Nunca perder de vista al pueblo, que será quien decida
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org
-Aunque Eliécer Ávila obtuvo un reconocimiento fulminante en Cuba y en
los medios internacionales por su interlocución con Ricardo Alarcón (que
lanzó su célebre delirio sobre “la trabazón que habría en los aires del
planeta” si todos tuvieran derecho a viajar), prefiere hablar, más que
de los “viejos tiempos”, de lo que piensa actualmente, de lo que tiene
que decir sobre los graves problemas que padece nuestra sociedad. Si
bien hay diferencias en las ideas que tenía cuando ocurrió aquella
reunión de dirigentes de la Universidad de Ciencias Informáticas con el
presidente de la Asamblea Nacional, hay principios básicos que Eliécer
mantiene desde entonces, como es el obligado y estrecho vínculo con el
pueblo que deben mantener quienes quieran llevar adelante un proyecto de
cambios políticos, sociales y de todo tipo en el país. De hecho, él
mismo propuso el título de esta entrevista, que concedió a Cubanet a
pesar de las dificultades (pasa muy poco tiempo en La Habana, cuando
puede venir, y no tiene acceso a correo electrónico ni a internet). En
la última visita acá, concertamos la entrevista, que finalmente tuvo que
hacerse por teléfono.
Llama la atención, pese a la juventud de este ingeniero en
informática, su talante serio y su sinceridad sin emotividades ruidosas,
lo que no quita que por momentos pueda mostrar una sutil ironía, como
cuando alude a la reciente victoria de Hugo Chávez en las elecciones de
Venezuela, y a lo que puede sufrir el pueblo venezolano, al señalar
“allá los que no lo conocen. Ya nos veremos dentro de cincuenta años”.
Cubanet – Muchos te ven como un líder potencial,
pero quedan quienes te ven aún como “un producto de la UCI” sin
suficiente credibilidad. ¿Qué les dirías tú a unos y a otros?
Eliécer Ávila – Por supuesto que me interesa la
opinión que tiene el pueblo sobre mis planteamientos. La gente suele
manifestármela todo el tiempo. Pero más me interesa que cada cual se
sienta libre de pensar u opinar lo que desee, sobre mi pensamiento o
sobre cualquier otro asunto.
Mi participación en la política no persigue como objetivo que la
gente me vea de una forma o de otra. Cuando uno está preocupado por ese
aspecto, empieza a dramatizar como lo puede hacer un actor de cine o de
teatro para obtener la mayor cantidad de aplausos.
Yo solo pretendo ejercer mi derecho como ciudadano de Cuba a
expresar, no solo mi visión de la realidad en que vivo, sino mis ideas y
propuestas para hacer esa realidad respirable para los cubanos y
coherente con los tiempos.
CN – Numerosas personas quieren saber tus opiniones y
expectativas. ¿Cuáles son las diferencias y similitudes fundamentales
entre tu pensamiento y el de los principales opositores políticos
tradicionales?
EA – La verdad es que existe cierta falta de
comunicación entre los diferentes grupos opositores del país, y más aun
entre esos grupos y personas como yo, que no estamos afiliados a ningún
movimiento. Esto dificulta que uno pueda conocer con suficientes
detalles el pensamiento de los líderes de las organizaciones, así como
los principios que las rigen. Por esta razón hasta ahora he preferido no
dar criterios sobre persona alguna. No deseo caer en la superficialidad
que veo día a día, reflejada en las opiniones de muchos, que basan sus
criterios en lo primero que les cae en las manos o en lo que les ponen
por el televisor.
No obstante, y ya que sacas el tema, me gustaría sugerir una especie
de “Conferencia Nacional de Oposición” en la que todos los que
disentimos de la política del gobierno podamos poner en claro nuestras
ideas y puntos de vista. Seguramente encontraríamos muchas divergencias y
también coincidencias, pero todos saldríamos mucho más claros sobre
cómo piensa cada cual con respecto a cada tema, porque son muchos los
temas que hay que discutir.
Sin embargo, te puedo adelantar que la mayoría de los contactos y
conversaciones que he tenido han sido con jóvenes que tienen mucho
empuje y que han ganado, sin dudas, un espacio en nuestro ambiente
político con sus proyectos, sobre todo en la actualidad. Y puedo
afirmar: si en algo coincidimos de plano es que lo que sea que deba
suceder con el futuro de Cuba, es el pueblo en su totalidad el que debe
decidirlo, y no un selecto grupo de personas, como ha sido, para ser
sincero, durante casi todo el tiempo de nuestra historia.
Consolidar una democracia institucionalizada y funcional donde las
reglas estén claras para todos, y todos estemos incluidos en igualdad de
condiciones: ese es sin dudas el primer paso imprescindible para poder
avanzar en todo lo demás, incluyendo lo económico. Es, incluso, un paso
obligatorio para poder discrepar de verdad, pero en un marco de cultura,
civismo y respeto. En eso creo que la mayoría coincidimos.
CN – ¿Crees que el actual socialismo cubano es
salvable, que hay que concebir otro socialismo o que se debe implementar
otro sistema diferente por completo?
EA - Te repito: eso lo decide el pueblo. Pero mi
propuesta siempre será no estar amarrados a nada, a ningún tipo de
esquema o filosofía. Entre más abiertos estemos a la hora de encontrar
una solución a cada problema, más opciones tendremos. Lo que sí te puedo
asegurar es que las aspiraciones individuales de los cubanos no tienen
nada que ver con el comunismo o el fidelismo que aquí se ha impuesto.
Creo que en las entrañas siempre hemos sido occidentales, lo cual es
una suerte, y cuando se puedan expresar los deseos con libertad y esos
legítimos deseos se conviertan poco a poco en leyes, el país lógicamente
se empezará a parecer a los cubanos. Así que una filosofía de
prohibiciones, centralizaciones, absolutismos y barreras mentales no
tendrá respaldo suficiente jamás para imponerse. Téngase en cuenta que,
cuando se impuso, vino con una mezcla especialmente dosificada de
engaños y actos de fuerza. Hoy el pueblo conoce esa estrategia al
dedillo, porque la ha sufrido y la sigue sufriendo. Así que no se
tragará nada parecido nunca más. Allá los que no lo conocen. Ya nos
veremos dentro de cincuenta años.
CN – ¿Te parece que la indiferencia del gobierno
cubano hacia los reclamos de la Unión Europea y Estados Unidos sobre
derechos humanos se debe principalmente al apoyo de casi todos los
gobiernos latinoamericanos?
EA – A mi juicio, los gobiernos latinoamericanos no
expresan siempre la verdad acerca de lo que piensan sobre nuestro
gobierno, sino que algunos tratan de aprovechar en su beneficio lo que
Cuba les puede ofrecer como parte de su política exterior encaminada a
dar una imagen idílica de la revolución y de cómo viven los cubanos.
Pero lo cierto es que sí, ese apoyo medio prostituido el gobierno
comunista lo usa para legitimarse ante el mundo y ante el pueblo,
fortaleciendo su rol de víctima eterna de las “injurias” y la “codicia”
de los poderes imperiales.
No existe en Cuba nada más manipulado y ultrajado que el concepto
universal acerca de los derechos humanos, sobre todo los que van más
allá de la salud y la educación. Como si aquellos derechos se hubieran
establecido para que en Cuba fueran interpretados de una forma
“especial”, que, dicho en buen cubano, es como le da la gana al que no
le conviene respetar su verdadera esencia liberadora.
CN – El gobierno cubano no parece dispuesto a
ratificar los pactos de la ONU. ¿Cuál crees que debe ser el camino de
los demócratas cubanos si esa negativa queda demostrada?
EA - La negativa está demostrada de antemano.
Preguntárselo no es más que un protocolo necesario que cuenta con todo
mi apoyo. Firmé con gusto esa demanda desde su creación, en cuanto
Antonio Rodiles me la presentó, porque considero que es seria y contiene
esencias indiscutibles.
Sobre el camino a seguir, no me gusta hacer de iluminado. Yo creo que
el contexto actual impone revisar a fondo las estrategias y también
discutir, con seriedad, los puntos de vista y las formas de pensar y de
proceder. Y por eso reitero mi propuesta de crear un foro donde estemos
todos de frente.
En mi caso, soy un partidario de no solo concentrarse en la discusión
con el gobierno, sino de mirar también hacia la gente, a los que más
tarde o más temprano apoyarán o no los proyectos e iniciativas que se
vienen proponiendo. Buena parte de este pueblo está desesperada por
participar de algo diferente, algo serio, algo en lo que se pueda
confiar.
Pero el misterio, los errores éticos, los secretos que no son
operacionales sino de principios, no ayudarán nunca a este propósito.
Hay que recordar siempre que los mayores logros concretos de la
oposición se obtuvieron con la participación de miles de ciudadanos que
dieron sus firmas para apoyar una propuesta clara, hasta el punto en que
el gobierno se vio obligado a cambiar la Constitución al darse cuenta
de que se le podía mover el piso en un juego limpio al cual no estaba
acostumbrado.
Los tiempos en que aquellos miles de cubanos dieron su respaldo eran mucho peores que estos.
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