EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
El auténtico periodismo siempre busca la verdad. Cueste lo que cueste.
LA HABANA, CUBA Aún recuerdo aquel viaje de dos días
a Pinar del Río. Hospedaje en un hotel del partido comunista al borde
de la vieja carretera central. Visitas a fábricas, cooperativas y
centros laborales destacados de la provincia.
Ya en La Habana, escribir tres o cuatro notas edulcoradas sobre la
excelente gestión del Poder Popular y el ‘entusiasmo’ del colectivo de
trabajadores de la fábrica Conchita tras ganar una bandera de la
emulación socialista.
Nadie me lo contó. Lo viví en primera persona cuatro décadas atrás.
Cursaba la enseñanza primaria y durante los recesos escolares, a
petición de mi abuela, mi madre, ex periodista oficial, me llevaba con
ella cuando tenía que realizar reportajes en ciudades del interior.
En aquella época -y ahora, según me confirman-, los periodistas
cubrían las temáticas indicadas por el Departamento de Orientación
Revolucionaria, que semanalmente dictaba las líneas maestras a los
medios de comunicación.
Más que reporteros, la mayoría de los periodistas oficiales son amanuenses. Escriben por encargo.
Con la llegada de las nuevas tecnologías de información y el tránsito
de una sociedad personalista y totalitaria a un país autoritario de
incipiente capitalismo militar, decenas de periodistas estatales en la
actualidad publican con sus nombres o seudónimos en medios digitales
alternativos, generando el regaño de sus jefes.
Es precisamente en blogs y sitios independientes donde esos
corresponsales pueden mostrar su talento, contando historias y vertiendo
opiniones que jamás le publicarían en la aburrida y panfletaria prensa
gubernamental.
El caso más notorio es Periodismo de Barrio, liderado por Elaine
Díaz, ex profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de
La Habana y probablemente la mejor periodista cubana. Luego de soltar el
lastre oficialista, Díaz difunde soberbias investigaciones sobre
comunidades y ciudadanos que nunca aparecen en los medios partidistas.
Hacer periodismo por tu cuenta implica riesgos en Cuba. No dispondrás
de una pensión cuando te jubiles, sufrirás el acoso de la Seguridad del
Estado y los talibanes de la pluma intentarán asesinar tu reputación
con todo tipo de burdas acusaciones. Pero quienes logran ejercerlo son
personas libres.
En mi caso, escojo los temas y cómo los voy a presentar. La única
censura es impuesta por la cordura o esa espada de Damocles que
representa la Ley Mordaza, que te obliga a revisar con lupa el contenido
para no verte enredado en un delito de difamación o acusado por
denigrar al presidente de la República.
Desde luego, los jefes de las redacciones donde colaboro me hacen
propuestas. Hasta la fecha, no me han censurado el contenido ni el
estilo de redacción. Solo en dos ocasiones no me han publicado un
artículo (un derecho que tienen los periódicos o webs). Entonces los
subí a mis dos blogs.
Que un periodista independiente no escriba por encargo no quiere
decir que dentro de la Isla diversas organizaciones opositoras y líderes
disidentes traten de utilizarte a conveniencia.
Me parece lícito que un proyecto disidente aspire a tener la mejor
repercusión mediática posible. No es a lo que me refiero. Es a la
deplorable manía de determinados opositores de querer gestionar el
trabajo de un periodista.
Utilizan diversas estrategias. Una es invitarte a reuniones donde te
pintan un cuadro superficial de su organización y sus quiméricos planes.
El relato es parecido al del gobierno, pero al revés. Suelen exagerar
el número de integrantes y presentan una batería de propuestas que a la
vuelta de unos meses caen en el olvido.
Si realizas preguntas incómodas, sencillamente te descartan de sus
encuentros y conferencias de prensa. Y si eres demasiado crítico con la
disidencia, prepárate para la reprimenda.
Nunca te dicen que están en desacuerdo contigo. Inician la discusión
señalándote que estás equivocado. Si la plática sube de tono, comienzan
las acusaciones. Que eres agente encubierto de la Seguridad del Estado,
un traidor a la causa o le proporcionas argumentos al ‘enemigo' (el
régimen), que luego sirven para desacreditar a la disidencia.
Otra estrategia, de moda entre ciertos grupos opositores, es que
además de 'alquilar' a un periodista, lo enrolan a su causa. Un error de
bulto. Tomar distancia es la primera regla del periodismo.
Que uno apueste por la democracia no quiere decir que uno deba
marchar junto a las Damas de Blanco por Miramar. Cuando eso sucede, el
periodista equivocó la profesión.
A veces los debates motivados por una nota periodística son civilizados. Otras, te arman un 'mitin de repudio'.
El domingo 20 de marzo, horas antes de que Obama aterrizara en La
Habana, estuve con las Damas de Blanco en el Parque Gandhi, para
escribir un artículo sobre las agresiones contra el grupo de mujeres por
parte de los cuerpos represivos.
Allí tuve que soportar la insolencia de Ailer González, miembro de
Estado de Sats, preguntándome qué hacía en el lugar y rebatiendo mis
valoraciones. Le respondí escuetamente y le dije que con no leerme
bastaba.
Ese tipo de periodismo de genuflexión, habitual en Cuba, a veces intenta reproducirse entre los freelance.
Cada quien es libre de sustentar una opinión y reproducirla. Tal vez
nuestros comentarios o historias provoquen polémicas y causen irritación
en la disidencia local o dentro del exilio. Pero al menos yo, no
escribo para agradar a nadie.
Si un puñado de periodistas sin mordaza durante veinte años hemos
sido capaces de desafiar a una autocracia verde olivo, no creo que la
soberbia e intolerancia de algunos disidentes deba inhibirnos.
El auténtico periodismo siempre busca la verdad. Cueste lo que cueste.
a Pinar del Río. Hospedaje en un hotel del partido comunista al borde
de la vieja carretera central. Visitas a fábricas, cooperativas y
centros laborales destacados de la provincia.
Ya en La Habana, escribir tres o cuatro notas edulcoradas sobre la
excelente gestión del Poder Popular y el ‘entusiasmo’ del colectivo de
trabajadores de la fábrica Conchita tras ganar una bandera de la
emulación socialista.
Nadie me lo contó. Lo viví en primera persona cuatro décadas atrás.
Cursaba la enseñanza primaria y durante los recesos escolares, a
petición de mi abuela, mi madre, ex periodista oficial, me llevaba con
ella cuando tenía que realizar reportajes en ciudades del interior.
En aquella época -y ahora, según me confirman-, los periodistas
cubrían las temáticas indicadas por el Departamento de Orientación
Revolucionaria, que semanalmente dictaba las líneas maestras a los
medios de comunicación.
Más que reporteros, la mayoría de los periodistas oficiales son amanuenses. Escriben por encargo.
Con la llegada de las nuevas tecnologías de información y el tránsito
de una sociedad personalista y totalitaria a un país autoritario de
incipiente capitalismo militar, decenas de periodistas estatales en la
actualidad publican con sus nombres o seudónimos en medios digitales
alternativos, generando el regaño de sus jefes.
Es precisamente en blogs y sitios independientes donde esos
corresponsales pueden mostrar su talento, contando historias y vertiendo
opiniones que jamás le publicarían en la aburrida y panfletaria prensa
gubernamental.
El caso más notorio es Periodismo de Barrio, liderado por Elaine
Díaz, ex profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de
La Habana y probablemente la mejor periodista cubana. Luego de soltar el
lastre oficialista, Díaz difunde soberbias investigaciones sobre
comunidades y ciudadanos que nunca aparecen en los medios partidistas.
Hacer periodismo por tu cuenta implica riesgos en Cuba. No dispondrás
de una pensión cuando te jubiles, sufrirás el acoso de la Seguridad del
Estado y los talibanes de la pluma intentarán asesinar tu reputación
con todo tipo de burdas acusaciones. Pero quienes logran ejercerlo son
personas libres.
En mi caso, escojo los temas y cómo los voy a presentar. La única
censura es impuesta por la cordura o esa espada de Damocles que
representa la Ley Mordaza, que te obliga a revisar con lupa el contenido
para no verte enredado en un delito de difamación o acusado por
denigrar al presidente de la República.
Desde luego, los jefes de las redacciones donde colaboro me hacen
propuestas. Hasta la fecha, no me han censurado el contenido ni el
estilo de redacción. Solo en dos ocasiones no me han publicado un
artículo (un derecho que tienen los periódicos o webs). Entonces los
subí a mis dos blogs.
Que un periodista independiente no escriba por encargo no quiere
decir que dentro de la Isla diversas organizaciones opositoras y líderes
disidentes traten de utilizarte a conveniencia.
Me parece lícito que un proyecto disidente aspire a tener la mejor
repercusión mediática posible. No es a lo que me refiero. Es a la
deplorable manía de determinados opositores de querer gestionar el
trabajo de un periodista.
Utilizan diversas estrategias. Una es invitarte a reuniones donde te
pintan un cuadro superficial de su organización y sus quiméricos planes.
El relato es parecido al del gobierno, pero al revés. Suelen exagerar
el número de integrantes y presentan una batería de propuestas que a la
vuelta de unos meses caen en el olvido.
Si realizas preguntas incómodas, sencillamente te descartan de sus
encuentros y conferencias de prensa. Y si eres demasiado crítico con la
disidencia, prepárate para la reprimenda.
Nunca te dicen que están en desacuerdo contigo. Inician la discusión
señalándote que estás equivocado. Si la plática sube de tono, comienzan
las acusaciones. Que eres agente encubierto de la Seguridad del Estado,
un traidor a la causa o le proporcionas argumentos al ‘enemigo' (el
régimen), que luego sirven para desacreditar a la disidencia.
Otra estrategia, de moda entre ciertos grupos opositores, es que
además de 'alquilar' a un periodista, lo enrolan a su causa. Un error de
bulto. Tomar distancia es la primera regla del periodismo.
Que uno apueste por la democracia no quiere decir que uno deba
marchar junto a las Damas de Blanco por Miramar. Cuando eso sucede, el
periodista equivocó la profesión.
A veces los debates motivados por una nota periodística son civilizados. Otras, te arman un 'mitin de repudio'.
El domingo 20 de marzo, horas antes de que Obama aterrizara en La
Habana, estuve con las Damas de Blanco en el Parque Gandhi, para
escribir un artículo sobre las agresiones contra el grupo de mujeres por
parte de los cuerpos represivos.
Allí tuve que soportar la insolencia de Ailer González, miembro de
Estado de Sats, preguntándome qué hacía en el lugar y rebatiendo mis
valoraciones. Le respondí escuetamente y le dije que con no leerme
bastaba.
Ese tipo de periodismo de genuflexión, habitual en Cuba, a veces intenta reproducirse entre los freelance.
Cada quien es libre de sustentar una opinión y reproducirla. Tal vez
nuestros comentarios o historias provoquen polémicas y causen irritación
en la disidencia local o dentro del exilio. Pero al menos yo, no
escribo para agradar a nadie.
Si un puñado de periodistas sin mordaza durante veinte años hemos
sido capaces de desafiar a una autocracia verde olivo, no creo que la
soberbia e intolerancia de algunos disidentes deba inhibirnos.
El auténtico periodismo siempre busca la verdad. Cueste lo que cueste.
Iván García, desde La Habana
Nació en La Habana, el 15 de agosto de 1965. En 1995 se inicia
como periodista independiente en la agencia Cuba Press. Ha sido
colaborador de Encuentro en la Red, la Revista Hispano Cubana y la web
de la Sociedad Interamericana de Prensa. A partir del 28 de enero de
2009 empezó a escribir en Desde La Habana, su primer blog. Desde octubre
de 2009 es colaborador del periódico El Mundo/América y desde febrero
de 2011 también publica en Diario de Cuba.
como periodista independiente en la agencia Cuba Press. Ha sido
colaborador de Encuentro en la Red, la Revista Hispano Cubana y la web
de la Sociedad Interamericana de Prensa. A partir del 28 de enero de
2009 empezó a escribir en Desde La Habana, su primer blog. Desde octubre
de 2009 es colaborador del periódico El Mundo/América y desde febrero
de 2011 también publica en Diario de Cuba.
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