El chavismo sin Chávez en su laberinto

Cuesta creerlo, pero la solución viable a la crisis “sobrevenida” producto de la posible ausencia temporal o absoluta de Chávez, la aportó el mismo Chávez, cuando ordenó el 8 de diciembre pasado a la bancada mayoritaria del PSUV en la Asamblea Nacional que en un caso, u otro, votaran por el vicepresidente y canciller, Nicolás Maduro, para sustituirlo, el cual, además, sería el candidato presidencial oficial dada la eventualidad de unas nuevas elecciones.

Chávez parece que no puede dejar de ser presidente bajo ninguna circunstancia (muerte incluida). Foto ARCHIVO

Testamento, voluntad o capricho que contó con el apoyo entusiasta del sector civilista del gobierno y la revolución, hasta que el generalato del Ejército objetó la decisión de Chávez y se dio a inventar una estratagema que rechazara la sucesión de Maduro e impusiera la de un candidato cercano a sus filas que resultó ser el teniente coronel ® Diosdado Cabello.
El ardid consistió en hacer realidad el imposible de que Chávez no podía dejar de ser presidente en ninguna circunstancia (la muerte incluida), lo que hacía nula la sucesión de Maduro y daba ocasión al absurdo legal de que el vacío de poder fuera ocupado por dos presidentes o copresidentes de facto: Maduro o Cabello.
Como se metió a un Chávez tal vez moribundo, a unos hermanos Castro igualmente de salud y vida precarias, y a un Maduro que ya se sentía presidente en tal laberinto, es un acertijo que dejamos a los historiadores del futuro.
Lo que si es cierto, sin embargo, es que quienes se acogieron a la tesis castrense -y tratan de imponerla a voto y fuego-, no es solo que nacen con un poder dividido, sino también encerrados en una ratonera inconstitucional de la cual es imposible puedan salir. @MMalaverM