EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
La mentira
Por Danay Mendiola Duquesne*
Por muchos años el régimen creyó que la juventud estaba adoctrinada y que no tendría ni la información ni la voluntad para aspirar a nada mejor. La tiranía trató de impedir que conociéramos la verdad sobre el mundo exterior y distorsionó la historia de nuestra nación y de nuestro pueblo convirtiendo el pasado en una pesadilla.
La vigilancia y los castigos estaban siempre presentes ante cualquier actitud de independencia intelectual o reclamo, incluso por injusticias y abusos insignificantes. Trataban de que consideráramos a los opositores como ingratos y traidores a la buena voluntad y los esfuerzos del gobierno. Había una sanción moral sobre todo lo que no fuera “revolucionario”.
Nosotros éramos como propiedad de un Estado que nos alimentaba, nos vestía, nos daba la medicina, el estudio y el trabajo. Le debíamos todo a la “Revolución” que ha fin de cuentas era un solo hombre, Fidel, una especie de Dios que nunca se equivocaba y se había enfrentado al imperialismo más terrible de la historia humana y lo había derrotado. Dudar de su superioridad sobre todos los demás seres humanos y no agradecerle lo que había hecho y hacia por nosotros era la peor de las ingratitudes, era una traición y en Cuba todos éramos traidores potenciales. Por eso era necesaria una vigilancia permanente.
Por muchos años el régimen creyó que la juventud estaba adoctrinada y que no tendría ni la información ni la voluntad para aspirar a nada mejor. La tiranía trató de impedir que conociéramos la verdad sobre el mundo exterior y distorsionó la historia de nuestra nación y de nuestro pueblo convirtiendo el pasado en una pesadilla.
La vigilancia y los castigos estaban siempre presentes ante cualquier actitud de independencia intelectual o reclamo, incluso por injusticias y abusos insignificantes. Trataban de que consideráramos a los opositores como ingratos y traidores a la buena voluntad y los esfuerzos del gobierno. Había una sanción moral sobre todo lo que no fuera “revolucionario”.
Nosotros éramos como propiedad de un Estado que nos alimentaba, nos vestía, nos daba la medicina, el estudio y el trabajo. Le debíamos todo a la “Revolución” que ha fin de cuentas era un solo hombre, Fidel, una especie de Dios que nunca se equivocaba y se había enfrentado al imperialismo más terrible de la historia humana y lo había derrotado. Dudar de su superioridad sobre todos los demás seres humanos y no agradecerle lo que había hecho y hacia por nosotros era la peor de las ingratitudes, era una traición y en Cuba todos éramos traidores potenciales. Por eso era necesaria una vigilancia permanente.
El Estado había resuelto el peligro de la debilidad de nuestra fibra moral y en especial de nuestra capacidad de raciocinio. El Estado era el responsable de mantenernos por el buen camino y de ese trabajo se encargaba el grupo gobernante. Nosotros teníamos suficiente inteligencia para conocer la verdad que había sido revelada a este pequeño grupo y no teníamos la integridad para ser leales a quienes nos protegían desde la cúpula del poder.
Las realidades que percibíamos a nuestro alrededor nos fueron aclarando el panorama. Primero fueron los privilegios y abusos inexplicables e indefendibles de quienes representaban al gobierno en nuestros pueblos, después nos dimos cuenta que estos privilegios se repetían y multiplicaban como un virus en la medida en que se subía en la escala del poder. Mientras más alto era el funcionario mayor era la corrupción y la capacidad para atropellar a los demás.
Así fue quedando claro que en lo alto de la pirámide estaba quien concentraba en sus manos el poder y quien mandaba sobre la vida y hacienda de todos los demás. Fue quedando en claro que su principal tarea era la de mantener un monopolio absoluto sobre los demás. Con este propósito sacrificaba cualquier cosa y cualquier persona o grupo de personas. La prioridad era evitar el más mínimo desafío.
Este trabajo lo llevaba a cabo y lo hace todavía con una maquinaria de servilismo que se ha acomodado a su función. El máximo líder de turno le permite a la elite gobernante cierto nivel de corrupción y el derecho a abusar sobre los que están más abajo.
El país no funciona porque la corrupción es desde hacer mucho tiempo el alimento con que desde arriba se mantiene esa maquinaria represiva. Se acabaron los ideales desde hace décadas porque esos ideales eran para engatusarnos y hacernos creer que el sacrificio y la obediencia nos llevarían al paraíso donde la justicia y el progreso beneficiarían a todos.
La verdad ha triunfado sobre la mentira y la verdad: “nos hará libres”.
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