Corea del Norte vuelve a la carga, esta vez, desafiando la presidencia de Donald Trump, con el lanzamiento de otro misil que cayó en aguas del mar de Japón, en momentos donde el presidente nipón se encuentra de visita oficial en EEUU.
El líder norcoreano, King Yong un, se comporta como una incómoda espina atravesada en las movidas geoestratégicas de los mandatarios de China, Rusia, EEUU, Corea del Sur y Japón. Su herramienta de chantaje es la expansión acelerada del programa nuclear y de misiles, condenado por la comunidad internacional, por violar de modo flagrante las resoluciones impuestas por la ONU, y representar una seria amenaza para la paz y la estabilidad regional.
Semanas atrás, Donald Trump contestó a las declaraciones provocativas del gobernante norcoreano, publicando un fuerte mensaje en su cuenta de twiter: "Corea del Norte anunció que está en las etapas finales de desarrollo de una arma nuclear capaz de alcanzar partes de EE.UU. ¡No sucederá!". El lanzamiento de este último misil es una clara y directa afrenta, que lo reta poniendo a prueba su capacidad de respuesta.
En referencia a China, Donald Trump se había proyectado de modo critico, amenazando al gigante asiático con la posibilidad de imponerle aranceles a sus productos si no detiene lo que considera practicas desleales. También generó discordia por expresar que no respetaría la política establecida en los vínculos de China con Taiwán. Hace solo unos días, las tensiones entre ambas naciones se relajaron luego de que los mandatarios conversaran por teléfono y Trump le asegurara al gobernante Xi Jingping, que reafirmaría el apoyo histórico de EEUU al principio de "Una sola China".
Ahora la agresiva acción de Corea del Norte deja en mala posición a Pekín ante EEUU, pues resulta ser el principal aliado y soporte económico del régimen coreano y la única nación con capacidad de influencia y responsabilidad sobre su comportamiento. También pierde China porque tras la justificación de los repetidos ensayos nucleares y misilísticos, Corea del Sur aprobó el despliegue en su territorio del controversial escudo norteamericano de sistema antimisiles THAAD. Por las mismas razones defensivas, Japón coquetea con la idea de ofrecer su territorio para la extensión del THAAD.
La operatividad del sistema antimisiles de EEUU no solo contribuye a neutralizar la posible agresión nuclear de Corea del Norte, sino que tiene la capacidad de cubrir una amplia extensión de territorios en China y Rusia. Estas dos naciones se oponen enfáticamente al despliegue del escudo norteamericano en la región asiática y lo consideran una amenaza para su seguridad nacional.
Por su parte, la necesidad de defensa de Corea del Sur ante la irrefrenable agresividad de su vecino del Norte, lo pone en una situación muy desfavorable con China, con quien tiene fuertes lazos económicos y representa el principal destino de sus exportaciones. Medidas de represalias por parte de Pekín pueden terminar desestabilizando la solida economía del Sur de la península coreana.
La relación entre los actuales gobernantes de Rusia y EEUU ha sido de admiración y elogios mutuos. Después de las fuertes tensiones con la anterior administración a consecuencia de las sanciones económicas en represalia de la anexión de Crimea, en Ucrania, el Kremlin intenta superar los históricos conflictos y establecer acercamientos con la Casa Blanca que le permitan estar en mejor condición para afrontar sus propios dilemas internos, principalmente su delicada situación económica, en momentos que sufre por la caída de los precios del petróleo y de las materias primas, de cuya exportación depende su estructura económica.
El despliegue norteamericano del escudo antimisiles THAAD en Corea del Sur, con alcance a gran parte del territorio ruso, constituye una disonancia y fuente de posibles tensiones entre los gobiernos que encabezan Vladimir Putin y Donald Trump. El generador de esa situación conflictiva no es otro que la agresividad desafiante del régimen norcoreano de los Kim. Corea del Sur no tiene otra opción que apostar por su defensa bajo el paraguas antimisiles de los EEUU. Y Donald Trump no tiene modo de desentenderse de la alianza defensiva con Corea del Sur y Japón, ante las acciones provocadoras del programa nuclear de Corea del Norte.
Por el lado japonés, el primer ministro Shinzo Abe, está obligado a fortalecer su alianza con EEUU, comprometiendo a la Casa Blanca con su protección ante la amenaza nuclear del régimen norcoreano y la tensa disputa hegemónica que mantiene con China, principalmente en el conflictivo diferendo por el control de las islas Senkaku en el océano pacífico.
Curiosamente, las dos naciones menos interesadas en presionar por la caída del régimen norcoreano son precisamente Corea del Sur y China. El primero tendría que unir su territorio con el lado Norte. Pues la península coreana corresponde a un solo país, aunque luego de la guerra se encuentre dividido artificialmente en dos países (Corea del Norte y Corea del Sur). Y se sabe que no se trata de la unión de las dos alemanias (Democrática y Oriental), donde a pesar del atraso impuesto por el régimen comunista los alemanes orientales traían una cultura, valores y dinámicas de vida no muy alejadas de sus compatriotas capitalistas.
Corea del Norte presenta condiciones de vida semifeudales. Es una de los países más pobres del mundo. La doctrina impuesta por la dinastía Kim enseña a odiar a muerte a sus vecinos del Sur, a los EEUU y al resto de Occidente. La población sobrevive en total miseria y condiciones carcelarias sin acceso a las libertades ni tecnologías de la época actual. Son como bárbaros en pleno Siglo XXI. En caso de tener que asimilar esa carga, terminaría por desplomar a Corea del Sur, que es una nación desarrollada, según consideraciones de la ONU, y su economía se ubica entre las doce primeras a nivel mundial.
China también le teme a un desplome del régimen norcoreano, pues por la frontera terrestre compartida tendría que lidiar con la amenaza desestabilizadora de un éxodo masivo y descontrolado de inmigrantes completamente desvalidos por la carencia de recursos, la falta total de preparación para desenvolverse en las dinámicas actuales, y con una cultura y valores completamente desajustados.
Así que el desafío que representa la amenaza del programa nuclear de la dinastía de Corea del Norte, muestra que en el tema geoestratégico es imposible analizar los problemas con el prisma blanco y negro. Lo que prima son los matices y bien entremezclados y de compleja solución la mayoría de las veces.
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