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viernes, 29 de noviembre de 2013

CUBA. El partido-único cubano, ni martiano ni marxista-leninista

CUBA. El partido-único cubano, ni martiano ni marxista-leninista

El partido-único cubano, ni martiano ni marxista-leninista Destacado

por Roberto Cobas Avivar
Jueves, 28 de Noviembre de 2013 20:03


Despojado de real subjetivación por el régimen político de partido-único y la regimentación burocrática del sistema socioeconómico, el pueblo atrofia su potencialidad de desarrollo y emancipación.
El régimen de poder partido-estado se establece en Cuba en base al empoderamiento constitucional del Partido Comunista, como partido-único con derecho exclusivo al gobierno de la nación cubana. El presupuesto político institucional del sujeto de poder niega en su propio fundamento la idea socialista y el concepto revolucionario de democracia.
Para legitimar el constructo institucional partido-único regido por el PC como sujeto de poder, el pensamiento político cubano con derecho al discurso y a la palabra escrita ha debido imponer a la sociedad cubana una lectura histórica única sobre la idea de José Martí, acerca del papel del partido en la revolución cubana del siglo XIX.
A los efectos de organizar la segunda guerra de independencia cubana contra el colonialismo español, iniciada en 1895, José Martí considera y pone en práctica la creación de un partido, el Partido Revolucionario Cubano. No tiene rigor histórico cognitivo alguno atribuirle a José Martí la idea de partido único como la entelequia metafísica que el pensamiento político del PCC ha establecido. No tiene, de hecho, consistencia dialéctica materialista alguna. El Partido Revolucionario Cubano plasma en la práctica la idea de un partido político como órgano rector de un proyecto revolucionario: la guerra de liberación, apropiadamente entendida como liberación negativa. Liberarse «del» yugo colonial español. La idea martiana y su puesta en práctica constituyen una demostración genuina de pensamiento dialéctico en el sentido filosófico marxiano.
En cambio, la historia de Cuba contada desde el positivismo historicista de los historiadores cubanos, reduce el proyecto independentista de José Martí a la liberación negativa que constituía la guerra de liberación del poder colonial. Liberación «del» yugo y marcha «hacia» la república no son ideas intercambiables, porque no pueden serlo las objetivaciones políticas concretas que representan. No lo son tampoco en la filosofía política del pensamiento de Martí. La liberación positiva en José Martí toma cuerpo en el ideario político que habría de conducir «hacia» la constitución de la República de Cuba, en tanto república soberana. El pensamiento republicanista de Martí no concibe la idea de un partido-único como imperativo político de la idea y puesta en práctica del proyecto de construcción de la República. Todo lo contrario.
El pensamiento de Martí está alimentado por el espíritu del iluminismo europeo y del naciente constitucionalismo estadounidense. La idea de una república con todos y para el bien de todos expresa la síntesis del pluralismo político de su pensamiento revolucionario. Pero no supera el romanticismo revolucionario de su credo político. No podía ni puede ser una república de todos y para el bien de todos bajo el régimen socioeconómico capitalista que, ya germinado en Cuba, Martí no alcanzaba a identificar como el objeto de transformación social.
En Martí la idea de la república no pasaba de su concepción en términos de la democracia burguesa. Si ello constituía una proyección progresista de su pensamiento sobre la modernidad del orden político-institucional que habría de darse la república soberana, no contenía su visión de la república - a pesar de la explotación del trabajo y las luchas obreras de las que había sido testigo político en los EEUU - la idea de la emancipación social del trabajo como piedra angular de la soberanía. Martí - fuera de toda la especulación acientífica del positivismo historicista cubano - no era socialista en el significado revolucionario marxiano. No lo han sido tampoco los dirigentes de la revolución social cubana desencadenada en 1959.
La escuela cubana del marxismo vulgar patrocinada por el PCC convierte en dogma utilitario la idea martiana del partido de la revolución. Si la insurrección necesaria contra la tiranía de F.Batista busca la unidad de las fuerzas revolucionarias en el sentido martiano, bajo una organización rectora como el Movimiento 26 de Julio dirigido por F.Castro (1953-1959), la institucionalización de un partido-único para emprender el proyecto de lo que se declara como revolución socialista (1961) no tiene asidero alguno en el pensamiento martiano. La contaminación de la idea de democracia asida al poder de un partido único es de clara factura estalinista, y llega tardíamente a Cuba de la mano de la alianza económica con el llamado bloque "socialista soviético". Lenín se negó a que el poder soviético fuera abandonado y se cediera el poder a la Duma, al parlamentarismo burgués.Todo el sistema de los soviets que habría de encausar, en el espíritu de la Comuna según la veía y analiza Marx, la lucha democrática por la consolidación del poder obrero y popular es avasallado por la concepción del poder estalinista centralizado.
 “La constitución soviética leninista a propuesta de Stalin fue derogada el 11 de junio de 1936 y suplantada por otra constitución que siguió llamándose soviética, pero que no lo era. Era la práctica que se había desarrollado tras la muerte de Lenin.”[i] A imagen y semejanza de la URSS el llamado bloque del real socialismo de la mano de las burocracias estado-partidistas implantan la doctrina de los partidos únicos como vía de dominación sobre la sociedad. Con el homicidio de la democracia muere el socialismo mismo, constata Gramsci desde la cárcel. 
La idea de partido-único y del PCCubano, como el sujeto de poder que la encarna, se institucionaliza en Cuba para 1975 (con el primer congreso), quince años después de la toma del poder del Estado por el Movimiento 26 de Julio. No es, por lo tanto, una idea contingente en la lucha por el poder, sino una idea instituyente del nuevo poder. Una idea política que viene a reducir a una mediación metafísica la relación entre la liberación negativa y la liberación positiva de la revolución cubana del siglo XX.
El dogma ideológico del partido-único se convierte en doctrina política del poder. El PCC, en consecuencia, se apropia del poder estatal y se entroniza como Partido-Estado. El pueblo es políticamente alienado como sujeto revolucionario. La democracia queda en el semi embarazo determinado por el régimen de poder centro-estatista. Los pilares en que dicho régimen se va a soportar hasta hoy son:
  1. el modo de producción neo-capitalista, basado en el dominio de la propiedad estatal y el trabajo asalariado, mediado ahora por la propiedad pequeño burguesa,
  2. el parlamentarismo neo-burgués, basado en la democracia representativa formal, de facto y de jure mediatizada bajo el régimen de partido-único.
El mundo occidental y sus centros de poder imperialistas tienen razón: la democracia en Cuba no existe. Pero la acusación es sofista. No reconocen, porque hacerlo no pueden, que la democracia en Cuba no existe como poder del pueblo, ejercido por el pueblo para la subjetivación política del pueblo. Justo la razón que hace la diferencia entre la democracia burguesa que soporta al orden capitalista y la democracia socialista que, como desafío de la revolución social habida, es la que únicamente puede llevar a Cuba hacia la liberación positiva. Hacia esa res publica donde el respeto pleno a la dignidad del ser humano sea la plena emancipación social de la explotación del hombre por el hombre.
RCA

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