EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
Diez respuestas a Zoé Valdés
1) Dónde naciste, en qué año y qué recuerdas de tu infancia y tu barrio.
Nací el 15 de agosto de 1965 en La Habana. Hasta los 13 años residí en la barriada pobre y marginal de El Pilar, municipio Cerro, colindante con Atarés y a tiro de piedra de la Esquina de Tejas y el Estadio Latinoamericano. La felicidad es relativa. Tenía los juguetes que me tocaban por la libreta una vez al año, y no los que deseaba, sino aquéllos que quedaban cuando nos tocaba comprar, casi siempre bates y pelotas, pues en esa época se hacía una lista y si a uno le tocaba el primer o segundo día podías adquirir algún juguete de calidad, pero en mi casa por lo general compraban el quinto o sexto día. Tampoco tuve televisor hasta diciembre de 1977, los dibujos animados los veía en las matinés dominicales en el Guisa, cine del barrio del cual recuerdo sus butacas rojas gastadas y el olor a orine de gato y moho.
En los primeros años de mi infancia mi pasión fue el béisbol. Lo escuchaba en un viejo radio RCA Víctor carmelita de forma ovalada, que en el mejor momento del juego se quedaba mudo. Con un par de golpes volvía a escucharse. Soy hijo de padres divorciados, mi papá era abogado y hablaba hasta la eternidad. Cuando íbamos a algún lugar, podíamos demorar horas, pues él se detenía a charlar con las personas sobre algún problema de vivienda, su especialidad. Murió cuando yo tenía 12 años.
Entonces vivíamos en un apartamento antiguo y desvencijado en un segundo piso de la calle Romay. Mi madre trabajaba, antes de ser periodista fue mecanógrafa, maestra y secretaria. A mi hermana Tamila y a mí nos crió nuestra abuela Carmen. Todo un personaje. Ella me dejaba jugar hasta tarde en las cuatro esquinas o desandar por todo el barrio. Algunos de mis amigos residían de manera precaria en un solar inmenso frente a la casa. Tenía un vecino adulto, el hoy afamado compositor cubanoamericano Jorge Luis Piloto, que vivía en un minúsculo cuarto del primer piso de nuestro edificio. En aquel momento yo pensaba que Jorge era rico, porque tenía televisor y una guitarra. En su cuarto veía la pelota, los dos éramos fanáticos de Industriales. Y en las tardes de ocio, que eran casi todas, nos entreteníamos en lanzar una bola de masilla contra un redondel que pintábamos en la pared.
Mi hermana y yo compartíamos un pequeño escaparate donde sobraba espacio. Tenía tres pares de zapatos: los colegiales, unos tenis viejos para mataperrear y un par de piel, que eran los de salir -aunque hubo un año que los de salir fueron unos ‘kikos’, como le decían a aquel horrible calzado plástico, producido en la isla en sustitución de los zapatos de piel. Más horribles todavían eran las botas ortopédicas. Además de poca, mi ropa era fea, como casi toda la de los niños nacidos en los 60 y que para vestirnos dependíamos de lo que vendieran por la libreta de productos industriales, que por suerte hace años desapareció. Cuando las medias desaparecieron del mercado nacional, las mujeres que sabían tejer a crochet se pusieron a tejer medias para niños, con el hilo que encontraran. Eran ‘cheas’ y molestas. Luego de un rato puestas, el tejido se te incrustaba en la piel.
No comí todas las golosinas que hubiera deseado y mi hermana y yo debíamos esperar a que mi madre cobrara su salario de ciento y pico de pesos para ir a un buen cine, a la pizzería Doña Rosina en el Vedado o tomar helado en Coppelia. Pese a todo, tuve una infancia feliz. Lo mejor, que todos lo sábados Tamila y yo íbamos a la Biblioteca Nacional y estábamos muchas horas leyendo libros infantiles. Lo peor, el humo contaminante que vertían las chimeneas de la fábrica de jabones y detergentes Sabatés, cercana a la escuela primaria, la Romualdo de la Cuesta, en la calle Estévez, también en el Cerro. Soy asmático desde los dos años. El alergista le aconsejó a mi madre mudarse. Eso aconteció en febrero de 1979. Desde esa fecha resido en la Víbora, antes una barriada de clase media, hoy con muchos bolsones de pobreza, igual que toda la capital.
2) Qué pensaba que sería tu vida cuando eras un adolescente?
En un tiempo deseé ser pelotero como Agustín Marquetti o Rodolfo Puente, a quienes conocí gracias a mi madre cuando era periodista de la revista Bohemia; después la única profesión que me gustaba era el periodismo. Era lógico. Crecí correteando dentro de los pasillos y redacciones de Bohemia. De puntillas veía las reuniones de los reporteros. Grandes de la pluma como Enrique de la Osa, Mario García del Cueto, Enrique Capetillo o Zacarías Tallet charlaban conmigo como si yo fuese un adulto. Una mañana, Jorge Alfonso, uno de mis ídolos del periodismo deportivo, me llevó con él a la inauguración de una serie nacional de béisbol en Matanzas. Como era tan majadero, mi madre cargaba conmigo en sus viajes de trabajo a las provincias. En la casa, uno de mis entretenimientos era transcribir de una grabadora las entrevistas que mi madre hacía. Sabía que de una forma u otra mi destino era ser periodista. De academia o empírico, pero periodista.
3) Qué estudiaste, dónde desarrollaste tu ambiente laboral antes de devenir periodista independiente.
No terminé el bachillerato, ya para ese entonces tenía un montón de problemas “de carácter ideológico”. Una tarde, el profesor de Historia me amenazó con llamar a mi madre y al director del preuniversitario si seguía contando relatos tergiversados sobre las brutalidades cometidas por Stalin. En aquel entonces leía muchos libros prohibidos para la mayoría de la gente en Cuba. Me acuerdo que cuando me botaban del aula me iba a la biblioteca a leer La Gran Estafa de Eudocio Ravines, que llevaba en mi carpeta forrado con una carátula de Fidel Castro, para no llamar la atención. Cuando cursé la secundaria, le dije a un profesor que no iba a participar en los actos de repudio, a los cuales alegremente iba toda el aula a lanzar piedras y huevos culecos a las viviendas de personas que habían decidido marcharse del país. Se llamaba Andrés y daba clase de Literatura, me dijo: “No vayas, esfúmate, pero no digas nunca lo que piensas, eso en Cuba te pude traer muchos problemas”. A los pocos meses se fue por el puerto del Mariel. Era 1980.
Esa etapa marcó mi vida. Fue un antes y un después. A partir de ahí terminaron mis dudas con respecto a la buena voluntad de Fidel Castro y su revolución verde olivo. Al no terminar el preuniversitario no pude optar por estudiar periodismo. Tampoco me hubieran aceptado por mi conducta “impropia”. Pasé 3 años el servicio militar. Al terminarlo, laboré en distintos oficios: ayudante de albañil, en los talleres de la revista Bohemia, en un poligráfico, auxiliar de plomería, hasta que mi madre me consiguió una contrata en el ICRT. Como sabía escribir en máquina, fui una especie de secretario de Roberto Romay, un funcionario del DOR que estaba al frente de un grupo de reporteros de los servicios informativos de la televisión, entre ellos Tania Quintero, mi madre.
Lo menos que hice fue mecanografiar. Romay me dejó participar en la filmación y producción de algunos programas, entre ellos Puntos de Vista. A Tania le gustaba invitar a trabajar con ella en la realización de los programas a jóvenes, fueran periodistas o no, pero con ideas creativas. Una vez, en 1987, durante un Festival de Cine a un imberbe humorista, Alexis Núñez Oliva, hoy productor ejecutivo en Televisa, y a mí, nos dejó que saliéramos solos a la calle a grabar y hacer entrevistas para un Puntos de Vista sobre cine, radio y televisión que Tania estaba haciendo. Fue una etapa donde aprendí mucho al lado de profesionales como Lissette Bustamante, Iría González Rodiles y Leda Creah. Estuve muchas horas en cubículos de edición, vi cómo se armaba un espacio televisivo de 30 minutos. Una buena escuela.
4) Eres de los que con mayor equilibrio informas sobre la realidad cubana en estos momentos, cuándo decidiste ser periodista independiente?
Después de terminar mi contrata en el ICRT estuve haciendo medias en las esquinas, como muchos jóvenes en Cuba. Ya estábamos a las puertas del ‘período especial’. Siempre, antes y ahora, me he relacionado con esa amplia gama de pícaros, buscavidas y marginales que existen en todas las ciudades. Conozco a dueños de “burles” (casinos particulares de juegos), boliteros, drogadictos, ex convictos, jineteras, ladrones de cuello blanco y ladrones de pata de cabra, mendigos, homosexuales, funcionarios y policías corruptos. Mucha de esa gente son protagonistas de mis crónicas. Me gusta escribir sobre los fracasados y los perdedores. Historias que no cuenta la prensa oficial, tan dada al triunfalismo.
Llegué al periodismo independiente en diciembre de 1995. Mi madre ya pertenecía a la agencia Cuba Press, fundada tres meses antes y dirigida por el poeta Raúl Rivero. Rivero, del cual tenía referencias por sus libros de poesía, una mañana me dijo: “Escribe un par de crónicas, luego veremos”. Redacté dos textos que a la distancia me avergüenzan, pero Raúl los aceptó. Me integré a Cuba Press, la más profesional de las agencias de periodismo independiente que hubo, con varios periodistas procedentes de los medios oficiales. Comencé como todo novato, redactando noticias sobre detenciones y juicios a opositores. A ratos, escribía historias de La Habana subterránea. Después Rivero me recomendó que me dedicara a escribir de deportes y “de lo que te dé tu real gana”.
5) Es sabido que fuiste detenido e interrogado en varias ocasiones, tu te consideras un periodista o un opositor o ambas cosas?
Mucho antes de ser periodista independiente estuve detenido dos semanas. Fue en marzo de 1991. Fui acusado de ‘propaganda enemiga’. Estuve en una celda de Villa Marista. Al salir tuve que soportar el acoso de los tipos duros de la Seguridad. Después de haberme iniciado en el periodismo continuaron las detenciones, ahora breves. Y las ‘charlas’ con oficiales de la policía política, más o menos amenazantes y chantajistas. De esas citaciones y ‘charlas’ no se libra nadie que en Cuba decide públicamente disentir. En esas ‘conversaciones’ tratan de hacerte cambiar de opinión y lo mismo pueden ‘conversar’ en tu casa, en una unidad de policía o una residencia de la Seguridad del Estado, a donde suelen llevar a los disidentes más conocidos. Pero a mí siempre me citaron para estaciones de policía y en una ocasión en el registro civil del municipio 10 de Octubre. La última ‘cita’, en agosto de 2010, fue en una unidad militar, con dos oficiales, uno de la Contrainteligencia Militar y otro del Departamento de Seguridad del Estado.
Creo ser un periodista incómodo. No pertenezco a ningún grupo opositor y no estoy sujeto a ningún tipo de censura, salvo la que impone la cordura. Soy muy crítico con el sistema diseñado por los hermanos Castro, y a veces también lo he sido con el rol desempeñado por la oposición. Soy un cazador solitario de historias. Un tipo que escribe lo que le apetece. Un electrón libre.
6) En estos días hemos vivido uno de los mayores traumas provocados por el supuesto accidente donde perdieron la vida Oswaldo Payá y Harold Cepero. Para mí y para una gran mayoría no se trata de un accidente, qué crees tú?
Como periodista no tengo todos los elementos para poder escribir que fue un complot. Como ciudadano sospecho que la historia real del accidente donde perdieron la vida Oswaldo Payá y Harold Cepero está por contar. Algún día, Zoé, se abrirán las puertas de los secretos de Estado y se sabrá lo que aconteció. Soy de los que piensa que en las alcantarillas del poder de todos los gobiernos, a discreción y en determinados momentos, se han utilizado las ejecuciones extra judiciales. No es solo la duda de lo acaecido a Payá. ¿Y Laura Pollán? ¿Wilmar Mendoza? ¿Orlando Zapata?
Si vamos más lejos, debiera hacerse una investigación a fondo sobre las muertes por infarto o cáncer de varios de los militares enjuiciados en 1989 por narcotráfico. A mí nunca me convenció la versión oficial del accidente del maestro de espías, Manuel Piñeiro, alias Barba Roja, tampoco el infarto del ex ministro del Interior José Abrantes. No soy fanático a la teoría de las conspiraciones. Pero el General que rige los destinos de Cuba es un conspirador en estado puro. Así lo hizo constar en un informe un agente de la KGB que en los años 50 conoció a Castro II.
7) En 2009, cuando ocurre la eclosión de los blogs cubanos en la isla, los nuevos comunicadores que en aquel momento no se llamaban opositores ni disidentes, polemizaron con Payá, cómo fue eso? Porque a algunos nos llegaron ecos, pero el único que asumió y escribió un artículo titulado El Cristo del Cerro fuiste tú. Hoy pareciera que ninguno de ellos tuvo un dilema con Payá.
En lo personal, respeto la ética y sólidas convicciones de Oswaldo Payá Sardiñas. También reconozco su meritoria labor al frente del Proyecto Varela. Discrepaba con Payá por sus métodos al enfrentar la autocracia. Soy de los que piensa que usando las mismas armas del gobierno poco se podrá alcanzar. En 2009, Payá emitió un documento en los que enjuiciaba -a mí me pareció que incluso daba órdenes- a los blogueros alternativos. En ese momento pertenecía a la plataforma Voces Cubanas y me sentí aludido. Le respondí con ese artículo de opinión. Era mi criterio. No soy hipócrita. Sucede que en Cuba la gente se toma las críticas como una ofensa. Es una rara manera de interpretar el concepto de la democracia. La frase con la cual terminé el texto se la repito a veces a ciertos disidentes que me miran con cara de perro: “Yo no soy el enemigo”.
8) No crees que en el proceso de cambio radical cubano hacia la libertad sería muy saludable introducir las críticas y las polémicas? Podrías abundar en el tema?
Por supuesto, no podría existir una sociedad abierta, tolerante y plural si faltara la crítica y la polémica. Es el combustible que provoca el desarrollo en cualquier sociedad. Es de mentecatos y autoritarios creerse poseedores de la razón o la verdad absoluta. Quien escribe como periodista tiene derecho a juzgar o criticar el papel de grupos, partidos, organizaciones y personas públicas. Al que no le guste, por favor, que no desempeñe esas funciones. Al menos yo no tengo que esperar a que Cuba sea libre para ejercer la crítica. Ya lo hago.
9) Cómo ves el futuro de Cuba….
Ni el astrólogo Walter Mercado puede augurar con certeza el futuro de Cuba. Vislumbro cuatro escenarios posibles. Más castrismo, sin los Castro. Una junta de empresarios militares que pactan con Estados Unidos. Revueltas civiles y el caos. Una transición pacífica, democrática y ordenada. Apuesto por la última. Pero tengo mis dudas si eso será lo que suceda. Estoy hastiado de líderes y anclas. Ciertas sociedades parecen que necesitan hombres fuertes y seguros. Pero se corre el peligro que por esa puerta entren también los caudillos y los autócratas.
Considero que en el futuro, el exilio cubano puede desempeñar un rol primordial. Algo se pega después de vivir tantos años en sociedades libres. Lo ideal sería que una mujer joven y moderna esté al frente de los destinos de la isla. Ya el discurso de los cojones está agotado. No sería mala idea mirar a Suiza y tomar como modelo su sistema de gobierno, donde cada año se elige un presidente y un consejo de ministros, que en total no pasan de ocho gobernantes federales. Pero, Zoé, parafraseando al ex senador Orestes Ferrara, ¿tendremos que importar los suizos a Cuba?
10) Crees que sólo los movimientos pacíficos son válidos para lograr la libertad de Cuba?
Pienso que una oposición pacífica sólida puede voltear un gobierno, por muy represor que sea. Ejemplos sobran. No es el único camino. Pero mi temor es que, por lo general, las sublevaciones armadas, en nombre de la democracia o lo que sea, siempre nos traen un dictador clarividente a la cabeza. Ya tuvimos un Fidel Castro. Más que suficiente.
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