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HISTORIAS NO CONOCIDAS EN EL INSILIO CUBANO
Fallece el padre Miguel Angel Loredo, símbolo del presidio político cubano
Última actualización Sunday, 11 September 2011 04:09 Publicado Sunday, 11 September 2011 04:09
WILFREDO CANCIO ISLA
- El sacerdote franciscano Miguel Angel Loredo, símbolo del presidio político cubano, falleció este sábado en St. Petersburg, Florida, a los 73 años, víctima de cáncer.
El padre Loredo murió a las 5:40 p.m. en el Hospital y Centro de Rehabilitación Bon Secours de St. Petersburg, donde permaneció ingresado por varias semanas. Su estado se agravó como consecuencias de complicaciones renales y cardiovasculares. Había pedido, 17 días atrás, que se le suprimiera la diálisis y se preparó conscientemente para recibir la muerte.
Con él desaparece un testimonio viviente del enfrentamiento de la Iglesia Católica con el régimen de Fidel Castro, un promotor incansable de las libertades democráticas en la isla y un pilar espiritual de la comunidad cubana en el exilio.
“Fue un hombre muy valiente, firme en sus principios y en su fe, que no dejó nunca de levantar su voz para denunciar los horrores que vivió en carne propia en las cárceles de Cuba”, recordó Abel Nieves Morales, quien compartió años con Loredo varias prisiones cubanas. “Todos sus compañeros del presidio político lo vamos a necesitar y extrañar mucho”.
Nieves se mantuvo visitando al sacerdote en su lecho de enfermo hasta los últimos días. En una de sus recientes visitas lo escuchó confesar que se apoyaría en su fuerza interior para despedirse, uno a uno, de sus entrañables compañeros de presidio, que fueron “mi vida, mi amor y mi alma”. Ambos se encontraron en el exilio en los años 80, reanudaron esfuerzos y esperanzas por la democratización de Cuba, y viajaron a foros internacionales para denunciar los abusos y las condiciones infrahumanas en el sistema carcelario cubano.
Pasión por el arte
Nacido en La Habana en 1938, Loredo abrazó desde muy joven dos pasiones que acompañarían para siempre su vida: la fe católica y el amor por la pintura. Siendo un adolescente entabló amistad y recibió influencias de prominentes figuras de la plástica cubana como René Portocarrero, Raúl Milián, José María Mijares y Rolando López Dirube, quien por estos años lo acogió en su estudio y fue su maestro.
Cuando triunfó la revolución de 1959, Loredo ya había decidido que sería sacerdote. Su formación teológica se produjo en España, entre 1960 y 1964.
Se ordenó el 19 de julio de 1964 y un mes después regresó a Cuba, justamente en momentos de agrias relaciones entre la Iglesia Católica y el gobierno comunista, que ya había enseñado sus verdaderas intenciones con la expulsión de 131 sacerdotes en 1961.
A su regreso fue designado para asumir su labor pastoral en la Iglesia de San Francisco, en La Habana, y se desempeñó también como párroco de Guanabacoa. Carismático y joven, cautivó las simpatías de los feligreses y provocó la ira gubernamental por sus desafiantes sermones contra el ateísmo, impuesto como doctrina a los cubanos.
No tuvo que esperar mucho para verse en el vórtice de un proceso judicial que lo inculpó por supuesta conspiración contrarrevolucionaria.
En 1966 fue arrestado en la Iglesia de San Francisco. Se le acusado de brindar protección a un prófugo de la justicia, esconder armas y conspirar con la CIA. El sacerdote no admitió nunca su culpabilidad y mantuvo siempre que el caso fue fabricado por la Seguridad del Estado, con la colaboración de un seminarista bajo chataje.
Un preso plantado
Tras un juicio amañado, Loredo fue condenado a 15 años de cárcel. No se sometió al régimen de reeducación y se declaró como un preso “plantado”, por lo que fue sometido a golpizas, sufrió crueles atropellos y cumplió trabajos forzados en las prisiones de Isla de Pinos, La Cabaña, Guanajay y El Príncipe.
En el presidio organizó misas clandestinas para los presos políticos y realizó numerosas huelgas de hambre en protesta por la condiciones de su confinamiento. En una carta del 11 de junio de 1968, enviada a Monseñor Cesar Sacchi, por entonces representante de la Nunciatura Apostólica en La Habana, escribió: “Me siento orgulloso de participar en esta lucha con miles de hombre de tanto valor y sentido patrio como hay en este presidio cubano. (…) Y también quiero decirles que siento al ver el olvido en que el Occidente libre nos mantiene, en el silencio de todos, en la indiferencia, mitigada únicamente por las quejas de los seres queridos impotentes”.
Por gestiones del Vaticano, Loredo fue liberado el 2 de febrero de 1976. Se le ordenó que no hablara públicamente ni ofreciera entrevistas de prensa. Pero el gobierno no toleró que se le nombrara como profesor de Teología en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio en La Habana, lo que forzó su salida del país con destino a Roma en 1984.
En el exilio no tardó en alzar su voz contra la carencia de libertades en Cuba. En 1987 se radicó en Puerto Rico, donde continuó su labor eclesiástica y comenzó su colaboración con la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en Ginebra. Ese año su vibrante testimonio figuró en el documental Nadie escuchaba, de Néstor Almendros y Jorge Ulla.
Posteriormente colaboró con la organización Pax Christi, organización católica que monitorea la situación de los derechos humanos alrededor del mundo.
Prohibida la entrada a Cuba
En 1991, fue trasladado a la Iglesia de San Francisco en Nueva York. A raíz de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, en 1998, Loredo fue incluido en la lista de clérigos y personalidades religiosas que viajarían desde Estados Unidos. Sin embargo, el gobierno cubano le negó la entrada.
Loredo nunca dejó de pintar y escribir poesía, actividades que consideraba en estrecha comunión con su misión espiritual. Sin embargo, no fue hasta el 2002 que decidió exhibir sus pinturas a una audiencia amplia. Una muestra de 30 óleos suyos fue presentada en la Carol LaPlante Gallery de Nueva York, en conmemoración del primer aniversario de la tragedia del 9/11.
“Para mí pintar es elegir una manera de arreglar una visión personal de la realidad sobre una superficie plana donde se incorporan diversas áreas del espíritu, así como de la memoria y de la profecía “, consideraba el sacerdote.
Desde entonces sus cuadros se exhibieron con regularidad en Miami, donde Loredo participó en el Festival Calle Ocho en varias ocasiones.
Su obra creativa incluye el libro de testimonios Después del Silencio, y los poemarios De la Necesidad y del Amor, Los Súbitos Quebrantos y Uno.
Lo sobrevive en Miami su hermana Silvia Loredo.
La Orden Franciscana en Estados Unidos tendrá a su cargo la realización de las honras fúnebres. Una misa en su memoria se efectuará próximamente en una parroquia de St. Petersburg antes de trasladar el cadáver hacia Nueva York, donde será sepultado.
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