Del …ajo
Una sola intervención fue aplaudida en el último jueves de la revista Temas. Correspondió al joven ingeniero Carlos Fernández-Aballí Altamirano, profesor de la CUJAE. Este joven expuso su experiencia –más bien su mala experiencia– como “cuentapropista” en la elaboración de ajo deshidratado. Esto en un primer momento me hizo sonreír, pero luego de su exposición, me acerqué a Carlos. Locuaz y apasionado, enseguida se nota que es una inteligencia creativa. Opina que las modernas tecnologías muchas veces se pretenden implementar en el subdesarrollo como si existieran las condiciones ideales del Primer Mundo. Hacerlas potables para un entorno como el nuestro parece ser su inspiración.
Fernández-Aballí tiene 28 años y obtuvo su doctorado en Bristol, Inglaterra. Todavía como estudiante ganó dos premios internacionales, y un tercero, ya en Cuba, le facilitó financiación de la Agencia Española de Cooperación Iberoamericana para la construcción de 100 viviendas utilizando cáscara de arroz entre los materiales. No soy capaz de repetir la explicación técnica de las ventajas de la cáscara de arroz, pero fue convincente. Ese proyecto fracasó pues las autoridades del municipio donde se edificarían las viviendas nunca respondieron la propuesta. Sin embargo este muchacho no es de los que se amilana. Hizo el estudio de factibilidad, sobre todo teniendo en cuenta lo que cuesta la importación de polvo de ajo para uso culinario, y con otros dos amigos, le “metieron mano” a la producción de ajo deshidratado, granulado o en polvo.
La producción ha sido un éxito. El producto cumple los requisitos higiénicos y de calidad, pero cuando le pregunté dónde se comercializa, Carlos me sorprendió con que no han podido ponerlo a la venta en los agromercados, a pesar de que el precio es asequible y la presentación atractiva, porque –no existe la plaza radicada para esa venta—. Ya en ese momento, un maletín que había llevado lleno de muestras para regalar, estaba vacío.
Mientras haya personas como estas, no habrá nada perdido. Recuerden ese nombre.
Una sola intervención fue aplaudida en el último jueves de la revista Temas. Correspondió al joven ingeniero Carlos Fernández-Aballí Altamirano, profesor de la CUJAE. Este joven expuso su experiencia –más bien su mala experiencia– como “cuentapropista” en la elaboración de ajo deshidratado. Esto en un primer momento me hizo sonreír, pero luego de su exposición, me acerqué a Carlos. Locuaz y apasionado, enseguida se nota que es una inteligencia creativa. Opina que las modernas tecnologías muchas veces se pretenden implementar en el subdesarrollo como si existieran las condiciones ideales del Primer Mundo. Hacerlas potables para un entorno como el nuestro parece ser su inspiración.
Fernández-Aballí tiene 28 años y obtuvo su doctorado en Bristol, Inglaterra. Todavía como estudiante ganó dos premios internacionales, y un tercero, ya en Cuba, le facilitó financiación de la Agencia Española de Cooperación Iberoamericana para la construcción de 100 viviendas utilizando cáscara de arroz entre los materiales. No soy capaz de repetir la explicación técnica de las ventajas de la cáscara de arroz, pero fue convincente. Ese proyecto fracasó pues las autoridades del municipio donde se edificarían las viviendas nunca respondieron la propuesta. Sin embargo este muchacho no es de los que se amilana. Hizo el estudio de factibilidad, sobre todo teniendo en cuenta lo que cuesta la importación de polvo de ajo para uso culinario, y con otros dos amigos, le “metieron mano” a la producción de ajo deshidratado, granulado o en polvo.
La producción ha sido un éxito. El producto cumple los requisitos higiénicos y de calidad, pero cuando le pregunté dónde se comercializa, Carlos me sorprendió con que no han podido ponerlo a la venta en los agromercados, a pesar de que el precio es asequible y la presentación atractiva, porque –no existe la plaza radicada para esa venta—. Ya en ese momento, un maletín que había llevado lleno de muestras para regalar, estaba vacío.
Mientras haya personas como estas, no habrá nada perdido. Recuerden ese nombre.
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