EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
9 de septiembre de 2012
El proceso de paz iniciado hace tiempo, y que por fin salió a la luz, representa para algunos una esperanza de paz, que llegaría luego de un diálogo breve, tranquilo y enriquecedor; costaría una platica, pero nada más. Para otros, es un peligroso campo minado. Temen que una vez más, la subversión, de la cual las FARC son sólo una parte, obtendrá ventajas y se fortalecerá. La democracia será debilitada, sin que se llegue a una paz que respete las libertades de los colombianos.
Conviene analizar algunas diferencias y similitudes con procesos anteriores, todos costosos para la democracia. Una diferencia positiva es que las conversaciones se realizarán sin micrófonos ni farándula. Pero se anuncia, sin precisar cómo, que habrá espacio para la participación de terceros, error que ya se ha cometido varias veces. Esa participación siempre ha favorecido a la subversión. Otra diferencia, por lo menos frente al desdichado proceso del Caguán, es que los puntos a tratar no incluyen toda la economía y el Estado colombianos. Sin embargo, hay un exceso de amplitud en los temas, lo cual conduce a una negociación eterna, por una parte, y por otra, que se puede comprometer el futuro político y económico del país. Eso es lo que anuncia, además, Timochenko. Es conveniente, por supuesto, que se lleve a cabo la negociación fuera de nuestras fronteras y sin ceder zona alguna, pero nada bueno que se lleve a cabo en un país que es culpable de haber apoyado durante décadas a las guerrillas colombianas y donde impera la más brutal dictadura del continente. Ya los servicios de inteligencia cubanos deben haber instalado micrófonos y cámaras en las habitaciones de los delegados del gobierno.
Es evidente también, que frente a las anteriores oportunidades hay grandes diferencias en la correlación de fuerza militar de una y otra parte. Ha habido un fortalecimiento enorme de las Fuerzas Militares y una reducción de la fuerza guerrillera. También ha habido una recuperación del territorio por parte del Estado. No menos importante es el reconocimiento internacional del carácter terrorista de las FARC. Eso es positivo, pero existen varios factores negativos que contrarrestan estas ventajas: el dominio por parte de la subversión del aparato judicial del Estado, la enorme fuente de recursos que representa el narcotráfico para las FARC y el hecho de contar con refugios seguros en Venezuela y Ecuador. Una guerrilla negocia cuando no tiene esperanzas de avanzar en su lucha armada, pero estos últimos factores le dan aliento para pensar que pueden subsistir y recuperar terreno perdido sin ceder nada en la negociación.
El discurso, de corte anticuado, de Timochenko nos hace ver que las FARC no han cambiado. No habló de gallinas robadas, pero dijo las mentiras habituales, hizo la misma falaz inversión de culpas y dejó ver que sus aspiraciones son las mismas de siempre. No es un buen inicio.
No podemos, en un solo editorial tratar todas las aristas de los puntos que se tratarán, pero el análisis de sólo dos de ellos nos permite ver que la cosa puede ser grave. El presidente Santos estableció como pilares del esfuerzo del país durante su gobierno unas “locomotoras”. Que se discuta con una guerrilla, con ideas de los años 50, una de ellas, la agricultura, indica que esa locomotora no saldrá de la estación. Si algo hay que hacer para que Colombia se convierta en una potencia agrícola, es aceptar la modernidad, cosa que implica aceptar e incentivar la empresa agrícola en gran escala, no promover el minifundio y el cultivo artesanal. Ceder en ello es hundir el campo colombiano en la pobreza, o mejor dicho, aceptar que se quede allí. Lamentablemente, aun gentes ilustradas, habitantes de las ciudades, tienen como ideal del campo la misma visión que tienen las FARC: un campesino en su terruño, con su mujer y seis hijos, cuatro vacas, dos marranos y una docena de gallinas. Siembra yuca, plátano y algo de maíz. Si es muy moderno, tiene también un tanque de tilapias. Pero hoy, en el siglo XXI, la agricultura, para ser viable, tiene que ser algo bien diferente. Los productos agrícolas, además, están sujetos a las leyes del mercado. Una agricultura anticuada implica que los habitantes de la ciudad, aun los más pobres, subsidien a los productores del campo.
Lamentablemente, sospecho que este punto, vital para el progreso del país, le será cedido a las FARC. No hay, en la mesa del gobierno, un solo representante que tenga el menor conocimiento de la agricultura, o un real interés en ella.
Un segundo punto que no tiene razón de ser es el que trata de las garantías para la oposición y la participación ciudadana. En Colombia, la izquierda ha tenido más garantías que cualquier otra corriente. Han tenido protección del Estado, por cuenta de los contribuyentes, e impunidad ante la justicia. Hay muchos verdaderos y falsos parapolíticos presos con menos pruebas, a veces ninguna válida, mientras que, cuando se trata de la izquierda, la justicia es ciega, sorda y muda. El problema del PCC no es falta de garantías, sino de votos. En España, el partido Batasuna, por estar ligado a la ETA, está proscrito. Aquí, el PCC y sus sucedáneos (incluidos los Progresistas) reciben protección y no responden por sus vínculos históricos y actuales con los terroristas de las FARC. ¿Qué nos espera? Que reciban puestos y escaños sin tener que molestarse en sacar votos. Tendrán más poder electoral los delincuentes de las FARC y sus amigos que los ciudadanos de bien. ¡Buena democracia esa! En los demás puntos también hay peligros, pero dejemos el tema para otra ocasión.
*Director de la Ong Verdad Colombia, Bogotá.
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Colombia: ¿Hacia un cese del fuego bilateral?
Por Eduardo Mackenzie
Periodismo sin Fronteras, Bogotá
Webarticulista, Caracas
10 septiembre de 2012
Una particularidad del nuevo “proceso de paz” que el presidente Santos y las Farc dicen que abrirán en Oslo, Noruega, el 5 de octubre próximo, es que los terroristas no ponen esta vez la condición de que el Gobierno ordene la creación de una zona desmilitarizada o “de despeje”, como dice la prensa, es decir de un amplio territorio del cual sean barridos, por orden de Bogotá, la fuerza pública y los representantes del poder civil.
Sin embargo, esa no-exigencia, que algunos presentan como un signo de “madurez” del señor Timochenko, podría ser una trampa fenomenal.
Si las Farc no están pidiendo eso, pues quieren negociar en Cuba, es porque tienen en mente algo peor, que equivale a la creación no de un Caguán sino de quince Caguanes a la vez, que harían de toda Colombia una zona de despeje.
El cese del fuego “bilateral” tiene un sólo objetivo: paralizar la acción de la fuerza pública en todo el territorio de la República y dejarle el campo libre a las huestes ilegales para que continúen sus labores de destrucción sin la menor resistencia.
Hacer de Colombia un inmenso Caguán no es un impensable, no es un delirio infundado. Eso artilugio fue propuesto en el pasado reciente por terroristas y fue aceptado por un gobierno colombiano. El éxito que se apuntaron las mayores guerrillas de los años 1980 fue espectacular, aunque no duró mucho. Ellas habían logrado dormir a un gobierno lo suficientemente “progresista” (e irresponsable) como para terminar concediéndoles eso con la mejor buena fe. Después de abrirles las cárceles a los jefes del M-19, el gobierno del presidente Belisario Betancur firmó acuerdos de cese del fuego con las Farc: el llamado “acuerdo de la Uribe”, del 28 de marzo de 1984, y el llamado “acuerdo de prolongación de la tregua”, firmado el 2 de marzo de 1986. Y con el M-19 y el EPL en los llamados “acuerdos de Corinto y El Hobo”, del 24 de agosto de 1984.
Cumplido ese requisito, Betancur pudo dar inicio al “Gran Diálogo Nacional” con esas bandas. Todo eso terminó en un nuevo baño de sangre y en tragedias que todo el mundo conoce: el fortalecimiento de las guerrillas, la ruptura del “diálogo”, la matanza de Tacueyó, la creación de la primera coordinadora nacional guerrillera, la creación de la UP y el envión final con el intento de golpe de Estado contra Belisario Betancur mediante el asalto del M-19 al palacio de Justicia, en noviembre de 1985. Las Farc trataron de imponerle esa misma “tregua bilateral” al presidente Virgilio Barco en septiembre de 1988. Este no cayó en la trampa y les exigió, por el contrario, la “cesación unilateral de hostilidades, la suspensión de toda clase de acciones terroristas, del secuestro y la extorsión”. Pero el mal ya estaba hecho. Gracias esos experimentos increíbles las Farc lograron crecer, convertirse en poder narcotraficante y pasar de una guerra de guerrillas a una de guerra de posiciones. Hasta llegar a lo del Caguán.
Tras el eclipse de la seguridad democrática, las Farc quieren obtener un escenario idéntico, pues calculan que el país ha perdido la memoria y el gobierno es, de nuevo, sensible al canto de las sirenas.
El punto del “cese del fuego bilateral”, que no aparece en el “preacuerdo” revelado por el ex vicepresidente Francisco Santos (1), fue mencionado en la primera conferencia de prensa de las Farc en La Habana, y volvió a aparecer, con más fuerza, en la segunda reunión con la prensa en la capital cubana, por boca de Mauricio Jaramillo, alias “el médico”. Es obvio que los voceros de las Farc insistirán en eso en Oslo y lo harán cada vez con mayor violencia. “El cese del fuego nosotros lo vamos a plantear inmediatamente nos sentemos a la mesa […] vamos a pelearlo, mejor dicho”, reiteró, sin el menor escrúpulo, Mauricio Jaramillo. El no podía decir otra cosa pues la destituida senadora Piedad Córdoba había exigido ese mismo “cese bilateral de fuego” el 3 de marzo anterior.
Queda visto que las Farc, antes de llegar a Oslo, violaron el “acuerdo marco” o “preacuerdo” con Santos. Ellas muestran que se reservan el derecho de darse una agenda diferente y secreta y que quieren introducir gente ajena a eso, como alias “Trinidad”, preso en Estados Unidos, y hasta extranjeros anónimos que no estaban previstos.
Tras una reunión con los jefes de las Fuerzas Armadas, el presidente Santos aseguró que no habrá cese del fuego y que no cometerá los errores que otros cometieron en el pasado. Excelente. Su hermano, el periodista Enrique Santos Calderón, quien monitoreará las pláticas de Oslo, y quien había participado y hasta suscrito los acuerdos de cese del fuego con el M-19 en 1984, sugiere a las Farc que esta vez sean ellas las que declaren “un cese unilateral de hostilidades” para “atenuar la enorme desconfianza que les tiene el país”.
Es poco probable que las Farc lo escuchen. Las Farc nunca han hecho eso y a ellas les importa un pito lo que piensan los colombianos. Lo que les interesa es entrabar el aparato militar adversario, quebrar su moral de combate, avanzar hacia un apogeo de la guerra y alcanzar un triunfo definitivo sobre la democracia. Como toda fuerza terrorista, las Farc ven el cese bilateral de fuego como algo esencial para avanzar. Lo dijo Timochenko el otro día: ellos en Oslo y en La Habana “no van a firmar ni rendición ni entrega” sino a fundar una “nueva Colombia justa y democrática”, es decir lo más parecida a las abyectas dictaduras en Cuba y Venezuela.
La réplica del presidente Santos estuvo bien. Empero ¿quién puede garantizar que él respetará su palabra? Este proceso comenzó en medio de la mentira (“no habrá acercamientos con las Farc hasta que éstas cesen sus acciones”, decía Santos mientras negociaba en secreto con ellas). Luego nada descarta que la exigencia estratégica de las Farc, y no se sabe qué otras, puedan ser cumplidas antes del “acuerdo final” cuando la narco-guerrilla comunista convenza al mandatario de que “las partes” están “a punto” de alcanzar “la paz definitiva” y que esa es la vía para llegar, como prometía Tirofijo en 1984, a tan feliz desenlace.
Al aceptar negociar “en medio del conflicto”, Santos le hizo asumir al país nuevos peligros. No supo escoger el momento de ese diálogo, ni el terreno (en Cuba), a pesar de que podía hacerlo. Las consecuencias se verán muy pronto y quienes pagarán eso no viven en Marte. Un cese del fuego bilateral dejará sin defensa al país.
Las Farc son una banda terrorista detestada por la nación entera. Desde una situación de aislamiento sigue aún matando y secuestrando y hasta saca pecho en La Habana solo porque se sabe respaldada por dos poderes militaristas extranjeros (Cuba y Venezuela). Si esa entidad logra, con el pretexto que sea, convencer al Estado colombiano de paralizar sus fuerzas de seguridad y defensa en todo el país, logrará un salto cualitativo. Para Colombia eso sería no sólo un error político-militar de incalculables consecuencias, sino también un error intelectual y moral.
Las fuerzas militares y de policía de Colombia conducen una guerra de protección. Con su actividad constitucional ellas impiden la aniquilación de la población, de la economía y de las instituciones que los Colombianos hemos ido construyendo, incluso bajo el dominio español, desde 1525.
Las Farc conducen, en cambio, una guerra de desgaste, de conquista y de exterminio. Ellas siempre hicieron eso sin remordimiento pues estaban al servicio de una potencia criminal, la URSS. La gente de Timochenko está ahora al servicio de las ruinas de ese imperialismo pero sus metas no han cambiado. Las Farc es un fósil de la guerra fría que sobrevive por los errores cometidos por varios gobiernos. Eso le permite pensar a Timochenko que aún hoy podría voltear la torta pues el poder descuidó de nuevo la seguridad y porque su infiltración en el aparato de Estado es tan avanzada que una audaz jugada, en una negociación secreta, puede romper todos los equilibrios.
Ese será todo el arte de la operación en Cuba, en donde los negociadores colombianos estarán bajo presiones enormes (espionaje permanente, desinformación, rumores y amenazas). Al menos, Santos tuvo una buena idea: nombrar a algunos eminentes militares en retiro para que intervengan en la negociación. Veremos si no echa marcha atrás en eso, como algunos piden.
(1). A pesar de que el punto 3 de ese documento incluye un acápite a. que dice: “Cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo”, dicho tema no es tocado ni desarrollado para nada en los seis párrafos siguientes ni en el resto del documento. Para el autor ese tema del cese al fuego bilateral no hace parte del llamado preacuerdo.
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Juan Manuel Santos espera una corta negociación con las FARC
El Universo, Guayaquil
Efe
10 de septiembre de 2012
BOGOTA.- El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, confesó ayer su miedo a perder la oportunidad de ponerle fin al conflicto armado, en un momento que considera idóneo para el proceso de paz que abordará su Gobierno con las FARC dentro de un mes en Oslo. Santos hizo este reconocimiento en una entrevista publicada por la revista colombiana Semana, en la que habló con una cautela y prudencia extremas, actitudes que ha defendido desde que el pasado 27 de agosto anunció que se habían iniciado “conversaciones exploratorias” con la guerrilla. “(Lo que más miedo me da es) que perdamos una oportunidad real de terminar el conflicto. Las cosas se dan cuando se pueden dar y este es el momento”, respondió a una pregunta sobre sus mayores temores.
El mandatario observó que “los astros están alineados para terminar el conflicto” y agregó que por eso envió a sus delegados a que “acordaran por escrito con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) unas condiciones realistas para empezar una negociación”. Dijo que confía en que el proceso de paz pueda quedar resuelto “en un término de meses, no de años”, pues la primera fase exploratoria, que se extendió desde el mes de febrero hasta el día 23 de agosto, dejó “una buena base en el acuerdo general para el fin del conflicto”. “Ahora, también acordamos que vamos a revisar periódicamente los avances. Si la cosa no se mueve, sencillamente no vamos a seguir”, advirtió.
Ante las tensiones y eventuales rupturas en plenas conversaciones, Santos puntualizó que “las FARC han dicho que no piensan pararse de la mesa hasta no llegar a un acuerdo”. Oslo será el escenario en el que las partes darán inicio oficial a la fase de los diálogos, acto que tendrá lugar el próximo 8 de octubre, mientras que la capital cubana acogerá el resto de las sesiones de diálogo. Santos llamó de nuevo a la discreción y reconoció que el éxito de la primera fase de los acercamientos con las FARC fue el secretismo que ni siquiera él rompió con su esposa, María Clemencia Rodríguez.
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Arrancó mal
Por Francisco Santos
El Colombiano, Medellín
9 de septiembre de 2012
Nunca antes la posibilidad de paz estuvo tan cerca. Paz con las Farc, vale la pena aclarar, porque se vende como el fin del conflicto y no es así. Todavía hay diversos actores de la violencia que no están incluidos en estos diálogos y que si quedan sueltos pueden prolongar la pesadilla de violencia tal y como sucedió hace dos décadas con los procesos de paz con el M-19 y con el Epl. No olvidemos tampoco que después de la operación Anorí que desmanteló al Eln, en menos de una década esta organización había resucitado con el dinero de la extorsión a la Mannesman.
Bien, estamos a las puertas de un nuevo diálogo que el país recibe con entusiasmo pero con gran escepticismo. Los fracasos de los procesos de Betancur y Barco, de Gaviria y de Pastrana son un precedente que llena de desconfianza a la sociedad colombiana. Por eso los mensajes de la guerrilla en esta semana desilusionan. No tenemos nada que ver con el narcotráfico. No tenemos secuestrados. Hemos buscado la paz desde hace 50 años. Por ningún lado se vio una luz de reconocimiento del dolor que le han causado a la sociedad. Su discurso de víctima no cabe en el escenario moderno en el que van a negociar. La retórica desgastada, y no propiamente de un demócrata como de manera poco inteligente la calificó el ministro Carrillo, predecible, repetitiva y mentirosa, no ayuda en nada a sembrar la confianza que es menester de las Farc construir tras décadas de engaños. El mundo y el país han cambiado. Y mucho. El margen de maniobra de las Farc y del Gobierno es mucho más reducido que el que existía apenas hace once años en el Caguán. El 11 de septiembre, la CPI y el gobierno de Álvaro Uribe cambiaron el entorno legal y de tolerancia política de gobierno alguno frente a la paz. Ahora, Santos e incluso las Farc disfrutan de las mieles de la euforia. Que se desgasta rápido. En esta sola semana ya comenzó el deterioro.
Estamos aquí por lo logrado en materia de seguridad durante los 8 años de Uribe. Pero las Farc ya ganaron, y mucho, al recobrar la legitimidad que habían perdido y que Santos les devolvió en bandeja de plata al reconocerlos como contradictores. Un regalo a cambio de nada, un papel, que por ahora con sus primeras declaraciones las Farc debilitan.
Toca esperar que se inicien las conversaciones para ver cuál va a ser la dinámica y la tónica de este diálogo cerrado. Mientras tanto la sociedad no tiene por qué aceptar inerme lo que sucede en Cuba u Oslo. Los medios no deben tragar entero, pues le hacen un gran daño al país. Su papel no es hacer la paz, es informar y es ser voceros de la sociedad y no sólo del Gobierno, como ha sucedido hasta ahora. No es aclimatar la paz, es desmontar la mentira, la falacia y el engaño (propios de una negociación) con información. Y para la opinión, como dice Andrés Hoyos, su deber es desmontar la retórica de las Farc o, digo yo, los excesos de voluntarismo del Gobierno a través de todos los mecanismos de presión posibles, columnas, trinos, marchas, protestas etc. Queda el tema de las víctimas, del que escribiré más adelante. Pero por ahora estaré el 8 de octubre con tantas otras en la Plaza de Bolívar exigiendo que no nos irrespeten, no nos invisibilicen y no nos maltraten por el solo hecho de ser víctimas de las Farc.
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