El 2013 será recordado como el año en que los venezolanos ratificaron su vocación de seguir cayendo en el abismo del chavismo estatista, totalitario y retrógrado, al haber elegido a Nicolás Maduro como presidente de su país, tras la muerte de Hugo Chávez, un hecho que pudo haber servido a ese país para sacudirse y salvarse, pero que fue desaprovechado en su totalidad.
Si ya con Chávez en el poder Venezuela era un caos y apuntaba directo al abismo, pues con el segundón Maduro la cosa está peor para los habitantes de ese país que ahora cuentan hasta con un Viceministerio de la Suprema Felicidad, adelantan la Navidad por decreto, sufren de inflación elevada, carencia hasta de papel higiénico y un gobernante que es un impresentable donde vaya, salvo en Cuba, Nicaragua o Bolivia.
En el 2013, luego de las cuestionadas elecciones que ratificaron a Maduro en el Palacio de Miraflores, vimos la barbarie a la que puede llegar el chavismo, cuando algunos congresistas opositores, incluso mujeres, fueron agredidos en la propia sede del Legislativo, mientras en otros casos se les dejó de pagar su sueldo mientras no reconocieran al tiranuelo como jefe de Estado.
Lamentablemente, las consecuencias de la dudosa elección de Maduro salpicaron a nuestro país que, como líder de Unasur al momento de los comicios de abril, fue sede de una cumbre presidencial en la que se bendijo el "triunfo" del chavismo. Más tarde vino la bravata y las amenazas contra el entonces canciller Rafael Roncagliolo, quien a las pocas semanas, coincidentemente, fue relevado.
Al ver lo que sucede en Venezuela, en un primer momento uno no puede hacer más que lamentarse por lo que sucede ahí y sentir compasión por sus habitantes. Sin embargo, no hay que dejar de tener en cuenta que si los venezolanos se están yendo al hoyo es porque quieren. Mantuvieron a Chávez más de 12 años en el poder y luego empalmaron con Maduro, aunque en elecciones sospechosas.
En el Perú tenemos la buena suerte de que por más que se eligió a un émulo de Chávez, como lo fue en su momento Ollanta Humala, este no cumplió con lo prometido y optó por el camino que nos ha permitido seguir viviendo en democracia, con crecimiento económico y sin habernos convertido en un remedo de país como es hoy la tierra de Simón Bolívar.
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