliva a raíz de que fuera revocado como Delegado a la Asamblea Provincial del Poder Popular en Pinar del Río
Les confieso que no hubiera querido hablar nunca de estas cosas. Han sido y son demasiado fuertes para tenerlas presente en mi memoria. Quisiera borrarlas. Si lo hago es porque algunos amigos me han pedido que no me quede callado y porque las cosas comenzaron a tomar un giro que me obliga a comunicarlas. Creo hoy que es lo mejor.Amo mi país. Quienes me conocen saben que no es palabra dicha en falso. Preferí quedarme en mi sitio, ese que me vio empinar papalotes y recoger romerillos y que tanto necesitaba de un soplo nuevo y una visión diferente de las cosas.
Vengo del mundo de la creación artística y el pensamiento. No acostumbramos los artistas a quedarnos anclados en el terreno de lo que nos dicen, indagamos y vamos en busca de otra explicación del mundo y nos parece mucho más convincente un árbol repleto de flores que la demagogia de un funcionario. No dejamos nunca de cuestionarnos la realidad y transformarla, aún cuando nos digan ingenuos y desinformados.
Cuando hace unos cuantos años se me preguntó si estaba dispuesto a formar parte de la Asamblea Provincial del Poder Popular como Delegado y dije que sí, lo hice porque me pareció oportuno participar, en el contexto de la provincia, ayudando no solo con mi proyecto de la Casa Taller y con mi trabajo como creador, sino también con mi modesto criterio para contribuir al mejoramiento en la esfera de la cultura.
Por otra parte, pensé que era extraordinario conocer más de cerca el funcionamiento de un órgano que tenía vínculos más estrechos con el hombre cotidiano. La realidad siempre será mucho más que lo que puede decir la prensa o la televisión. La verdad que creemos palpable a veces puede resultar otra verdad.
Cuando se me citó para informarme sobre la denuncia que un delegado había presentado en mi contra con el criterio de que ya no poseía las condiciones necesarias, por las cuales fui elegido y que solicitaba se me evaluara para la separación de esa responsabilidad, confieso que nada me tomó por sorpresa.
Una serie de acontecimientos donde quedó involucrada la Casa Taller, desencadenó con el tiempo la carta que escribí a Yoani Sánchez y que fue publicada en su blog con mi aprobación. Considero hoy que aquellos sucesos fueron mal manejados por las instituciones públicas. El empleo de métodos violentos nunca sirvió ni servirá para aplacar nada en el mundo de las ideas (les remito a la Declaración de la Casa Taller publicada en su sitio www.casatalleroliva.org). También había concedido una entrevista para el programa radial de Miami “La noche se mueve”, dirigida por Edmundo García, quien ha realizado frecuentemente entrevistas en la isla a otros intelectuales cubanos.
Mis palabras expresadas en ambos sitios infringían o contradecían los estatutos ideológicos y el código de ética, por el cual se rige la estructura de gobierno, firmado por mí al asumir mi responsabilidad en el Poder Popular. Es por eso, que estuve de acuerdo con el delegado que hizo la denuncia.
Busco como todo ser humano que ama su país, una sociedad mejor, pero esa búsqueda no siempre tiene que coincidir con las ideas de un partido. No idealizo ninguna sociedad. No soy ciego, en las que he vivido, he palpado que las diferencias sociales acentúan la pobreza. La nuestra no ha cesado de tener sus remiendos cada cierto tiempo. Todas están ahí para mejorarlas con la crítica o el cuestionamiento.
Se me acusa, entre otras cosas, haber hecho públicos mis pensamientos en el “terreno de la disidencia”. No temo a ningún espacio. Por otra parte estoy convencido que ningún órgano de prensa oficial, ni periódico, ni radio, ni televisión, ni sitio web hubiese publicado mis palabras, aún cuando asumiera mi total responsabilidad. En todo caso, participar con ideas en otros espacios de debate no implica, en modo alguno, pensamientos semejantes.
Se me cuestiona también el mantener relaciones de amistad con ciertos “elementos contrarrevolucionarios”. Los amigos los escojo yo. La gente que me conoce sabe que lo mismo converso con un convencido comunista que con un liberal, una vendedora de dulces sin interés en la política, un jubilado, un maestro, un buquenque o el llamado agente Robin. No discrimino filiaciones políticas en mis relaciones con los demás.
Siempre he agradecido a un proceso social llamado Revolución y al cual, lo digo en la entrevista radial, le debo haberme podido formar como creador. Pero soy un hombre que no se queda callado ante lo que considera errado.
Quiero dejar algunas cosas claras porque también sé lidiar con la estrechez de pensamiento y las manipulaciones. No me paga la CIA, no me sostiene la Fundación Cubano Americana, ni ninguna otra, ni las embajadas Polaca y Checa con las que tengo las mejores relaciones culturales en un clima de respeto. Lo que poseo lo he logrado a fuerza de trabajo. Duro ha sido no haber perdido la lengua en estos años.
Las sociedades donde todo el mundo piensa igual, sobre todo en terrenos tan polémicos como la política o la ideología, no existen, y qué bueno. La inmovilidad de pensamiento es el cáncer de los procesos sociales. Los que me conocen del mundo artístico saben que siempre opté por la obra crítica porque me parecía que la primera función del arte era ayudar a mejorar la sociedad con el cuestionamiento o la denuncia. Eso me llevó a asumir unas veces el espíritu de un sociólogo, o de un psicólogo, y otras simplemente, el análisis del hombre-artista enfrentado a su tiempo. Dejar constancia de mi época fue el principio y fin de mi trabajo, recoger parte del estado espiritual de los años que me tocó vivir.
Todo material de pensamiento sobre Cuba es de mi interés, sea publicado dentro o fuera del país. Me gusta leer a quien piensa diferente. La isla hace rato que no termina en sus bordes.
Vivo en un país marcado cada día por gente obsesionada con partir a cualquier sitio. No es ese el país que soñé. Sé que el presidente de la nación está haciendo esfuerzos por organizar nuestra maltrecha economía, titánica labor, pero aún más lo será intentar unificar la nación espiritualmente. Ha sido mucho el desgarramiento. Pero eso sí, tengo el derecho a no estar de acuerdo con un método u otro. Tengo el derecho a la duda.
La comisión de ética creada para valorar la denuncia contra mí, determinó que me había pasado a “las filas de la disidencia”, en los términos que políticamente se valora en el país. Los demás delegados y hasta el presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular aprobaron no solo la calificación de “disidente” y “contrarrevolucionario” sino que aportaron, entre muchas, la de traidor a la Patria y hasta anexionista, expresiones que no había escuchado ni para los más radicales opositores. Me niego a aceptar esas acusaciones por el solo hecho de haber expresado mis ideas.
Tomamos la difícil decisión de cerrar la Casa Taller, porque la dirección del Poder Popular, consideró que el proyecto se había desviado de los objetivos culturales por los cuales fue fundado. Como si la cultura no fuese pensamiento, lucha y contradicciones.
Este hombre al que hoy le han colocado el traje de “disidente” o “contrarrevolucionario” no tiene ninguna intención de partir de este país. Esta tierra nos pertenece a todos por un derecho que no lo otorga un partido. Creo que fidelidad a la Patria no es fidelidad a un partido. Un partido es una propuesta social, y la Patria guarda en sí el pensamiento y el corazón de todos.
Seguiré soñando con un país mejor, derecho que tengo como ser humano. Aquí me quedo, esta es mi tierra y mi gente. Los conflictos del país, económicos, espirituales y políticos, tendrán que ser resueltos por nosotros los cubanos. Los que vivimos dentro y fuera, con nadie más. Duermo hoy tranquilo, mañana volveré a coger mis pinceles.
Pedro Pablo Oliva, 23 de mayo de 2011
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