Biscet es uno de los opositores que más ha dado que hablar y parece que está dispuesto a que ese nivel de atención no decaiga. Dentro de los acontecimientos relacionados con las excarcelaciones que lleva a cabo la dictadura para matar en el huevo a una oposición que puede generar un sector de amplio respaldo popular el director de la Fundación Lawton viene a conformar en una actitud algo errática, lo que a primera vista podría interpretarse como un intento de algo que sin poder, trata de presionar al gobierno confiando demasiado en una actitud renovadora e impositiva, un ente que cojea a la hora de llamar la atención a la necesidad de cambio existente dentro de la sociedad cubana en estos momentos, acrecentada entre otras cosas por el agotamiento de la cúpula dirigente y su nula respuesta a las ingentes necesidades del país.
El líder, con todo lo que representa y podría llegar a ser, peca de inocencia y se confía demasiado a una posibilidad que por fuerza mayor aun hay que dar forma y completar en su intención de erigirse como una plataforma valida contraria al gobierno. Además de lo planteado la iniciativa demanda infinidad de factores necesarios que van estrechamente ligados el uno al otro, muchos de ellos imprescindibles para que este grupo gane fuerza y se convierta en una opción viable, algo que pareciera no ser uno de los objetivos a lograr a corto plazo si se quiere erigir una organización a la que la gerontocracia cubana no pueda disolver fácilmente recurriendo a métodos de presión dirigidos a mantenerla acéfala, fragmentada y sin poder de convocatoria a pesar de contar con amplias simpatías proclives a crecer espontáneamente. Biscet se apura demasiado dedicando tiempo y esfuerzos a sobresalir con argumentos que, en este estado actual, quedan en retórica ajena, copiada, y siendo lo peor una que regala herramientas a la dictadura para justificar la represión constante y divisora.
Sin querer pero queriendo, con rejuegos como estos se le esta dando al gobierno en vez de quitarle. El grupo que Biscet dirige posee múltiples elementos que lo sitúan a la cabeza de los oponentes, un medio que de ser bien empleado podría constituirse en aquello que necesitamos. No por muy justos y lógicos que resulten las demandas de este u otro grupo el gobierno prestará oídos a ellas y automáticamente, de mágica forma, se dará a la tarea de conversar en igualdad de condiciones aceptando la existencia de divergentes organizados a los que asiste razón. Su política hasta hoy ha sido negar sistemáticamente la existencia de la disidencia, vetar todas sus iniciativas y asociarla en lo confuso a sectores políticos de triste y manipulado recuerdo en la memoria popular. De sobra se entiende que contra esta amenaza no existe otros medios que los ya empleados por un estado instituido para velar por los intereses de un grupo de poder dueño de ventajas inimaginables, existentes y por venir, al cual un patriota de exaltadas y buenas intenciones no va a malograr fortuna e influencias.
Antes de intentar ver quien se pone contra la pared se necesita en la practica lograr que este se aun ejercicio viable. Falta trabajo en la base, recabar apoyo dentro de las fuerzas vivas del país porqué las condiciones existen y están ahí. Hay que aprovechar el descontento de los nuevos actoress que a raíz de las menguantes reformas económicas están apareciendo como son los trabajadores por cuenta propia y los agricultores privados, sectores que paulatinamente podrán contar con una fuerte influencia dentro del orden de la sociedad y que ignoran su verdadera fuerza. Bogar por el sindicalismo libre, educar en la calle, aunar voluntades a todos los niveles y en especial en la gente simple, disconforme en su totalidad. No habrá institución represora que pueda contra la validez y la fuerza que el pueblo puede imprimirle a un movimiento, a una iniciativa que busque el cambio pacifico y con el la salida al atolladero en que la sociedad se encuentra en este momento. Sin el respaldo masivo y publico de aquellos a los que se pretende representar valen de nada los halagos del exterior, los apoyos internacionales, las cámaras y micrófonos de la prensa, la entereza y el arrojo y hasta los buenos deseos porque se convierten en vacuo esfuerzo y se le da a ese enemigo terco e intransigente medios para opacar y desmembrar con probados argumentos lo que hasta hoy a costa de muchos sacrificio se ha hecho germinar.
Jugar a ser el Walesa cubano es una intención notable, pero sin un grupo como Solidaridad, populoso y constante, que se traduzca en miles de simpatizantes con un mismo fin detrás el intento está muerto de entrada, de ahí es de donde nace la presión que hace tambalear reyezuelos y regentes. Hablar desde una posición de confrontación es desde luego un acto de valentía pero también uno de irresponsable arrojo, la posible guerra civil que pesa con su negro augurio sobre la república es una realidad amenazante, pero una lejana y evitable, que no se respira ni se augura más allá de algunas cabezas. Es descabellado oír sonar los sables cuando la cosa va por otro lado, se precisa una salida pero con declaraciones como estas se esta empeñando el futuro y baldar lo que nace se debe evitar sobre todas las cosas porqué del caos solo emanara más caos a un coste altísimo del que pueden salir librados los principales generadores, tocándole a nosotros, los instrumentos de uno y otro bando pagar las consecuencias.
La dictadura no entregará el poder por mucho que se le demande y nos asista el justo derecho, continuará haciendo malabares que le garanticen la sobrevivencia económica a expensas del empobrecimiento generalizado de la gente hasta que sea en estos donde prenda la idea de que en ellos radica el verdadero agente de movilidad social incuestionable contra el cual nada pueden discursos ni gendarmes.
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