Guerra no avisada
by Regina Coyula
No
había estado en el Hospital Fajardo desde su reparación, me habían
dicho que el Cuerpo de Guardia era de las mejoras más significativas.
Tres estudiantes latinoamericanos atendieron al Rafael martes por la
noche, con fiebre desde el día anterior. Le mandaron análisis de sangre y
orina de urgencia. A ninguno se le ocurrió reconocerlo. El supervisor
de los tres alumnos era tan joven como los otros, por lo que supongo que
estará en su servicio social o quién sabe si es alumno también. La
espera del resultado de los análisis me permitió observar que la desidia
nacional ha sentado reales en aquel lugar. La falta de luminarias, el
trillo de suciedad en la pared pintada de esmalte, tan fácil de mantener
apenas con un paño húmedo, las colillas en el piso delante de un cartel
de prohibición de fumar. El área de espera parece ser dormitorio
habitual de borrachines o sin hogar, que con su aspecto mugriento
contribuyen a la mala impresión. Fue inevitable preguntarme si el
Director del Hospital habrá vuelto a pasar por allí luego de la
reapertura.
Como
el resultado de los análisis no fue concluyente, y como mi hijo no
tenía ninguno de los indicadores alterado, los médicos dijeron que lo
mantuviera en observación ante cualquier cambio.
Al
día siguiente pasaron de casa en casa dos estudiantes de medicina que,
termómetro en ristre, iban pesquisando fiebres. Las hice pasar y le
midieron la temperatura al Rafa, que andaba por los 39 grados. Por la
tarde vino a la casa la nueva doctora del consultorio de mi barrio, me
regañó por no usar adecuadamente los escalones del sistema de salud
(¿saben?, el médico de familia es la atención primaria y el hospital es
la terciaria), le repitió orden de análisis de urgencia, incluyendo
conteo de plaquetas en el policlínico (segundo escalón del sistema de
salud), y lo citó a primera hora para el consultorio al día siguiente.
Yo lo acompañé también en esa oportunidad y enseguida lo hizo pasar. Le
tomó la presión, el pulso, lo auscultó, le miró los ojos, le abrió la
boca, le levantó el pulóver y le miró la piel con atención. Aquello me
dio confianza, era lo que habría esperado la noche del Cuerpo de Guardia
del Fajardo:
--Hay
que esperar por el análisis, pero esto es un dengue. Ingreso
domiciliario, reposo, líquidos, cero aspirinas, repetir el análisis en
dos días. Esas plaquetas están bajísimas, y mire la coloración irregular
de la piel.
Dengue.
Esta es una guerra no avisada. La Facultad de Ciencias Médicas no ha
comenzado las clases pues los alumnos, y médicos que normalmente no se
ocupan de atención a pacientes, están en los diferentes escalones de los
que ya hablé, ocupándose de los casos en una estadística confidencial
que no parece disminuir. En los medios de difusión se insiste en el
carácter domiciliario del aedes aegypti, y por tanto en la
responsabilidad de la ciudadanía en su proliferación. Parterres y yermos
llenos de maleza, salideros, baches, deficiente recogida de la basura y
abundantes lluvias son una combinación perdedora; sobre la incapacidad
para dar respuesta a la acumulación de estos males no hay spots de utilidad pública, no hay un artículo. De lo que no puede resolverse, no se habla, parece ser la orientación.
Como acotación al margen: Ojalá la doctora Naybí tenga larga estancia en nuestro consultorio.
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