EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
Mensaje de Sigfredo Ariel
Sigfredo Ariel
Querido Jorge Ángel:
¿De verdad que alguien ha convocado en televisión, de cuerpo presente, al fantasma de Luis Pavón, mano verduga del peor periodo que ha atravesado la cultura de este país? Si fuera hoy el día de los Santos Inocentes no me hubiera extrañado recibir esta noticia, inconcebible por más de una razón: no se puede entender esta exhumación en el medio de comunicación más influyente y masivo -lisonja ha recibido, dices- tras tantos congresos, encuentros públicos, y todo tipo de reuniones a todas luces oficiales que han examinado aquellos oscuros días y han enjuiciado muy negativamente su dirigencia. Queda claro que el ICRT -sobre todo la instancia política que vigila y a la larga diseña sus programaciones- no recuerda aquella larga estación, el pavonato, como lo que fue, una durable vergüenza que abrió heridas no restañadas todavía, si es que son restañables.
Espero que esto no sea un signo de revalidar el estalinismo vulgar, cacerías de brujas, prejuicios, negaciones y límites de los años 70, Dios no lo quiera. En todo caso será un nuevo intento por restituir el dudoso relieve intelectual que nadie sabe por qué mérito artístico alguna vez gozó este personaje . Yo recuerdo que en los primeros años 80 apareció -para escarnio de Letras Cubanas, en edición lujosa en cartoné- una muestra de su "poesía" junto a otras antologías de intelectuales verdaderos que hacía muchos años no (Lezama dixit) hacían gemir las prensas: Fayad Jamís, Dulce María Loynaz, Fina García Marruz, Rafael Alcides y otros poetas que regresaban a la vida editorial: Pablo Armando, Díaz Martínez, Arrufat... ¿Por qué estaba Pavón en el selecto grupo? Que respondan los dirigentes editoriales de entonces, si quieren, aunque no vale la pena.
En los años que vinieron después no se volvió a escuchar aquel nombre sino para deplorar públicamente su gestión al frente del Consejo Nacional de Cultura y así lo evocan con frecuencia siempre que pueden muchos de los que sufrieron el silencio obligado, el no existir, la acusación de éste u otro estigma y a quienes Pavón y sus colaboradores dedicaron variadas formas de humillación. Se trata de un tema delicado del que nadie debe hablar por boca de ganso y yo no lo haré, por supuesto. Creo que a algunos de los hoy respetados escritores y artistas que han recibido Premios Nacionales en los últimos diez o veinte años les toca opinar sobre la nueva resurrección de su victimario. Podría esta inesperada aparición abrir un nuevo diálogo, ojalá que manteniendo a raya extremos y rencores. A nosotros, que no vivimos el pavonato en sí, que recibimos apenas ramalazos de su agónica resaca, nos tocaría escuchar, prestar atención y atar cabos. A propósito, ¿viste tú el programa?
Un abrazo
Sigfredo Ariel
Mensaje de Sigfredo Ariel sobre la Conferencia del 30 de enero de 2007
Fotos y mensajes que he recibido a lo largo de las últimas horas de jóvenes interesados en entrar en la tarde del martes a Casa de las Américas me ha hecho recordar días muy desesperanzados cuando los entonces escritores jóvenes -sin ser escandalosamente adolescentes- no podían ni siquiera soñar en intervenir en "las cosas" que tenían lugar en la UNEAC, entonces cuartel enemigo de lo que escribíamos, y de nosotros mismos.
Recordemos juntos, amigos cuarentones y cincuentones, tantos premios de concursos dejados injustamente desiertos -por consejos, presiones, intervenciones oscuras- los ataques semanales en Tribuna (y en El Caimán Barbudo incluso) a la poesía -y a la narrativa- intimista, escapista, "origenista"; aquella casona de 17 y H con gallitos finos huyendo de las vacilantes pisadas de escritores y artistas (no muy brillantes todos, por cierto, de los cuales ahora casi no se sabe nada ) que "cortaban el bacalao" en salones que frecuentaban opacos colegas húngaros, búlgaros, checoslovacos...
Parece, al leer algunos de los airados mensajes de jóvenes desconocidos que han llegado a este buzón, que una de las formas de "lo Pavón" se llama ahora "secretismo", -como la entiendo, palabreja muy cercana a la hipocresía, que es como antes se llamaba la doble moral. "Síndrome del misterio", he escuchado decir que hace algún tiempo algunos nombraban así esa aberración u otra por el estilo.
Nos guste o no, los invitados que subimos el pasado martes las escaleras de la sala Che Guevara ante los ojos de cientos de jóvenes que intentaron de balde entrar a la Casa tomamos parte de una especie de conciliábulo que para nuestro provecho (o quien sabe qué privilegio de escuchar y decir nos atribuyen) los excluyó.
Las explicaciones que les fueron dadas -ciertas, por cierto, las referidas a la magnitud del local y a sus limitaciones arquitectónicas- no fueron recibidas con satisfacción, como tampoco, hace veinte años, nos hubieran dejado satisfechos a nosotros razones semejantes.
Estos jóvenes quieren combatir a sus pavones, que son también, quién lo duda, nuestros. Tal vez pensaron que había llegado el momento para denunciar, pedir explicaciones, o al menos de enterarse de asuntos de un pasado que no se enseña ni se menciona en clases u hogares (otra vez el secretismo).
Esos muchachos confiaron en que cierta presión colectiva (insólita insistencia por asistir a una conferencia sobre política cultural) terminaría abriéndole las puertas de Casa de las Américas. A medianoche muchos estaban ahí, todavía. Sentí vergüenza, y no fui el único.
Si hubiera sido un concierto, lo decente hubiera sido a esa hora comenzar de nuevo la función.
Sigfredo Ariel
¿De verdad que alguien ha convocado en televisión, de cuerpo presente, al fantasma de Luis Pavón, mano verduga del peor periodo que ha atravesado la cultura de este país? Si fuera hoy el día de los Santos Inocentes no me hubiera extrañado recibir esta noticia, inconcebible por más de una razón: no se puede entender esta exhumación en el medio de comunicación más influyente y masivo -lisonja ha recibido, dices- tras tantos congresos, encuentros públicos, y todo tipo de reuniones a todas luces oficiales que han examinado aquellos oscuros días y han enjuiciado muy negativamente su dirigencia. Queda claro que el ICRT -sobre todo la instancia política que vigila y a la larga diseña sus programaciones- no recuerda aquella larga estación, el pavonato, como lo que fue, una durable vergüenza que abrió heridas no restañadas todavía, si es que son restañables.
Espero que esto no sea un signo de revalidar el estalinismo vulgar, cacerías de brujas, prejuicios, negaciones y límites de los años 70, Dios no lo quiera. En todo caso será un nuevo intento por restituir el dudoso relieve intelectual que nadie sabe por qué mérito artístico alguna vez gozó este personaje . Yo recuerdo que en los primeros años 80 apareció -para escarnio de Letras Cubanas, en edición lujosa en cartoné- una muestra de su "poesía" junto a otras antologías de intelectuales verdaderos que hacía muchos años no (Lezama dixit) hacían gemir las prensas: Fayad Jamís, Dulce María Loynaz, Fina García Marruz, Rafael Alcides y otros poetas que regresaban a la vida editorial: Pablo Armando, Díaz Martínez, Arrufat... ¿Por qué estaba Pavón en el selecto grupo? Que respondan los dirigentes editoriales de entonces, si quieren, aunque no vale la pena.
En los años que vinieron después no se volvió a escuchar aquel nombre sino para deplorar públicamente su gestión al frente del Consejo Nacional de Cultura y así lo evocan con frecuencia siempre que pueden muchos de los que sufrieron el silencio obligado, el no existir, la acusación de éste u otro estigma y a quienes Pavón y sus colaboradores dedicaron variadas formas de humillación. Se trata de un tema delicado del que nadie debe hablar por boca de ganso y yo no lo haré, por supuesto. Creo que a algunos de los hoy respetados escritores y artistas que han recibido Premios Nacionales en los últimos diez o veinte años les toca opinar sobre la nueva resurrección de su victimario. Podría esta inesperada aparición abrir un nuevo diálogo, ojalá que manteniendo a raya extremos y rencores. A nosotros, que no vivimos el pavonato en sí, que recibimos apenas ramalazos de su agónica resaca, nos tocaría escuchar, prestar atención y atar cabos. A propósito, ¿viste tú el programa?
Un abrazo
Sigfredo Ariel
Mensaje de Sigfredo Ariel sobre la Conferencia del 30 de enero de 2007
Fotos y mensajes que he recibido a lo largo de las últimas horas de jóvenes interesados en entrar en la tarde del martes a Casa de las Américas me ha hecho recordar días muy desesperanzados cuando los entonces escritores jóvenes -sin ser escandalosamente adolescentes- no podían ni siquiera soñar en intervenir en "las cosas" que tenían lugar en la UNEAC, entonces cuartel enemigo de lo que escribíamos, y de nosotros mismos.
Recordemos juntos, amigos cuarentones y cincuentones, tantos premios de concursos dejados injustamente desiertos -por consejos, presiones, intervenciones oscuras- los ataques semanales en Tribuna (y en El Caimán Barbudo incluso) a la poesía -y a la narrativa- intimista, escapista, "origenista"; aquella casona de 17 y H con gallitos finos huyendo de las vacilantes pisadas de escritores y artistas (no muy brillantes todos, por cierto, de los cuales ahora casi no se sabe nada ) que "cortaban el bacalao" en salones que frecuentaban opacos colegas húngaros, búlgaros, checoslovacos...
Parece, al leer algunos de los airados mensajes de jóvenes desconocidos que han llegado a este buzón, que una de las formas de "lo Pavón" se llama ahora "secretismo", -como la entiendo, palabreja muy cercana a la hipocresía, que es como antes se llamaba la doble moral. "Síndrome del misterio", he escuchado decir que hace algún tiempo algunos nombraban así esa aberración u otra por el estilo.
Nos guste o no, los invitados que subimos el pasado martes las escaleras de la sala Che Guevara ante los ojos de cientos de jóvenes que intentaron de balde entrar a la Casa tomamos parte de una especie de conciliábulo que para nuestro provecho (o quien sabe qué privilegio de escuchar y decir nos atribuyen) los excluyó.
Las explicaciones que les fueron dadas -ciertas, por cierto, las referidas a la magnitud del local y a sus limitaciones arquitectónicas- no fueron recibidas con satisfacción, como tampoco, hace veinte años, nos hubieran dejado satisfechos a nosotros razones semejantes.
Estos jóvenes quieren combatir a sus pavones, que son también, quién lo duda, nuestros. Tal vez pensaron que había llegado el momento para denunciar, pedir explicaciones, o al menos de enterarse de asuntos de un pasado que no se enseña ni se menciona en clases u hogares (otra vez el secretismo).
Esos muchachos confiaron en que cierta presión colectiva (insólita insistencia por asistir a una conferencia sobre política cultural) terminaría abriéndole las puertas de Casa de las Américas. A medianoche muchos estaban ahí, todavía. Sentí vergüenza, y no fui el único.
Si hubiera sido un concierto, lo decente hubiera sido a esa hora comenzar de nuevo la función.
Sigfredo Ariel
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