Ahora resulta que todo el mundo sabía que Estados Unidos y Cuba se estaban arreglando. Todos menos yo y unas cuantas personas más igualmente caídas de la mata. Lo que no entiendo es cómo tanta gente lo sabía y nadie se había aventurado a adelantarse, con lo propensos que somos los seres humanos –especialmente los periodistas– a especular y a inventar para llenar los espacios vacíos de las historias. Bueno, es un misterio de la ciencia, como diría el profesor Lupa.
Además, no solo se trata de que todos lo sabían, sino también que todos seguían actuando como si no lo supieran, como si estuvieran jugando al amigo secreto. El gobierno venezolano, por ejemplo, hizo la mayor manifestación antiimperialista de la era pos-Chávez justo un día antes de la histórica reconciliación. Conscientes de lo que venía, lo recomendable hubiese sido no echarse a la calle con tanto cartel de "gringo go home", a sabiendas de que luego íbamos a tener que recoger la cuerda con declaraciones en lenguaje diplomático clásico. Hay que reconocer que eso quedó un poco raro.
Más de un camarada (otros caídos de la mata, sin duda) se debe haber sentido un poco tonto al día siguiente de la marcha, al verse a sí mismo en las autofotos del Facebook con una pancarta de "Abajo el imperialismo", siendo que ahora el Emperador Obama es el valiente new best friend de nuestros mejores amigos. Claro que esos chinazos solo se los dan los menos perspicaces. Se supone –queremos creer eso– que el alto mando de la Revolución sí estaban al tanto de todo, solo que quisieron darle un poco de dramatismo a la escenografía de la noticia que estaba a punto de estallar.
¿Y qué decir de los del otro lado? Lo mismo: allí todo el mundo lo tenía clarito. Ramón Guillermo Aveledo, por ejemplo, tuiteó que "Eso se veía venir", a pesar de que no hace nada él, en persona, estaba dándose abrazos y besos nada menos que con Ileana Ros-Lethinen, la tiranosaurio rex del anticastrismo más ultra-recalcitrante. "¿Si se veía venir un acercamiento no era mejor hacerse ver con gente más moderada?", le pregunto a Ña Magda, experta en temas diplomáticos, en especial cocteles y banquetes. "Estaba haciendo concesiones –respondió–. Con esa señora es mejor estar de amigo".
La estrategia de no decir lo que sabían que iba a pasar también fue hábilmente aplicada por los miembros de la Alianza de Articulistas Antichavistas, la venerable Triple A. Los más ilustres y mejor informados llegaron a decir exactamente lo contrario: que con la victoria de los republicanos en las parlamentarias, Obama iba a ser el muñeco de los ventrílocuos del Tea Party. Demás está decir que eso los tenía requetecontentos. Ahora, cuando ha caído este notición, los reputados articulistas juran que todo estaba cantado y se lanzan con unos análisis profundísimos, según los cuales el único agarrado fuera de base fue el presidente Maduro.
Yo (y perdonen que personalice de esta forma) debo reconocer que no sabía nada, no me lo imaginaba, me agarró tan de sorpresa que aún no me repongo. Estoy tan desconcertado como los mayameros que salieron en CNN, aunque –debo aclararlo– no quedé como ellos, dando lecos histéricos. Y, por supuesto, si no he entendido lo que pasó, mucho menos puedo intentar interpretar lo que va a pasar. Por eso les digo a algunos buenos amigos, quienes quieren luces acerca de las repercusiones que tendrá este episodio de la historia en tiempo presente, que tendrán que preguntarles a los avispados que sí estaban en la movida, a los que nunca se caen de la mata. Esos que saben más que pescado relleno o –para decirlo en la onda gastronómica navideña– más que una hallaca andina.
Por: Clodovaldo Hernández
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