Los opositores cubanos sobreviven dentro de la isla en total estado de indefención y desamparados jurídicamente. La policía política se vale de todas las artimañas y herramientas "legales" para castigar constantemente a quienes se enfrentan pacíficamente al status quo. Lo primero es que a todo opositor lo califican de apátrida y mercenario al servicio de los EEUU. Con esa acusación, que no tienen que esforzarse en demostrar en un tribunal, ya pueden condenar al imputado a los años de prisión que deseen. Esa amenaza constantemente se encargan de hacérsela saber a sus víctimas en las sesiones de interrogatorios a los que los someten en cada frecuente detención arbitraria. Otra de sus medidas clásicas es la expulsión por cualquier motivo del centro de trabajo, y de esta manera los privan de la entrada económica para el sustento familiar. De ahí viene el hostigamiento en el barrio, donde se personan los oficiales a cargo de cada opositor y vinculan a los llamados factores de la comunidad (responsables del CDR, militantes del PCC, integrantes de la Asociación de Combatientes, miembros de la FMC y chivatos entusiastas) en el proceso de vigilancia continúa del opositor y los obligan a realizar reportes sistemáticos de su conducta y de todo el que se le acerca o mantinene relaciones con él.
Esta estrecha vigilancia también incluye a los hijos, pareja y demás familiares cercanos, en el entorno escolar y medio social donde se desenvuelvan. Toda esa parafernalia se lleva a cabo de modo visible, para que tanto el opositor y su familia, como sus vecinos, sepan que el tenebroso aparato de la seguridad del estado está detrás de cada movimiento de su objetivo. Para completar el hostigamiento en la comunidad, con relativa frecuencia los oficiales se exhiben por el barrio o montan operativos no ocultos de vigilancia cada cierto tiempo que siempre cumplen el propósito de infundir miedo también en todas las personas del barrio. Estas prácticas tienen el doble objetivo, además, de empujar a los opositores a la exclusión y el ostracismo. Después la historia sigue con las frecuentes apariciones de la polícia política en casa de sus adversarios, en ocasiones con órdenes de arresto y autos de la policía para el traslado incluido, y en otras con citaciones para alguna estación de policía donde igualmente se llega en calidad de detenido. Estos encuentros muchas veces van acompañados de calabozos e interrogatorios en los que no faltan las amenazas e intimidaciones. Pero la vida sigue y no faltan los días en los que los opositores salen de sus casas a resolver cualquier asunto cotidiano, desde pretender ir a un cine o comprar algún producto en la bodega y, ¡zas!, ahí están otra vez los oficiales de la seguridad del estado arrestándote en plena calle sin que hayas cometido delito alguno, y sin que sepas si te soltarán al cabo de algunas horas, después de que te interroguen nuevamente, o si esta vez cargarán contigo para la prisión que tanto te han prometido. Una de las situaciones más dramáticas es cuando cualquier día común empiezas a observar movimientos raros frente a tu casa, de personas no conocidas que se van aglomerando por las cercanías, en número de cientos o decenas. Después de un rato logras identificar algún que otro rostro de oficiales de la seguridad del estado y es que te das cuenta de que están organizándose para darte un acto de repudio.
Cuando están listos se traslada frente a tu vivienda la masa de personas agresivas y viene la lluvia de improperios, gritos de fervor revolucionario, las amenazas, las ofensas de todo tipo y, si tienen orden para ello, recibes una golpiza masiva. Luego ese "festejo" colmado de impunidad termina con otro de tus arrestos y vuelve el calabozo, y los interrogatorios con amenazas e intimidaciones, y en ocasiones la condena a prisión. Esta es parte de la legalidad de los Castro, otro día les cuento un poco más.
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