Sus Compañorías
por Miguel Sales Figueroa
Nota liminar: Desde hace algún tiempo acariciaba la idea de escribir esta carta, pero el vocativo mismo planteaba ya un dilema. El término “compañeros” ha caído en desuso en el país (¿síntoma de los tiempos?) y el de “señorías”, habitual en Europa, sonaba un tanto almidonado. Hasta que encontré la fórmula cabal, que por una punta expresa la raíz proletaria del cargo y por la otra alude al futuro pseudocapitalista al que parece abocada la isla. Disculpen, pues, el neologismo.
Sus Compañorías:
El motivo de la presente es la singular coyuntura por la que atraviesa nuestro país y, por ende, cada uno de Ustedes en tanto que ciudadanos y la institución que componen.
Las reformas que últimamente viene aplicando el gobierno del general Raúl Castro son, según el propio mandatario, otros tantos esfuerzos por adecuar las estructuras económicas a las condiciones reales del país, con la intención de mejorar la productividad, perfeccionar las instituciones y fomentar el bienestar social.
Muchísimo se ha escrito sobre la oportunidad, el calado y la rapidez de estas medidas. No voy a terciar en la polémica de si son reformas trascendentales o cambios cosméticos. Sólo quiero referirme aquí a un aspecto que ha recibido escasa atención y sobre el cual de seguro Sus Compañorías querrían obrar.
Hasta ahora, las medidas se han orientado casi exclusivamente a la economía. Al igual que Ustedes, yo he leído a Marx, a Keynes y a Friedman. Comprendo la obvia importancia del hecho económico, sobre todo en nuestra época. Pero, aunque se les considere fenómenos “supraestructurales”, ¿no creen Ustedes que las dimensiones política y social merecen también modestas reformas que permitan perfeccionar el modelo heredado de la extinta Unión Soviética?
No se trata de que el Parlamento cubano, que tan morigerado ha sido durante decenios, vaya a exigir ahora incontinenti la amnistía de los presos políticos, el fin del monopolio estatal sobre los medios de comunicación o la convocatoria de elecciones libres y pluripartidistas, nada de eso. Pero sí podría proponer algunas medidas menos subversivas y poco onerosas, que facilitarían el empeño reformista del poder ejecutivo y sin duda mitigarían las penurias de la población.
Permítanme algunas sugerencias para cuatro ámbitos en los que podrían legislar:
1. Educación: Autoricen el libre ejercicio de la docencia. No es lógico ni justo que cualquier graduado universitario pueda abrir una paladar o trabajar de taxista y que ningún maestro pueda enseñar en sus ratos libres. Dejen que las agrupaciones religiosas establezcan sus propias instituciones pedagógicas y que las familias escojan el tipo de educación que prefieran para sus hijos. En realidad, esa tendencia ya está en marcha. Ustedes sólo contribuirían a su tardía legalización. Les aseguro que esas medidas mejorarían considerablemente el rendimiento académico de los alumnos. Con un poco de suerte, pronto Cuba llegaría a tener al menos una universidad entre las primeras 600 del mundo, categoría en la que ahora brilla por su ausencia, cualquiera que sea la entidad que haya compilado la lista.
2. Sanidad. Dejen que los profesionales de la salud presten servicios particulares en sus horas libres. Por la misma regla de tres que antes usé con respecto a los taxistas y paladaristas: es justo, es lógico y será bueno para el país. La gente estará mejor atendida (quizá se eviten algunos brotes de cólera y dengue) y los galenos, más contentos. Claro que algunos ganarán más dinero. Pero la oferta será abundante y los recursos seguirán escaseando, de modo que no habrá millonarios instantáneos.
3. Deporte. Permitan que los deportistas de todas las especialidades puedan salir a competir en las ligas profesionales de cualquier región del mundo y regresar libremente al país. Las mejores ligas deportivas nunca han estado en Cuba, aunque en algún momento del pasado la isla haya dado atletas excepcionales. Las ventajas de esta reforma son obvias: aumentará a la par el nivel atlético y los ingresos del Estado, reducirá el sufrimiento de quienes ahora tienen que huir para medirse con los mejores (prófugos a los que hoy se denomina oficialmente “desertores”, como si todos hubieran sido militares) y evitará el bochornoso espectáculo de retener a sus familiares como rehenes. Hasta puede que así Cuba obtenga mejores resultados en los Juegos Olímpicos y logre frenar la decadencia que la ha hecho pasar de 31 medallas en Barcelona (1992) a 14 en Londres (2012).
4. Emigración/Inmigración. Confieso a Sus Compañorías que éste es el tema más peliagudo. Pero, si el Parlamento propusiera la libre circulación de deportistas, ¿por qué no extendería ese derecho a todos los ciudadanos? Si, en aplicación de los derechos universalmente reconocidos, todos los cubanos pudieran entrar y salir libremente de la isla, muchos de los problemas actuales hallarían pronto alivio. Aumentarían los ingresos de las familias, disminuirían el jineterismo, el balserismo y otros fenómenos nocivos para la imagen del país y quizá hasta podría iniciarse la recuperación demográfica, al mejorar las condiciones de vida. Y les aseguro que el tráfico aéreo no colapsaría por exceso de vuelos.
Esta lista de sugerencias no es exhaustiva, pero el espacio tampoco da para más. En la próxima carta les enviaré otras ideas, con el sincero deseo de que las examinen por lo que pudieran valer.
Hago propicia la ocasión para reiterar a Sus Compañorías el testimonio mi más distinguida consideración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario