El verdadero intransigente
Fue el coronel villareño José Ramón Leocadio Bonachea Hernández el único oficial mambí que se mantuvo en armas contra los españoles.
Estableció su centro de operaciones a ambos lados de la trocha de Júcaro a Morón, que abarcaba Remedios, Sancti Spíritus, Trinidad, Morón y Ciego de Ávila. Se mantuvo combatiendo durante 14 meses después del Pacto del Zanjón y el 15 de abril de 1879, cumpliendo órdenes del Mayor General Calixto García, aceptó salir de la Isla, pero redactó un documento donde fijó su posición, expresando que abandonaba las armas sin acogerse a ningún pacto, hecho que pasó a la historia como la Protesta de Hornos de Cal o Protesta de Jarao.
El 7 de julio de 1879, según consta en el Diccionario Enciclopédico de la Historia Militar de Cuba, recibió en Nueva York el diploma que le otorgó el Comité Revolucionario Cubano nombrándolo General de División, único jefe militar de la guerra grande que obtuvo esa distinción.
Él fue el verdadero intransigente de esa guerra. Su lamentable detención por las autoridades españolas el 3 de diciembre de 1884, cuando se disponía a desembarcar en Cuba para continuar la lucha, y su posterior fusilamiento el 7 de marzo de 1885, impidieron que su hoja de servicios fuera tan amplia y brillante, o más, que la de otros patriotas, pero eso no justifica el silencio que los historiadores mantienen —con la excepción de Rolando Rodríguez— sobre este extraordinario patriota.
Ante el recuerdo de vidas como la suya uno debe, al menos, inclinarse respetuosamente, con la devoción que debemos sentir hacia quien lo dio todo por la libertad de Cuba. Mucho más cuando injustamente, permanece en el olvido.