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Pincelada costumbrista
Mi marido necesita del alcohol para vivir. No es alcohólico, pero siendo un tin dramática, lo pongo así porque lo usa dos veces al día para inyectarse insulina. Tiene un equivalente a la libreta de racionamiento en versión farmacéutica conocida popularmente como “tarjetón” por el cual le despachan sus medicinas y además le entregan todos los meses diez jeringuillas desechables y un pomo de alcohol de 240 ml. Eso, en teoría, porque en la práctica en el tiempo que lleva como diabético insulino-dependiente, el pomito de alcohol le ha sido esquivo. Hasta en una oportunidad le dieron gato por liebre, en este caso jarabe de aloe por alcohol, pero solo se dio cuenta un par de semanas después cuando fue a usarlo porque los pomos son iguales.
En abril, cuando Alcides fue a comprar los medicamentos, de nuevo el alcohol se había acabado, y por recomendación de una vecina que se las sabe todas, mi marido pidió un “desvío”. Desvío es el papel que te autoriza a comprar en otra farmacia que sí tiene. Eran casi las siete de la noche, y como el desvío era para una farmacia situada muy cerca de la facultad de Rafa, a Alcides le pareció la mejor idea que Rafa al día siguiente, pasara por el alcohol. Rafa regresó con las manos vacías. El desvío tiene que cumplirse en la misma fecha del papel, le dijeron en la farmacia de 23 e I, por lo que de nuevo Alcides fue a la farmacia del barrio por un nuevo desvío, pero por favor, con fecha del día siguiente.
De eso nada, el desvío tiene que ser en la fecha del papel como lo establece la Empresa, y no le podían dar papel con fecha adelantada porque eso viola las disposiciones. Alcides rompió el papel en la farmacia y terminé comprando en la chópin un pomo de alcohol de 250 ml. por 3 cuc y 15 chavitos.
Este mes ha sido diferente. Alcides hizo la cola habitual del horario más concurrido, por el aquello del desvío; cuando le atendieron, no pudo comprar el alcohol pues el nuevo administrador (siempre hay un nuevo administrador) lo había dejado bajo llave. Tremenda contrariedad, pero la dependienta no tenía la culpa, así que regresó al día siguiente. Huelga decir que haber hecho la cola el día anterior, no exime de hacerla de nuevo. Con otro empleado, solicitó su pomo de alcohol. Había, pero no le tocaba. El alcohol en existencia en la farmacia era para pacientes con colostomía. Pidió un desvío, pero no se lo dieron, porque al día siguiente era posible que entraran medicamentos. Tengo la versión del propio Alcides, por lo que me imagino que las cosas se pusieron peor de lo que las cuenta. Se paró la cola, Alcides, que está muy viejo para que jueguen con él, otro empleado, tratando de apaciguar, sugirió que le dieran del alcohol de las colostomías. Mi marido siguió reclamando que la farmacia no era de ellos, que el alcohol tiene que estar en un anaquel junto a los demás medicamentos, porque no es carne que se echa a perder y que tenía derecho a su botella de alcohol. El empleado amenazó con la policía, Alcides lo invitó a que llamara para ponerla al corriente del negocio que hay con los medicamentos; el empleado, haciendo uso del poder que se tiene cuando no se tiene poder, se negó a despacharle el alcohol.
Muy pintoresco, pero no hagan en cuento delante de Alcides, porque a él no le da ninguna gracia.
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